“Snowden asumió los riesgos”
La directora que denunció al gobierno de los Estados Unidos por su “guerra contra el terrorismo” después de 2001, presenta un documental sobre el ex empleado de la CIA que sacudió al mundo occidental con sus revelaciones.
Laura Poitras es una de las documentalistas más prestigiosas del mundo, autora entre otros trabajos de Mi país, mi país (nominado al Oscar en 2011) y El juramento (Premio a la Excelencia en Cinematografía en Sundance), filmes que testimonian y denuncian la política represiva global de los Estados Unidos en su llamada “guerra contra el terrorismo”. Ahora, su más reciente golpe cinematográfico lo da con Citizenfour, un documental sobre Edward Snowden, el consultor tecnológico de la CIA que reveló documentos clasificados sobre programas de vigilancia interna y externa del gobierno estadounidense. Habiendo abordado diversos aspectos de la era que sobrevino al 9/11, Poitras está involucrada en la historia de Snowden desde el principio: de hecho, ella fue a quien acudió el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional para dar a conocer esa información. Posterioremente, ella y su cámara testimoniaron el encuentro entre Snowden y el periodista Glenn Greenwald en un hotel de Hong Kong, desde donde salieron las primeras revelaciones de un caso que todavía tiene derivaciones imprevisibles. Así es que además de cronista y observadora, la directora también parte de la historia, lo que añade una dimensión extra de suspenso a Citizenfour.
–Usted estaba allí cuando la noticia de Edward Snowden impactaba en todo el mundo. ¿En qué momento supo que eso sería una película?
–Tuve una sensación fuerte desde el principio, en 2013, cuando comencé a recibir correos electrónicos anónimos. Sabía que iban a ser parte de algo, aunque no sabía exactamente qué. Sus correos electrónicos me llevaban a un espacio de tensión y preocupación. En ese momento, le dije: “¿No deberíamos tener un cara a cara?”. Él dijo que no. Así que pensé que iba a permanecer en el anonimato, pero que conservaría sus correos electrónicos y que en algún momento accedería a esa documentación. Entonces, en algún momento, se me informó que Snowden tenía la intención de presentarse como la fuente de esta información. Fue una sorpresa total para mí, las cosas cambiaron. Le dije: “Tengo muchas ganas de conocerte, y quiero llevar mi cámara.” Y él respondió: “No, yo no soy la historia. Debe ser sobre los temas”. Él estaba preocupado por el riesgo de una reunión cara a cara. Traté de argumentar que su motivación me importaba, y que iba a importarle al público. Eso me aseguraba que la información continuaría, si algo llegara a suceder. Obviamente como cineasta, cuando me di cuenta de que había la posibilidad de una reunión, cambió la narración.
–Pero ya había estado trabajando en una película sobre la vigilancia antes de eso, ¿no? Había contactado a ex funcionarios de la Agencia de Seguridad Nacional, como se puede ver en la película.
–Yo había estado filmando con William Binney desde 2011. Él dijo algunas cosas que eran asombrosas, porque había sido testigo directo en el período inmediatamente posterior al 9/11. Es interesante ver cómo esto cambió: cuando comencé a filmar con Binney, recuerdo que había como 15 personas en la sala. Estaba oscuro, no había una ventana, y él estaba allí, explicando esos crímenes mayores. Y me quedé pensando “¿por qué esto no sucede ante más cantidad de personas? ¿Por qué la gente no le presta atención?”. Este hombre y otras personas que habían intentado levantar un poco de conciencia de lo que la Agencia estaba haciendo, tenían poca atención. Claro que lo de Snowden está en otro nivel. Para mí, lo de Snowden se volvió más conflictivo además por todo lo que nos habían hecho creer los medios de comunicación. Él, obviamente, tiene el coraje de sus convicciones. Pero creo que una buena parte de su ira parece venir del hecho de que las cosas que reveló, sintió que no fueron debatidas masivamente en el país. Es difícil de entender porque los medios filtran la información. Algo se ve en esos días en Hong Kong, allí quedan claras las opciones que decidió tomar. Ha sido totalmente consistente en que se siente que estas cosas no debían ser secretas. Si el gobierno va a hacer esto, entonces el público tiene derecho a saber. Considero además que él cree que este tipo de tecnología es extremadamente peligrosa. No es sólo que el público debe debatirlo; él realmente siente que esto es una amenaza para la democracia. Confiar en la bondad de la política y otorgarle tanto poder, es problemático. Haber pasado tiempo con él en ese momento, me permitió además obtener una visión diferente.
–Al principio, usted lo tiene a él diciendo que quiere “ser el blanco y tenerlo pintado directamente sobre espalda”. Pero luego dice que no quiere ser el foco. ¿No le da la sensación de que tiene un plan cuidadosamente pensado?
–Bueno, es una especie de situación clásica del soplón: hay algo que se está haciendo aquí, y la gente debe saberlo. Para mí, el relato que lo ubica como un narcisista que quiere llamar la atención exclusivamente sobre sí mismo, es completamente falso. Tuve que convencerlo muy seriamente para poder reunirme con él y poder filmarlo . Pero también ha sido consistente en que él no iba a dejar que otros tomen la culpa. Sabía que esto llevaría a una investigación por la filtración masiva, y también sabía lo que eso significaría para la gente que trabajaba con él, así que asumió el papel de principal fuente de filtraciones. Creo que esa fue siempre su intención. “No trates de protegerme”, me dijo. Y eso era extraño para mí porque como periodista, mi instinto es siempre tratar de proteger a mis fuentes.
–Pero en sus anteriores películas también hubo enfoque en los individuos, en sus historias personales. Con demasiada frecuencia, las películas sobre estas “grandes cuestiones” (y eso es un término problemático) terminan apenas impartiendo datos. Pero sus películas son sobre la gente, en la idea de que siguiendo a la persona adecuada, entonces esos temas se abrirán de una manera más convincente.
–Sí, salgo de la tradición del cinéma verité donde se siguen eventos a medida que se despliegan ante los ojos, en tiempo real. Y cuando sucede, usted consigue todo el drama y la incertidumbre que viene junto con la vida. En este caso, ir a Hong Kong y estar en la habitación con Snowden. Era una persona en un punto de no retorno absoluto. El drama es inherente. El hombre tomó sus decisiones que lo llevaron a ese punto. Así que, ¿por qué iba alguien a hacer esta elección, y cuáles son sus motivaciones, y cómo se puede hacer frente a ese tipo de estrés? Todas esas cosas forman parte de la película. Habitualmente cuando se sienta a la gente y se les pide que respondan a una entrevista, se puede perder el sentido de la incertidumbre, el riesgo y peligro, porque una vez que las cosas sucedieron, la historia se convierte en lineal y elude las múltiples posibilidades. Pero sí, me gusta tener al protagonista llevando a la película hasta cierto punto de intimidad, y a través de sus acciones luego revela cuestiones más profundas.
–Usted dijo que tenía que convencer a Snowden para reunirse con él y filmarlo. ¿Tuvo que convencerlo aún más cuando se hizo evidente que esta película sería específicamente acerca de él?
–Una vez que se había acordado y entendido que iba a ser parte de la historia no importaba. Él lo aceptó porque confiaba en mí. Una vez que mi cámara apareció en Hong Kong, todo el mundo sabía lo que iba a suceder. Y nadie me pidió que parara. Fue un juego bastante extraordinario dadas las circunstancias. Creo que no sabía lo que le pasaría a él en el día a día, y cómo iba a guir a través del tiempo. Así que fue una especie de momento “todo incluido”. Había tomado tantos riesgos que la cámara sólo se convirtió en otra parte de su historia personal. Esto probablemente va a sonar como una extraña observación, pero decidí filmar sobre el fondo blanco de esa habitación de hotel, allí está encuadrado Snowden en gran parte de la película. Es extraño: por lo general, la filmación sobre un fondo blanco es algo que no debe hacerse. Pero ahí me dio una sensación de calma total. En realidad mejoró la idea de que allí había alguien cuya conciencia estaba finalmente clara, alguien que estaba en paz consigo mismo. Es interesante. Como cineasta, me acuerdo cuando estábamos hablando de dónde reunirnos. Yo ni siquiera sabía en qué país o ciudad nos íbamos a encontrar, pero le dije “por favor, asegúrese de que no sea en una habitación de hotel”. Y cuando llegamos allí, pensé “mi Dios, ¿todo esto blanco? ¿Realmente tengo que filmar con todo este blanco?”. Ahora, en retrospectiva, siento que la habitación del hotel y ese escenario claustrofóbico fueron una bendición. Él también llevaba una remera blanca. Ahora que lo pienso, estoy de acuerdo que eso crea una atmósfera que no me gustó hasta que llegué a la sala de edición.
–¿Qué sintió en tener a Snowden como titular de una noticia de último momento, mientras estaba trabajando en la película? Esa situación de primicia en tiempo real debe ser interesante.
–Tuvimos una fuerte sensación de que íbamos a hacer la película que queríamos hacer; que no respondería al frenesí de los medios. Mientras tanto, seguí trabajando sobre lo que estaba sucediendo. Sabemos el formato cine no se trata de noticias de últim momento, que estábamos tratando de contar una historia más grande. Sí, esta es una película sobre la Agencia de Seguridad Nacional y la vigilancia. Pero también es una película sobre los seres humanos, acerca de las personas que toman grandes riesgos.
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