Hasta el 4 de marzo está abierta la convocatoria para presentación de proyectos.
Hasta el 4 de marzo está vigente la convocatoria que realizan el Ministerio de Cultura en conjunto con el Ministerio de Educación y Canal Encuentro, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), y Radio y Televisión Argentina (RTA) para el concurso para la realización de dos telefilms documentales en conmemoración del 70º aniversario del 17 de octubre de 1945, y 60º aniversario de los trágicos hechos ocurridos durante 1955; y un tercer telefilm documental en homenaje a la vida y la obra del poeta, dramaturgo y novelista Leopoldo Marechal. La convocatoria está destinada a profesionales de la industria audiovisual y cinematográfica de todo el país. Los proyectos seleccionados podrán verse por la pantalla de la TV Pública, INCAA TV y Canal Encuentro.
Cada producción temática tendrá aproximadamente 70 minutos de duración y podrá contar con reconstrucciones ficcionales.
El concurso tiene como marco la firma de un convenio celebrado entre la Ministra de Cultura de la Nación, Teresa Parodi, el Ministro de Educación de la Nación, Prof. Alberto Sileoni, la Presidenta del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, Lucrecia Cardoso, y el Presidente de Radio y Televisión Argentina, Tristán Bauer. Con esta iniciativa se apunta a estimular y favorecer la expresión cultural, y fomentar la producción y la teledifusión de contenidos audiovisuales educativos y federales en todo el país.
Presentación de proyectos
Se deben presentar en mesa de entradas del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales ubicado en Lima 319 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde el 23 de enero al 4 de marzo de 2015 de 10 a 17 horas.
El Concurso Federal de Proyectos de largometraje “RAYMUNDO GLEYZER” abre una nueva convocatoria dirigida a los profesionales de las seis regiones del país, y de la región Mercosur y los países asociados, con la intención de fomentar la producción cinematográfica a través de la realización de clínicas de capacitación en los rubros de dirección, producción y guión.
Podrán participar todos los productores, guionistas y directores que tengan un proyecto de largometraje en etapa de desarrollo.
Una vez finalizada la convocatoria, el jurado federal seleccionará 5 proyectos por cada región del país y hasta 3 de los países del Mercosur, para llevar adelante las capacitaciones. Luego de un plazo estipulado para reformular el material, las producciones deberán ser presentadas en el INCAA para definir el proyecto ganador de la octava edición del Concurso “Raymundo Gleyzer”.
Entrevista con el director rionegrino Santiago Bou Grasso, cuyo cortometraje de animación “Padre”, de producción franco-argentina, obtuvo el Gran Premio del Jurado en el festival brasileño Anima Mundi. Automáticamente quedó preseleccionado para la carrera de los Oscar 2015 (Alejo Álvarez Herrera/ Espectáculos). Emitido por Visión 7, noticiero de la TV Pública argentina, el lunes 8 de setiembre de 2014. http://www.tvpublica.com.ar
El pasado 15 de enero, el día en el que se iban a conocer las candidaturas a los Oscar, Damián Szifron y su familia optaron por no seguir el anuncio en vivo y disfrutar de un día en la playa. Hoy, saborea las mieles del éxito y vive las maratónicas jornadas que Hollywood depara a un nominado. “No se sabe qué pasará”, dijo el cineasta argentino a la agencia española de noticias Efe, en un hotel de Beverly Hills (California), donde charla sobre Relatos Salvajes, aspirante a la estatuilla dorada en la categoría de Mejor Película de habla no inglesa. Sus rivales serán Ida (Polonia), Leviathan (Rusia), Tangerines (Estonia) y Timbuktu (Mauritania). “Nuestros distribuidores, Sony Pictures Classics, aman la película y están tan entusiasmados como nosotros, pero cuando llegás a un grupo tan reducido de películas de todo el mundo, todas tienen posibilidades. La que gane será justo. La filosofía es estar agradecido por llegar hasta acá. Creo que más no se puede pedir”, añadió. Szifron conoció la noticia de la nominación junto a su mujer y sus dos hijas en la playa de Pinamar, adonde quiso escapar “después de un año tremendamente intenso”. Decidió no estar pendiente de la ceremonia que tuvo lugar en el Teatro Samuel Goldwyn, porque sabía que los nervios se iban a apoderar de él. “Iba a sufrir. Venía sufriendo. Era casi una agonía”, admitió. Pero también era consciente de que no podía ignorar lo que estaba sucediendo. Y la incertidumbre concluyó en el momento en que comenzaron a sonar los teléfonos. Aunque Szifron y los suyos estaban “en medio de la nada”, aparecieron los habitantes de una casa cercana con una botella de champán. “Lo primero que hice para celebrar –explicó– fue meterme en el mar.” Su calendario en las próximas fechas incluye el almuerzo con los demás candidatos al Oscar, la gala de los Goya, reuniones en Berlín, una pequeña estancia en Buenos Aires y de vuelta para Los Angeles en vistas a la ceremonia del día 22 de febrero. Szifron, además, reconoce que el impacto del film le ha deparado “muchísimas propuestas de Hollywood”, en forma de guiones ya escritos, ofertas para dirigir secuelas de franquicias e, incluso, la opción de desarrollar guiones propios para rodarlos en EE.UU.
Denuncian que la novela es un "lobby de Turquía" para desacreditar el genocidio armenio. Están juntando firmas para pedirle a Adrián Suar que la retire del aire. http://www.diarioregistrado.com/sociedad/111615-la-comunidad-armenia-pide-que-saquen-del-aire-las-mil-y-una-noches.html
La comunidad armenia en Argentina comenzó una campaña de recolección de firmas para solicitar a canal 13 que suspenda la emisión de la novela de origen turco "Las mil y una noches".
Si bien la novela es de 2006 llegó a nuestro país este año "justamente el año en que la comunidad armenia conmemora el centenario del genocidio perpetrado por el Estado Turco, donde perdieron la vida 1.500.000 de armenios", aseguraron desde el grupo que organiza la campaña.
El pedido está dirigido a Adrián Suar que es el responsable artístico de canal 13 y que se verá ante una decisión difícil ya que la telenovela está siendo un éxito y llegó al prime time del canal.
Para la comunidad armenia argentina la telenovela "hiere a la comunidad en un país donde se ha reconocido el Genocidio Armenio". Y subrayaron que "el próximo 24 de abril de 2015 se cumplen 100 años del Genocidio contra los armenios, perpetrado por el estado turco, en el cual 1.500.000 fueron masacrados, torturados, sus mujeres violadas y sus niños asesinados".
DOCUMENTALES Se estrena El vals de los inútiles, primera película del director chileno Edison Cajas que se inserta en un contexto de renacimiento del cine político trasandino a cargo de directores jóvenes. El documental, que dialoga entre lo público y lo privado, hace eje en historias personales dentro de las multitudinarias manifestaciones estudiantiles en la lucha por la educación pública, que pusieron a Chile en el ojo del mundo hace un par de años, y es un registro único de la ciudadanía manifestándose, masiva y públicamente por primera vez desde el regreso de la democracia.
En la vida nada es gratis. Una declaración poco conciliadora, pero bastante elocuente y esclarecedora ideológicamente, que podría resumir las tensiones y el clima político que empezó a experimentar Chile a partir de 2011. La autoría corresponde al ex presidente Sebastián Piñera, en pleno auge de las movilizaciones ciudadanas por las demandas respecto de la educación pública que comenzaron a cristalizar un debate hasta ese momento bastante inédito en la agenda del país trasandino. “En la vida nada es gratis”, dice Piñera en las noticias de la mañana, mirando a cámara del otro lado de la televisión. Esta escena, tal como se la vio desde una casa cualquiera hace tres años en pleno auge de la discusión, es una de las que inauguran El vals de los inútiles, la película en coproducción con la Argentina sobre la experiencia de las manifestaciones sociales en Chile que tendrá estreno la próxima semana en Buenos Aires. A pesar de que parecen ser films más proyectados y desmenuzados puertas afuera, Chile posee una prolífica tradición en la producción de documentales. El vals de los inútiles es el primer largometraje del director chileno Edison Cajas y se estrena en un contexto de regeneración en la realización de películas con contenido político a cargo de directores jóvenes, y a la luz de los movimientos y demandas sociales que ha experimentado el país los últimos años. La película apuesta por un registro que dialoga entre lo público y lo privado, enunciando ciertas temáticas generacionales y exponiendo un clima de transformación política que atraviesa el país, con eje en historias personales dentro de las multitudinarias manifestaciones estudiantiles en la lucha por la educación pública que pusieron a Chile en el ojo del mundo hace un par de años.
Se calcula que son 1800 millones de dólares los necesarios para costear la educación pública de Chile durante un año. Y son también 1800 las horas seguidas que cientos de estudiantes y padres estuvieron trotando por relevos alrededor del Palacio de La Moneda en lo que llamaron “Maratón por la educación”, una de las formas de protesta ciudadana más rememorada y significativa de ese momento. Una imagen elocuente que sirvió como evento y punto de partida del documental, antes que nada desde el asombro y como necesario registro de este acontecimiento único desde el regreso a la democracia: el de la ciudadanía manifestándose masiva y públicamente por primera vez en veinte años. “Salimos a filmar esto que estaba pasando sin saber mucho para dónde iba, con la idea de tener registros, de compartirlo en un blog o incluso simplemente en YouTube, pero con la idea de que existiera. Nos parecía significativo esto de la maratón por la educación, y haciendo entrevistas ahí me encontré con los dos personajes que se transformarían en la película. Me di cuenta de que finalmente ése era el tema: cómo dos generaciones se cruzaban. Evidenciar en la película que esas generaciones en realidad siempre estuvieron unidas en un sistema que los había invisibilizado”, aclara Cajas desde su oficina en Santiago de Chile, antes del estreno de su largometraje en Buenos Aires. A través de este acto maratónico como estandarte de la unión generacional y como único link entre ambos personajes, la película construye un relato que excede la épica de las manifestaciones públicas y le concede un lugar a la cotidianidad más silenciosa e íntima de dos personajes que parecen ser actores secundarios y que, sin embargo, cristalizan temas públicos y generacionales. Darío, un callado adolescente que acaba de perder el año por las tomas en el liceo al que asiste, el más emblemático de Chile. Y Miguel Angel, un sereno profesor de tenis con un pasado de violencia como preso en dictadura.
“Creo que para que esta situación explotara fue determinante el hecho de que estuviese en el mando un gobierno de derecha, por primera vez después de la dictadura. Y por otro lado, o por esto mismo, que ya comenzaba a visibilizarse entre ese bálsamo de las tarjetas de crédito y los shoppings y el Santiago bonito, el tema del endeudamiento, del cobro excesivo, la idea de que un chico quedaba endeudado por veinte años si decidía ir a la universidad. Esa gente agarró una especie de valor, de salir a la calle como no lo hacían desde hace años”, dice el director. La tensión sostenida que mantuvieron los estudiantes durante el gobierno de Sebastián Piñera, pero que también alcanzaba a la seguidilla de gobiernos de izquierda que no incluyeron en su agenda la fiscalización del lucro descontrolado y la progresiva pérdida de calidad en la educación, pedía reevaluar un sistema educativo diseñado en plena dictadura militar y permitió desenmascarar una serie de irregularidades que tuvieron a empresarios y políticos dando explicaciones. No sólo se puso en la palestra el tema de la sectorización impenetrable, y la forma en que el sistema sólo da acceso a quienes puedan pagar por él, sino los resquicios y la nula fiscalización que han permitido que el lucro empresarial opere prácticamente de forma legal, la educación a merced del mercado y los estudiantes en total desprotección: muchos de ellos se endeudan por años, o son becados por el Estado, en pos de títulos que no los habilitan en universidades fraudulentas. La indignación de la generación que sale a marchar se ha posicionado como un malestar social generalizado, es la generación que en muchos casos resulta primera de sus familias en lograr asistir a la universidad; la proliferación de universidades privadas sin garantía de calidad, la facilidad en los créditos y endeudamiento, y la idea de estudiantes como consumidores, han ocasionado una grieta profunda. “Empezamos a observar cómo los padres de los estudiantes y otros sectores de la sociedad se sumaban a estos pedidos, porque la protesta era muy válida. Y estos líderes naturales, Camila Vallejo o Giorgio Jackson, lograban que la gente quisiera salir a la calle. Los movilizaban”, explica el director.
La ópera prima de Cajas opta por alejarse estéticamente del registro más clásico del documental y también del noticiario televisivo. Es evasivo con las entrevistas y las voces explicativas o en primera persona, por lo que materialmente el conflicto social forma parte siempre de un background que acompaña todas las acciones, pero se devela en dosis mesuradas, con algunos archivos de audios noticiosos y registros cercanos desde dentro de las protestas. “La primera decisión era salirse del esquema del reportaje. Cada noche, durante el tiempo que duró la protesta, la televisión era una repetición constante del mismo tipo de imágenes. Queríamos retratar en la película este ambiente y este clima de una forma poética: 200 mil personas marchando cada semana eran también historias chiquitas y particulares, retratos de esta generación”, dice Cajas. Por eso lo que verdaderamente importa en este relato son Darío y Miguel Angel, que no son políticos, ni líderes estudiantiles, ni piezas clave dentro del conflicto, y que como único punto en común tienen su ímpetu por manifestarse en la maratón. Cada uno en su rutina taciturna y cotidiana. Uno, decidiendo apenas por su futuro y en un contexto donde tímidamente se ve obligado a familiarizarse con los procesos políticos de su país: por primera vez en años, su colegio se pronuncia por una causa pública y permanece tomado siete meses. El otro, rememorando eventos violentos y dolorosos de su pasado a través del optimismo renovado de una nueva generación. “Somos la generación de los libres”, se enuncia en uno de los audios que elige incluir el director. Se trata de un relato contemplativo y amoroso con los personajes, con una propuesta estética más cercana al control de los factores de la ficción que a la incertidumbre del documental. De pequeñas acciones acumulativas en que los conocemos desde su cotidianidad. Una breve conversación telefónica familiar, una tarde en la pileta, el primer día de la toma en la escuela, una charla entre padre e hija. Una idea globalizante acerca de la forma en que los procesos sociales y políticos del país afectan y moldean en lo privado las vidas de estas personas, y cómo es que ambas generaciones están atravesadas por un mismo tipo de violencia, física y simbólica, no sólo en los horrores de la dictadura como evento pasado sino en su fantasma dentro de las políticas neoliberales, la violencia institucional y la edificación de la idea del miedo como transgeneracional.
“Porque esos juegos al final / terminaron para otros con laureles y futuros / y dejaron a mis amigos pateando piedras.” “El baile de los que sobran”, el tema del grupo Los Prisioneros con el que culmina el documental y al cual debe una suerte de remix de su título, fue una de las canciones emblema del Chile en dictadura y, en la crudeza de su relato sobre la experiencia de la educación sectorizada y la marginalidad, marcó a la generación de jóvenes de los ’80. La música del grupo liderado por Jorge González, una banda que hizo de la elocuencia de la canción de protesta un fenómeno pop bailable, con letras de melancolía demoledora que abordaban el desencanto y la opresión política desde la cotidianidad de historias íntimas, es aun hoy una de las más escuchadas por los adolescentes, a pesar de que el grupo ya no existe desde hace años. Si bien esta elección en la película puede resultar un poco sobrecargada o redundante en remarcar el discurso para un público chileno que la reconoce como himno, es bueno cavilar sobre la aterradora actualidad que la canción continúa teniendo y por la cual se convirtió nuevamente en himno característico de las manifestaciones estudiantiles de los dos mil. El título del documental, pervertido y actualizado por otra de las frases célebres de ese momento –la de un político de derecha que declaró: “Los que salen a marchar son una manga de inútiles subversivos”–, evidencia de entrada algo de este ímpetu por acoplar a generaciones que están unidas por un pasado quebrado, pero que se encuentran en una especie de regenerado optimismo.
“No hay nada que celebrar.” Ese fue el mensaje que finalmente izaron en una bandera los estudiantes cuando lograron cumplir las 1800 horas trotando alrededor de La Moneda. Al final, Miguel Angel sigue jugando al tenis. Las clases se restablecen en la escuela de Darío. Y cómo contar la historia del héroe sabiendo que va a perder, las demandas de los estudiantes siguen vigentes, aunque el tema ya está instalado. “Yo siento que eso es. Los que estábamos haciendo la película, los estudiantes, los que corrían, la gente en la calle, todos sabíamos que no iban a ganar, que iban a ganar los que ya estaban en el poder. Pero había que retratar de alguna forma lo otro, lo que sí estaba pasando. Y ahora se está discutiendo en el Congreso por primera vez, se está legislando. Se está hablando. Es rescatable. Más allá de los logros prácticos, lo que creo que cambió en Chile fue nuestra forma tan silenciosa de vivir: ahora salimos a la calle. Esto en Chile no existía y empezó a pasar. Yo creo que de alguna forma igual ganamos.”
Iván Orbuch, comentando otra telenovela producida en Brasil, advierte que la mayor parte de las acciones presentadas tienen que ver con un sobredimensionamiento del dinero y una manifiesta exaltación de los valores del neoliberalismo.
La exitosa telenovela brasileña Rastros de mentiras, emitida por Telefe en horario central, ofrece interesantes aristas para pensar el modo en que los monopolios comunicativos describen la realidad de un país determinado. En efecto, al margen de los característicos temas, propios de los culebrones tradicionales, como los romances prohibidos, las relaciones sociales entre ambos espectros de la escala social o las ambiciones y la falta de escrúpulos en las elites locales, que aparecen profusamente en esta producción, pueden apreciarse algunos elementos que son propicios para analizar la sociedad del vecino país.
En el caso mencionado, y al ser una realización de la red Globo, fuertemente enfrentada con los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, la manera en que los personajes y las situaciones que encontramos en el día a día de la telenovela son representados pueden interpretarse como un intento de construir una cosmovisión de la sociedad que tenga un fuerte impacto en la opinión pública. Cuestión particularmente necesaria para el monopolio en instancias en que se discute la sanción de una nueva ley de medios que limite su estructura empresarial y que, como consecuencia de esto, diversifique la cantidad de medios de comunicación existente.
La trama se desarrolla en dos tiempos, estrechamente vinculados entre sí. En el inicial, que transcurre en el año 2001, la protagonista, caracterizada por Paola Oliveira, en un viaje por el Machu Picchu. conoce a un hombre situado en los antípodas sociales y que la enamora por su estilo de vida libre, diametralmente opuesto al que su familia diseñó para ella, con quien tendrá una hija, que a la postre será secuestrada por el hermano, quien compite con ella por la herencia familiar. En el segundo momento, los hechos tienen lugar en el año 2013 en la megalópolis de San Pablo, con la consolidación profesional de la heroína, en sintonía con los deseos familiares, y su acercamiento al hombre que encontró a su hija abandonada en un basurero y merced a un ardid en la clínica pudo inscribir a su nombre.
La mayor parte de las acciones presentadas en el culebrón tienen que ver con un sobredimensionamiento del dinero, de las jerarquías sociales y de la esfera privada. Es de esta manera que todas las relaciones, sean amorosas, familiares o amistosas, son sospechadas de tener una motivación económica.
Por otro lado, la clínica privada de la familia protagónica funciona como el mayor creador de empleo en la vida de todos los participantes del programa, así como en lugar de encuentro, de relaciones personales y de concreción de negocios. El trato entre las personas parece mostrar una barrera entre aquellos que han accedido a estudios universitarios y quienes no. Se trata de una manifiesta exaltación de los valores individuales, distintivo del neoliberalismo, y que los escritores de la novela se encargan de resaltar constantemente.
De este modo, los ascensos sociales sólo pueden darse por medio de la relación personal que alguna persona de los sectores populares pueda tener con alguien adinerado, reivindicando su rol de benefactores, puesto que crean empleo, y también de potenciales damnificados, ya que quienes se acercan a ellos lo hacen por su dinero y el acceso al goce de determinados bienes que éste les posibilita. El rol del Estado es virtualmente inexistente y sólo aparece de manera represiva cuando los patrulleros irrumpen en los mercados populares de las afueras de la ciudad paulista.
Esta caracterización se da de bruces con el ingreso de más de 30 millones de brasileños a la clase media durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, con el Plan Bolsa Familia y con la permanente inversión hecha durante estos años en el plano de los derechos sociales más elementales como la salud, la vivienda y el trabajo, que permitieron una sensible reducción de los índices de pobreza, de desempleo y de desigualdad, así como por el mayor acceso de los sectores sociales más desfavorecidos en la universidad. Todas estas medidas interrumpieron el ciclo de pobreza y miseria de familias que, en la actualidad, pueden comprar, comer bien, vivir mejor y hacer planes para el futuro, algo impensado años atrás.
Rastros de mentiras se empecina en pintar retazos de un Brasil que, a juzgar por la mejora de todos los indicadores sociales de estos años, ha quedado atrás, aunque por lo visto ostenta defensores muy poderosos que añoran restablecer aquel ideario individualista, desigual y conservador.
Dos miradas sobre telenovelas, poder y política. Hugo Muleiro hace una lectura crítica de una producción brasileña recientemente puesta en pantalla en la Argentina.
El canal Telefe concluyó en los primeros días de 2015 la emisión de Flor del Caribe, telenovela en la que la Red Globo, multimedios dominante en Brasil y que suele jaquear a los gobiernos del Partido de los Trabajadores con operaciones diversas y sofisticadas, propone un singular modelo de organización social, en el que los blancos y los militares y la fe son los únicos capaces de resolver conflictos complejos y dramáticos.
Globo es uno de los productores de telenovelas más grandes del mundo. Sus emisiones llegan a 90 países y en nuestra región tiene alianzas con Telefe, Canal 13 de Chile y Azteca de México, entre muchos otros. Decenas de millones de brasileños pueden recibir en algún momento del día, aunque no lo busquen ni deseen, un contenido del multimedios, a través de su canal central, los regionales, radios, diarios, revistas y la multiplicada presencia en Internet.
Flor del Caribe transcurre en Villa de los Vientos, balneario paradisíaco sobre el Atlántico, cercano a Natal, capital del estado de Río Grande del Norte, noreste, que tuvo protagonismo modesto en la Segunda Guerra, cuando Estados Unidos desplegó allí una base aérea por la ubicación estratégica de la ciudad, el punto más cercano al continente africano. Con autoría de Walter Negrâo y dirección de Jaime Monjardim, la telenovela transcurre por los andariveles conocidos del malo que traiciona al amigo bueno y quiere quedarse con su mujer, en un ir y venir incesante de traiciones y celadas. Pero el producto es más complejo ya que, acorde con su tendencia, Globo se ocupa de salpimentar los asuntos amorosos y el desfile de cuerpos bronceados en las playas y aguas turquesas con toques de realismo político: el abuelo del malo, por ejemplo, es un criminal de guerra holandés activo en el Holocausto y que, con identidad falsa, construyó un imperio económico en Brasil. Lo políticamente correcto es que termina en prisión, juzgado en Alemania.
El modelo que Globo propone para la historia de obvio final feliz es una suerte de “sueño del pibe” de la derecha brasileña: en Villa de los Vientos la justicia sólo se logra con la acción de “los tenientes”, oficiales de la base de la fuerza aérea en la región. Lateralmente, la policía hace alguna intervención, pero no se ven autoridades civiles en ninguna ocasión, no aparecen jamás, porque la organización social que Globo propone no los quiere.
“Los tenientes” capturan al criminal nazi, impiden asesinatos, le dan una mano al bueno —ex aviador militar— cada vez que tiene un problema, y hasta ayudan a pintar su casa. El comandante, además, tiene tiempo para construir con un joven del pueblo una reproducción de un “plato volador” que cree haber visto en la infancia. Siendo que los militares son así de buenos y nos garantizan cuanto necesitamos, ¿para qué querríamos política, elecciones y funcionarios civiles?
La complejidad del mensaje está dada a la vez por una mirada bonachona, liberal en el buen sentido, ante avatares incontrolables, como el embarazo que llega antes del casamiento o el muchacho joven y musculoso que se enamora de una mujer madura. En fin, gente moderna, pero hasta ahí nomás, porque se deslizan a la vez escenas de conservadurismo recalcitrante sobre la mujer. Por caso, la pareja estelar va a ver una casa para vivir, y al momento de discutir precio y condiciones, ella se retira y él se queda a solas con el vendedor. En la escena siguiente aparece anunciando la compra, mientras ella toma un té y cuida a los niños. Cuando dos hermanos, dos amigos, tienen que discutir un asunto importante, la mujer de la casa se retira prontamente, para prepararles un bocadillo o un refresco.
No se discute de riqueza y pobreza en Villa de los Vientos: los desplazados reciben la ayuda de una ONG formada por los pudientes, y con eso ya estamos bien. En momentos dramáticos, cuando una tragedia está por abatirse sobre los protagonistas, no falta un personaje que le encomienda a Dios arreglar el asunto. Y a él se le atribuye toda felicidad: cuando la pareja estelar se casa, en el brindis alguien exclama: “Gracias al Santísimo”. Unos segundos antes ellos salieron del templo y los primeros en presentar honores son los militares, bayonetas en alto.
Y algo infalible en gran parte de la televisión brasileña: aunque 52,2 por ciento de los 3,1 millón de habitantes de Río Grande del Norte viene de la mezcla de razas, los tres personajes principales son blancos, de máxima blancura, así como los abogados, la mayoría de los tenientes, el delegado policial. Mestizos y negros pueden verse, sí, trabajando en las minas o en la pesca.
* Escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina (Comuna).
Dirección: Nicolás Guillén Landrián, Juan Carlos Tabío, Harry Tanner, Pedro J. Ortega, Luis Felipe Bernaza, Santiago Villafuerte País de producción: Cuba Formato: 35 mm, B/N Duración: 18 min. Año de producción: 1972 Productora: ICAIC Guión: Nicolás Guillén LandriánFotografía: Raúl Rodríguez, José M. Riera, Lupercio López Edición: Iván Arocha
"Desde La Habana ¡1969! Recordar de Nicolás Guillén Landrián. El montaje es frenético, propio de la textura hipnótica y desorientadora a un tiempo de la publicidad, de su diálogo con el inconsciente. Es esta la obra más decididamente experimental."