Para María Florencia Alcaraz existe un movimiento, en el que confluyen la tradición del cine político y la educación popular, que busca generar espacios de libertad y expresión para los sectores populares.
Por María Florencia Alcaraz*
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-161574-2011-02-02.html
Resulta inevitable observar qué acercamientos y rupturas marcan con respecto a las experiencias precedentes.
En primera instancia, es claro que las formas de intervenir en la transformación social desde el lenguaje audiovisual y sus tecnologías están determinadas por el tiempo y el espacio en el cual los realizadores están insertos. Hoy los cineastas explotan las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías en relación a la filmación (cámaras digitales livianas), montaje (fácil acceso a programas de edición para computadoras personales) y proyección (equipos digitales) y someten sus voluntades a una construcción democrática comprometiéndose con sus objetivos.
En épocas anteriores no sólo el equipamiento significó un obstáculo. El contexto de efervescencia era de tal magnitud, al igual que la trama represiva, que obligaba a la mayoría de los grupos a operar en la clandestinidad. Esta situación implicaba intervenir con recursos y estrategias de comunicación alternativas para responder a coyunturas más urgentes. El acento estaba puesto en la exhibición de la película y lo que ésta podía desencadenar como acto político con una clara impronta de denuncia y clarificación.
En la actualidad, la idea de construir films junto a las clases subalternas está vinculada a hacer cumplir uno de los tantos derechos vulnerados para estos sectores sociales y no ya a la necesidad de generar un cambio desde las bases. Aunque persista el propósito de transformación social, lo que predomina es la idea de democratización de los saberes audiovisuales en pos de un ejercicio más pleno del derecho a la comunicación. Lo que motoriza la acción de estas agrupaciones es la creencia firme de que las clases populares tienen derecho a manejar el lenguaje audiovisual y las tecnologías como sujetos enunciadores y con conciencia crítica. Se democratiza el saber para saldar una situación de desigualdad en el acceso que estos sectores populares tienen a los medios de comunicación masiva.
Si bien suelen aparecer en gráfica, radio, televisión y cine, el tipo de comunicación tutelar y pasiva que los medios pregonan hace que estas capas de la sociedad no tengan incidencia sobre cómo se habla de ellos o sobre la imagen que se proyecta de ellos, se sientan estigmatizados y no representados en lo que ven sobre sí mismos.
Al tener acceso a los saberes y a las tecnologías de la comunicación las clases populares pasan a ser constructores activos y no simple objeto de la comunicación; colaboran a que exista más variedad en los mensajes intercambiados; y aumenta, en cierta medida, el grado y la calidad de la representación social en la comunicación.
Además, al formar parte del proceso creativo y de la toma de decisiones en relación a las historias que se tejen sobre ellos y contar desde su perspectiva su cotidiano, sus luchas, sus deseos, sus alegrías, sus dolores, esperanzas y sueños, surge la posibilidad de generar un archivo para la memoria colectiva.
Aparece aquí la noción de inclusión y participación social que genera este tipo de acciones. Los realizadores tienen en claro que las actividades que se realizan en el taller no solucionarán la situación de falta de trabajo, la violencia y la marginalidad que atraviesan aquellos que participan de las experiencias, pero sí abocan sus esfuerzos a construir espacios de libertad y expresión en sus talleres.
Las experiencias actuales comienzan a marcar otro camino que quizás alguna vez fue soñado por educadores o cineastas que antecedieron a estos realizadores. Estas nuevas prácticas marcan surcos en los cuales el esfuerzo por encontrarse con el otro se hace real al brindarle las herramientas tecnológicas y los conocimientos, superando las instancias que se limitan a registrar la realidad de estas clases sociales y tomando como metodología y estrategia pedagógica a la educación popular para poder llevar a cabo sus intenciones. Son los primeros pasos de un recorrido que ahora se camina con los otros.
* Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de La Matanza.
En la cúspide de la democratización de la comunicación en el plano legal, en Argentina emergen múltiples prácticas en las cuales confluyen la tradición del cine político y la educación popular:
Desde Abajo Cine, Cine en Movimiento y Cinekinesis, entre otras, son agrupaciones que trabajan enseñando la herramienta audiovisual y capacitando a grupos de personas provenientes de los sectores populares en la producción de sus propios videos. Retoman algunas características del camino transitado por los cineastas y videastas que se propusieron otorgarle visibilidad y dar voces a las luchas de los sectores populares. Dialogan con estas realidades desde lo educativo en un proceso donde las instancias productora y receptora se entremezclan en un intercambio de mutuo enriquecimiento.
En primera instancia, es claro que las formas de intervenir en la transformación social desde el lenguaje audiovisual y sus tecnologías están determinadas por el tiempo y el espacio en el cual los realizadores están insertos. Hoy los cineastas explotan las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías en relación a la filmación (cámaras digitales livianas), montaje (fácil acceso a programas de edición para computadoras personales) y proyección (equipos digitales) y someten sus voluntades a una construcción democrática comprometiéndose con sus objetivos.
En épocas anteriores no sólo el equipamiento significó un obstáculo. El contexto de efervescencia era de tal magnitud, al igual que la trama represiva, que obligaba a la mayoría de los grupos a operar en la clandestinidad. Esta situación implicaba intervenir con recursos y estrategias de comunicación alternativas para responder a coyunturas más urgentes. El acento estaba puesto en la exhibición de la película y lo que ésta podía desencadenar como acto político con una clara impronta de denuncia y clarificación.
En la actualidad, la idea de construir films junto a las clases subalternas está vinculada a hacer cumplir uno de los tantos derechos vulnerados para estos sectores sociales y no ya a la necesidad de generar un cambio desde las bases. Aunque persista el propósito de transformación social, lo que predomina es la idea de democratización de los saberes audiovisuales en pos de un ejercicio más pleno del derecho a la comunicación. Lo que motoriza la acción de estas agrupaciones es la creencia firme de que las clases populares tienen derecho a manejar el lenguaje audiovisual y las tecnologías como sujetos enunciadores y con conciencia crítica. Se democratiza el saber para saldar una situación de desigualdad en el acceso que estos sectores populares tienen a los medios de comunicación masiva.
Si bien suelen aparecer en gráfica, radio, televisión y cine, el tipo de comunicación tutelar y pasiva que los medios pregonan hace que estas capas de la sociedad no tengan incidencia sobre cómo se habla de ellos o sobre la imagen que se proyecta de ellos, se sientan estigmatizados y no representados en lo que ven sobre sí mismos.
Al tener acceso a los saberes y a las tecnologías de la comunicación las clases populares pasan a ser constructores activos y no simple objeto de la comunicación; colaboran a que exista más variedad en los mensajes intercambiados; y aumenta, en cierta medida, el grado y la calidad de la representación social en la comunicación.
Además, al formar parte del proceso creativo y de la toma de decisiones en relación a las historias que se tejen sobre ellos y contar desde su perspectiva su cotidiano, sus luchas, sus deseos, sus alegrías, sus dolores, esperanzas y sueños, surge la posibilidad de generar un archivo para la memoria colectiva.
Aparece aquí la noción de inclusión y participación social que genera este tipo de acciones. Los realizadores tienen en claro que las actividades que se realizan en el taller no solucionarán la situación de falta de trabajo, la violencia y la marginalidad que atraviesan aquellos que participan de las experiencias, pero sí abocan sus esfuerzos a construir espacios de libertad y expresión en sus talleres.
Las experiencias actuales comienzan a marcar otro camino que quizás alguna vez fue soñado por educadores o cineastas que antecedieron a estos realizadores. Estas nuevas prácticas marcan surcos en los cuales el esfuerzo por encontrarse con el otro se hace real al brindarle las herramientas tecnológicas y los conocimientos, superando las instancias que se limitan a registrar la realidad de estas clases sociales y tomando como metodología y estrategia pedagógica a la educación popular para poder llevar a cabo sus intenciones. Son los primeros pasos de un recorrido que ahora se camina con los otros.
* Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de La Matanza.
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