Una mujer se puso a todos en el bolsillo
El film de Sebastián Lelio viene a confirmar el excelente momento que está viviendo en estos días el cine trasandino. La protagonista es una separada de unos 60 años que trata de atravesar esta etapa de su vida de la manera más feliz posible.
Por Luciano Monteagudo
Desde Berlín
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-27774-2013-02-11.html
Tuvieron que pasar tres jornadas y media docena de películas para que apareciera una de las primeras candidatas serias a los Osos del Festival de Berlín, de acuerdo al aplauso cerrado que tuvo en el enorme Berlinale Palast y a los entusiasmadísimos comentarios de la crítica acreditada que brotaron en Twitter inmediatamente después de la proyección. Y no se trata de ningún nombre famoso o de algún título particularmente esperado. De hecho, es el único film latinoamericano en competencia oficial en esta edición número 63 de la Berlinale: la película se llama como su protagonista, Gloria, la dirigió el chileno Sebastián Lelio y viene a confirmar el excelente momento que está viviendo en estos días el cine trasandino, que el próximo domingo –casi simultáneamente con el palmarés de la Berlinale– se juega el Oscar de Hollywood a la mejor película extranjera, con la celebrada No, de Ricardo Larraín.
Los tres largos anteriores de Lelio (Santiago, 1974) fueron premiados en San Sebastián, la Quincena de los Realizadores y Locarno y al menos dos (La sagrada familia, Navidad) se conocieron en el Bafici. Pero ciertamente Gloria parece en condiciones de disputar las ligas mayores, al ser esa extraña clase de películas capaces de unir intereses aparentemente irreconciliables, de gustar tanto al público como a la crítica (y, por qué no, también a los jurados). Ese raro consenso está conseguido, en principio, a partir del cálido, afectuoso retrato que Lelio hace de su protagonista, una mujer separada, de unos 60 años, que trata de atravesar esta etapa de su vida de la manera más feliz posible, algo que, por supuesto, no siempre es sencillo.
Pero Gloria –y ahí está uno de los primeros secretos del éxito del film– es esencialmente un personaje positivo. Se nota en pequeños detalles que se van sumando desde la primera escena que la soledad le pesa, y mucho. Pero Gloria no se anda lamentando por allí. Sus hijos ya son grandes y tienen sus propias vidas, no exentas de problemas, y ella no pretende sumarles los suyos. Trabaja, tiene su auto y su independencia económica. Y un par de noches a la semana va a bailar a una discoteca en donde todos, más o menos, transitan su misma edad y su misma situación. Es un punto de reunión para solos y solas, pero la película se cuida bien de escaparle al patetismo. Nada de eso hay en Gloria, que a pesar de sus enormes anteojos, detrás de los cuales podría perfectamente ocultarse, no tiene vergüenza alguna en seducir a un hombre (y lo hace muy bien) si éste le gusta como para salir a la pista de baile o, incluso, para llevárselo a la cama.
Es el caso de Rodolfo, un sesentón como ella, propietario de un parque de diversiones, con el que de pronto Gloria descubre que es capaz de vivir una pasión que quizá ya no esperaba encontrar. El hombre no es exactamente un galán, pero se muestra caballeroso y ardiente, quizá demasiado, al punto de volverse algo pesado. De manera un tanto ingenua, Gloria subestima no tanto la vida que ella carga a sus espaldas como la de Rodolfo, de la que no sabe casi nada. Y de la que tampoco hay demasiado bueno por saber.
Como guionista (junto al crítico Gonzalo Maza), Lelio tiene el buen tino de no espesar las tintas y de sugerir antes que de enunciar. No hay golpes bajos ni horribles revelaciones, pero no deja de ser un momento incómodo para la familia de Gloria cuando, en una cena de cumpleaños, Rodolfo admite, un poco a regañadientes, que fue oficial de la Marina. A su vez, como director, Lelio toma la sabia decisión de acompañar a Gloria en todo momento, sin perderla ni por un minuto de escena, aun en las más íntimas, que no son pocas, y donde la estupenda Paulina García (desde ya favorita al Oso de Plata a la mejor actriz) pone en juego no sólo su talento sino también su cuerpo.
Ahora bien, ¿es Gloria tan buen film como parece? En todo caso, podría ser mejor, si fuera un poco más riguroso en sus propios términos: si se atuviera a su tono inicial, no por seco menos templado; si se abstuviera de ciertos momentos simbólicos (el títere-esqueleto que le recuerda a Gloria la proximidad de la muerte, el pavo real que hacia el final le muestra la perenne belleza de sus plumas); si prescindiera quizá de esa escena algo demagógica en la que Gloria recorre las calles durante una manifestación estudiantil y que parece forzar una comparación entre la liberación del personaje y la de la sociedad (una comparación que el propio Lelio se encargó de enfatizar en la conferencia de prensa que siguió a la proyección). En todo caso, no cabe duda de que Gloria –desde su título mismo, comprensible en cualquier idioma y que sugiere la idea de goce y felicidad– ya se puso a la Berlinale en el bolsillo. Ahora sólo falta que también se lleve alguno o varios Osos en la valija.
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