Dos miradas sobre telenovelas, poder y política. Hugo Muleiro hace una lectura crítica de una producción brasileña recientemente puesta en pantalla en la Argentina.
Por Hugo Muleiro *
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-264897-2015-01-28.html
El canal Telefe concluyó en los primeros días de 2015 la emisión de Flor del Caribe, telenovela en la que la Red Globo, multimedios dominante en Brasil y que suele jaquear a los gobiernos del Partido de los Trabajadores con operaciones diversas y sofisticadas, propone un singular modelo de organización social, en el que los blancos y los militares y la fe son los únicos capaces de resolver conflictos complejos y dramáticos.
Globo es uno de los productores de telenovelas más grandes del mundo. Sus emisiones llegan a 90 países y en nuestra región tiene alianzas con Telefe, Canal 13 de Chile y Azteca de México, entre muchos otros. Decenas de millones de brasileños pueden recibir en algún momento del día, aunque no lo busquen ni deseen, un contenido del multimedios, a través de su canal central, los regionales, radios, diarios, revistas y la multiplicada presencia en Internet.
Flor del Caribe transcurre en Villa de los Vientos, balneario paradisíaco sobre el Atlántico, cercano a Natal, capital del estado de Río Grande del Norte, noreste, que tuvo protagonismo modesto en la Segunda Guerra, cuando Estados Unidos desplegó allí una base aérea por la ubicación estratégica de la ciudad, el punto más cercano al continente africano. Con autoría de Walter Negrâo y dirección de Jaime Monjardim, la telenovela transcurre por los andariveles conocidos del malo que traiciona al amigo bueno y quiere quedarse con su mujer, en un ir y venir incesante de traiciones y celadas. Pero el producto es más complejo ya que, acorde con su tendencia, Globo se ocupa de salpimentar los asuntos amorosos y el desfile de cuerpos bronceados en las playas y aguas turquesas con toques de realismo político: el abuelo del malo, por ejemplo, es un criminal de guerra holandés activo en el Holocausto y que, con identidad falsa, construyó un imperio económico en Brasil. Lo políticamente correcto es que termina en prisión, juzgado en Alemania.
El modelo que Globo propone para la historia de obvio final feliz es una suerte de “sueño del pibe” de la derecha brasileña: en Villa de los Vientos la justicia sólo se logra con la acción de “los tenientes”, oficiales de la base de la fuerza aérea en la región. Lateralmente, la policía hace alguna intervención, pero no se ven autoridades civiles en ninguna ocasión, no aparecen jamás, porque la organización social que Globo propone no los quiere.
“Los tenientes” capturan al criminal nazi, impiden asesinatos, le dan una mano al bueno —ex aviador militar— cada vez que tiene un problema, y hasta ayudan a pintar su casa. El comandante, además, tiene tiempo para construir con un joven del pueblo una reproducción de un “plato volador” que cree haber visto en la infancia. Siendo que los militares son así de buenos y nos garantizan cuanto necesitamos, ¿para qué querríamos política, elecciones y funcionarios civiles?
La complejidad del mensaje está dada a la vez por una mirada bonachona, liberal en el buen sentido, ante avatares incontrolables, como el embarazo que llega antes del casamiento o el muchacho joven y musculoso que se enamora de una mujer madura. En fin, gente moderna, pero hasta ahí nomás, porque se deslizan a la vez escenas de conservadurismo recalcitrante sobre la mujer. Por caso, la pareja estelar va a ver una casa para vivir, y al momento de discutir precio y condiciones, ella se retira y él se queda a solas con el vendedor. En la escena siguiente aparece anunciando la compra, mientras ella toma un té y cuida a los niños. Cuando dos hermanos, dos amigos, tienen que discutir un asunto importante, la mujer de la casa se retira prontamente, para prepararles un bocadillo o un refresco.
No se discute de riqueza y pobreza en Villa de los Vientos: los desplazados reciben la ayuda de una ONG formada por los pudientes, y con eso ya estamos bien. En momentos dramáticos, cuando una tragedia está por abatirse sobre los protagonistas, no falta un personaje que le encomienda a Dios arreglar el asunto. Y a él se le atribuye toda felicidad: cuando la pareja estelar se casa, en el brindis alguien exclama: “Gracias al Santísimo”. Unos segundos antes ellos salieron del templo y los primeros en presentar honores son los militares, bayonetas en alto.
Y algo infalible en gran parte de la televisión brasileña: aunque 52,2 por ciento de los 3,1 millón de habitantes de Río Grande del Norte viene de la mezcla de razas, los tres personajes principales son blancos, de máxima blancura, así como los abogados, la mayoría de los tenientes, el delegado policial. Mestizos y negros pueden verse, sí, trabajando en las minas o en la pesca.
* Escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina (Comuna).
No hay comentarios:
Publicar un comentario