Por SIULNAS
Oscar Vázquez Lucio
Oscar Vázquez Lucio
FUENTE: http://siulnaszapping.multiply.com/journal/item/127
Profesionalmente, el humor de Geno Díaz surge fortuitamente y a través de objetos de porcelana de lo más variados como ceniceros, jarras y platos haciendo las veces de tarjetas de fin de año.“Al principio los hice para enviarlos a mis amigos –confiaría en diciembre de 1969-; cada objeto lleva una caricatura o alguna broma para el destinatario. Es algo que empecé a hacer siete años atrás, como además hice otros ilustrados con gatos, surgieron así coleccionistas de estos últimos que luego comenzaron a encargarse objetos para enviar a sus amigos en las fiestas, como yo hacía con los míos. Entre quienes se han hecho confeccionar esta suerte de ‘nueva tarjeta’ navideña se encuentran Ben Molar, Palito Ortega y Florencio Escardó, y entre quienes las han recibido se cuentan figuras tan conocidas como Irineo Leguisamo y Héctor Ricardo García…”
Como no podía ser de otra manera, el humor de Geno pronto llegó a los medios gráficos como “Adán”, “Atlántida”, “Juan”, “La Hipotenusa”, “Tía Vicenta”, “Mengano” y otras publicaciones locales, como así también a las españolas “La Codorniz” y “Golfostory”, hasta que el 5 de setiembre de 1975, intentando su propia aventura editorial, da a conocer “Media Suela”, revista que aparece sin ninguna clase de apelación al lector, al que recién se dirigirá en el octavo número, señalando:
“En la Argentina del 75 es insólito que algo no suba de precio durante cuatro meses. Pero nuestra capacidad de humor tiene límites. Salimos a principio de setiembre y nuestro mejor chiste fue decidir: 1º nuestra revista no llevaría publicidad en sus páginas. 2º No haríamos una campaña promocional de esas que se te aloja hasta en los recovecos del pabellón de la oreja. 3º No aumentaríamos el precio de 20 mangos aunque el kilo de papel se equiparara al precio del kilo de langostinos. Y cumplimos. Otro chiste insólito en la Argentina del 75: cumplir. Claro, todos nos piden explicaciones y quieren que les contemos cómo hacemos para sobrevivir. En primer lugar hemos adquirido disciplinadamente el hábito de respirar pausada y rítmicamente sin parar un segundo, eso ya nos ayuda. En segundo lugar nos hemos convencido que como fervorosos ciudadanos de nuestra tierra, nuestro mejor ejemplo es el Estado Nacional, y nada de lo que él haga nos es extraño y todo debe ser imitado. Así es que nos podemos cansar de perder guita y trabajar con déficit que igual contaremos con el apoyo de nuestros fieles partidarios que nos reconocerán como las legítimas autoridades de esta publicación…”
Ya para entonces habían aparecido sus libros “Tango y Kama-Sutra”, “50 Gatos por diez pesos”, “Genocidio”, “Pero Reímos…”, “Dibuxos de Betanzoa” y “Kama-Sutra, Kama-nostra”.
-Cuando yo tenía pantalones cortos, ya leía tus chistes en las revistas –solía decirme bromeando, aludiendo a su tardía incursión en el humor profesional cuando ya se aproximaba a los 40 años, pero lo cierto es que no había necesitado mucho tiempo para lograr un merecido lugar de privilegio entre los humoristas argentinos, granjeándose la amistad de los mismos en menos tiempo aún. Es que más allá de tribulaciones a propósito de las necrológicas, Geno estaba convencido que “los dibujantes somos buena gente… Somos solidarios, somos de ponernos el hombro unos a otros”, como enfatizó cuando lo tuve como invitado en la Exposición Humoronística de Primavera, realizada en Morón en 1976, un año antes de que incursionara también en la novela, género al que aportaría “Los desangelados”, “Moriré sin conocer Disneylandia”, “La Cueva del Chancho”, “El hombre que compró su muerte”, “Bazar de 0,95”, “Cenizas y fatigas”, “Genocidio II” y la ya mencionada “Kermese”, por la que obtuvo un premio póstumo al distinguirla la SADE con su Faja de Honor, meses después de la muerte del autor.
“-¡Van a suceder tantas cosas de las que nunca sabremos más nada!... –había escrito Geno Díaz al morir el fino humorista José María Jaunarena, tres meses después que Cognigni- ¿O sí? Sería terrible que Dios también nos fallara, viejo Jauna. Y que no sea cierto eso de que… No quiero ni pensarlo. Prefiero imaginarte ahora jugando a las bochas con el viejo Oski, con Jordán de la Cazuela, con Calé, con el gordo Cognigni, con Wimpi, qué sé yo, Jauna. Quiero para mí esa última esperanza de que sirvamos para algo más que para engordar la tierra…”
¿Podríamos ahora imaginar nosotros al propio Geno sumado a ese grupo, jugando él también a las bochas y evocando de paso, su viejo barrio de Mataderos?
“Conseguir una larga vida, hasta la esperanza de eternidad”, consideró una de las ilusiones básicas, un mes antes de morir.
Sí, preferiría imaginar como él, que… pero la escueta tarjeta es desde hace 24 años lo único tangible: “Nombre del fallecido…”
Como en aquellas máquinas que exhibían una sucesión de fotografías echando 20 centavos en la ranura, para nosotros queda la búsqueda de sensaciones e ilusiones a través de la impresionante producción que ha dejado haciendo cosas “a lo bestia”, como diría otro de sus personajes, el tío Ignacio Calderón de Secuéllamo y Zamorano del Monte.
En este aspecto, al menos, la esperanza de Geno Díaz no ha sido vana: ha servido “para algo más que para engordar la tierra”…
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