martes, 4 de septiembre de 2012

PRODUCCIONES MEXICANAS RECIENTES EN I.SAT


Ficciones documentalistas

La muestra que se inicia mañana incluye un documental puro y duro, como el impresionante El sicario, y tres ficciones muy verdaderas: Verano de Goliat, de Nicolás Pereda; Norteado, de Rodrigo Pérezcano, y Cinco días sin Nora, de Mariana Chenillo.
Por Horacio Bernades

Nombres como los de Carlos Reygadas (Japón, Luz silenciosa), Amat Escalante (Sangre, Los bastardos), Gerardo Naranjo (Voy a explotar, Miss Bala), Fernando Eimbcke (Temporada de patos, Lake Tahoe), Juan Carlos Rulfo (En el hoyo), Yulene Olaizola (Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo), Pedro González-Rubio (Alamar) y el revulsivo Michel Franco (Daniel & Ana, Después de Lucía) vienen haciendo del cine mexicano, durante la última década, uno de los más interesantes de la región. De un lustro a esta parte, la mayor atracción de festivales y salas de arte y ensayo del mundo entero no es, sin embargo, ninguno de los nombrados (todos excelentes), sino Nicolás Pereda. Con sólo treinta años, este hiperproductivo nativo del DF lleva realizados nada menos que seis largometrajes, de 2007 para acá (los primeros cinco acaban de verse, un par de semanas atrás, en la sala Lugones). El penúltimo largo de Pereda es Verano de Goliat, que en 2010 ganó el premio Orizzonti del Festival de Venecia, así como el de la sección Cine del Futuro del Bafici 2011. Verano de Goliat inaugura, mañana a las 22, el ciclo que Primer Plano dedica este mes al más reciente cine mexicano, y que todos los miércoles en ese horario pondrá en pantalla el canal de cable I.Sat, con repeticiones que se detallan al pie de la nota.


¿Documental o ficción? Esa es la pregunta menos productiva para hacerse no sólo frente a Verano de Goliat sino ante la obra de Pereda en su conjunto. “Tengo una idea general de lo que quiero decir, y tomo técnicas del cine y de todo lo que me ofrecen el documental, la ficción y el experimental, creando a partir de esas herramientas un lenguaje propio”, declaró alguna vez el realizador, y Verano de Goliat es una palpable prueba de esa mélange. Experimental es la estructura del film, que entrelaza personajes que en algún caso se conectarán y en algún otro no. No de modo evidente, al menos. Por un lado hay una señora que no lleva precisamente bien que el marido la haya abandonado, dedicándose a desparramar su ropa por las inmediaciones. Por otro, su mamá de edad avanzada, posiblemente la menos convincente vendedora al timbreo del mundo entero. Hay también un soldado que resulta ser el hijo de una y nieto de la otra, y que además de no lucir demasiadas luces tampoco tiene demasiado éxito con las chicas o los empleos, además de usar su uniforme para patotear a algún paseante. Y después está el muchacho al que llaman Goliat que, se supone, mató a su novia y al que Pereda filma mediante la técnica del documental de entrevista.
Las otras historias están narradas, sin embargo, como ficciones. Aunque da toda la sensación de que los actores son gente del lugar (todo transcurre en un muy modesto e indeterminado pueblito del interior). Como para que quede claro que lo que le interesa a Pereda es justamente indeterminar qué es documental y qué ficticio, en una escena una chica, sentada sobre una cama, le dice al soldado que la deje seguir bailando tranquila. Se trata, en verdad, del ensayo de la escena que se incluye a continuación, y que transcurre –ahora sí– en medio de un baile. El procedimiento, que recuerda lo practicado por el portugués Miguel Gomes en Aquel querido mes de agosto, deja deliberadamente de lado la pregunta por lo documental y lo ficticio, para ocuparse en cambio de algo que en términos cinematográficos importa más: que la materia filmada se perciba como verdadera.


Impresionante fuerza de verdad tiene el documental El sicario, que se emitirá el miércoles 12. Dirigida por el italiano Gianfranco Rosi, ganadora del premio de la crítica en Venecia 2010 y exhibida en la edición de ese año del Doc-BsAs, El sicario transcurre íntegramente dentro de una habitación de hotel (de allí el subtítulo original, Room 164). Frente a una cámara que se mantiene casi toda la película en el mismo emplazamiento, un único protagonista, sentado en un sillón con el rostro cubierto. Obviamente anónimo, se trata de un ex asesino al servicio del cartel de Juárez, que en un momento dado decidió desertar y hasta el instante del rodaje ha logrado mantenerse con vida. Documento invalorable para todos quienes quieran conocer de primera mano la interna de un cartel narco, la habitación elegida no es cualquier habitación. “Aquí torturamos a uno”, dice el hombre, señalando el baño e iniciando un relato que incluye experiencias en crudo (“es duro ver violar a una mujer”, cuenta por ejemplo) y diagramas de la organización, que el sicario hace con marcador sobre un anotador. Volviendo al tema de las relaciones entre documental y ficción, parece más clara, en este caso, la naturaleza del asunto. Pero el carácter documental no excluye, en tal caso, histriónicas performances en las que el sicario reconstruye, en detalle y paso a paso, algunos de sus operativos.


De “ficción documentalista” cabría calificar a Norteado, ópera prima de Rodrigo Pérezcano que tres años atrás recorrió un largo espinel de festivales de primera línea, de Rotterdam a San Sebastián, pasando por el Bafici y Tesalónica. Protagonizada por actores que no lo parecen, el film de Pérezcano –que se exhibirá en I.Sat el miércoles 26– narra una historia sencillísima, por medios igualmente sencillos. Un hombre proveniente del interior llega a Tijuana, con la promesa de que un “pollero” (designación mexicana para lo que del otro lado llaman “coyote”) lo ayudará a cruzar la frontera. Pero el pollero no llega y mientras tanto Andrés debe sobrevivir. La dueña de una “bodega de verduras y misceláneas” le ofrece techo, comida, trabajo... y cama. “Si no me sacas a bailar, te mato”, le dice la mujer en un mísero boliche, digno de Ripstein, con la brutalidad de Paz Alicia Garciadiego. Seca, mínima y verista, el gran mérito de Norteado es no querer ser esto último sino simplemente serlo.


Otra cosa es Cinco días sin Nora, de Mariana Chenillo, única de las películas del ciclo estrenada en cines argentinos (miércoles 19) y, sin duda, el film más convencional de los cuatro. Comedia negra sobre un viudo cuya ex esposa se suicidó justo antes de un feriado religioso –cuestión de obligar al marido a convivir con su cadáver durante el plazo del título–, tal vez lo más original de este film costumbrista que en 2009 ganó el premio mayor en el Festival de Cine de Mar del Plata sea su humor judío. Algo que suele abundar en el cine estadounidense y en el argentino, pero en el mexicano es bastante menos frecuente.
* Todas las películas del ciclo repiten el sábado posterior a la 1.15, y el viernes de la semana siguiente a la 1.05.

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