Un desafío al cine de Hollywood desde la provincia de Buenos Aires
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Economía de recursos, cámaras 3D, estructura horizontal que rechaza los roles fijos del director y los actores son algunas de las características del Fecico que se lanzará en septiembre. Diálogo con los organizadores.
Existe alguna relación entre los criterios cinematográficos del director Werner Herzog y los que tienen los organizadores del Festival de Cine del Conurbano (Fecico)? Aunque pueda parecer extraño, la respuesta a esta pregunta es afirmativa.
En La cueva de los sueños olvidados, Werner Herzog entró a la vida de hombres muy lejanos a través de su cámara 3D. Sin grandes tecnicismos, con un puñado de hombres, logró, tras impertinente constancia, que le abrieran las cuevas de Chateau, Francia, donde en 1994 fueron descubiertas maravillosas pinturas rupestres del paleolítico superior que, según los espeleólogos, la única manera de conservar era manteniéndolas cerradas. Pero Herzog insistió, insistió e insistió y logró filmarlas. Así nos enseñó no sólo que la perseverancia es el mejor medio para obtener metas, sino también el intenso espíritu ritual que se desprende de sus imágenes, la poética que surge de ese intento de acercarse con pies y manos, con ojos y cámara, para mirar a los hombres que nos parecen tan lejanos, pero que están allí, casi observándonos: cabezas de toros y alces, patas repetidas que simulan la velocidad de la marcha, los saltos, el hombre mismo en movimiento, el cubismo de Picasso ya inventado por aquellos maravillosos artistas de las cavernas. Eso es lo que él llama la “verdad extática”, no de estatismo, sino de éxtasis y de arrobamiento.
Esa verdad extática, también podemos hallarla en la reunión donde nos encontramos con los organizadores del Fecico (Festival de Cine del Conurbano) en el Centro Cultural Padre Mugica de Banfield: Guillermo Roig, titiritero del Teatro San Martín durante 20 años y actual cineasta; Aníbal Maza, profesor universitario de cine; Romina Rocha, estudiante de publicidad y fanática seguidora de este proyecto; Rubén Veizaga, a quien se le adjudica la leyenda de que ha visto todo el cine latinoamericano que existe y que existirá; Julio Rivero, director del Centro Cultural Padre Mugica de Banfield. Todos ellos nos ayudaron a adentrarnos en el mundo cercano, pero lejano, de la realidad del Gran Buenos Aires, que los cineastas tratan de traernos con una camarita de 3D, o una cámara de fotos.
Ya habíamos entrado en la mitad de esta charla, cuando Rivero se pone de pie, baja una pantalla y proyecta un corto: La fábrica, donde con imágenes silenciosas y fondo de tango –quizás de Piazzolla– se nos narra el dolor de un desocupado. Un simple cartel (“Se hacen changas”) lo dice todo y nos señala. Es la misma poética de Herzog, hay en ella la misma verdad.
Guillermo Roig: –Hay una revolución digital que nos permite tener una herramienta para hacer cosas. Los pibes del Conurbano pueden hacer grupos, juntarse y crear una película de una manera muy distinta a la clásica producción industrial del “cine serio”, que es vertical, hay un director y se hace lo que el tipo dice. El cine “serio” es fundamentalmente de raíz europea. Pues acá no: el grupo es el que trabaja, tal cual sucede en una obra de teatro. El que actúa, actúa; hay un director que surge naturalmente, pero también está el que tiene facilidad con la computadora y arma la cinta sonora, y el iluminador, el guionista. Miles de roles que atraviesan la obra y que en la próxima se intercambiarán: eso es lo que se está dando y es lo que vimos en muchas de las 57 películas que se mostraron acá en 2010.
Aníbal Maza –No es lo mismo el paisaje de Ituzaingó que el de Varela. El Gran Buenos Aires no es una sola identidad, es una variadísima multiplicidad de culturas; en el Gran Buenos Aires no hay un centro, sino muchos. Y queda claro en las vastas experiencias que se mostraron y que a nosotros mismos nos sorprendieron, como una chica de Escalada que, como viene sucediendo en Saladillo, a la manera del grupo Catalinas de La Boca, hace cine con vecinos. ¿Qué es el cine con vecinos? Es el cine donde las personas del barrio son los actores de sus propias historias.
Julio Rivero –Ese cine con vecinos surgirá, tarde o temprano, emergente de una realidad que se está mostrando. La gente actuando de sí misma, como el ejemplo que tenemos en el Troxler de Los hijos de Fiero haciendo su propio papel durante la resistencia peronista. Eso es lo que queremos, esa filosofía, ese espíritu de juntar a la gente para mostrar sus creaciones, sus culturas, sus formas de ver las cosas. Ese creo que es el mismo espíritu de la Ley de Medios
–¿Hay una identidad de esa variada realidad granbonaerense?
Ruben Veizaga: –Cuando trajimos en el Fecico 2010 a cineastas latinoamericanos nos decían: “Esto podría estar sucediendo en los alrededores de Bogotá, o en el Distrito Federal de Méjico, en el cinturón de San Pablo, en las afueras de Santiago. Sí, hay una identidad descifrada justamente por esa tremenda variedad de culturas y tragedias, historias maravillosas y simbólicas, que se conglomeran en las grandes ciudades.
Romina Rocha –Esa mixtura de culturas es la que pone en tela de juicio a la Academia del Cine. Es que el cine de los Estados Unidos formó espectadores, y ahora tenemos que empezar a aprender a mirar de otra manera. Quienes trabajan de esta forma en cine lo hacen a la manera de Roberto Arlt, quien aunque es cuestionado, aun ahora, es irreemplazable porque nos da una mirada vital y única de un mundo que hasta ahora no había sido descubierto. También por aquello de “el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”.
–Como Herzog.
Roig: –Pero con nuestra propia manera de andar. Hemos visto cine con mixtura de colores, formas. En El cuenco de las ciudades mestizas, que fue la película que ganó el año pasado, de Alexis Fusario, el grupo que la creó no tiene miedo de desafiarse, proponer, intentar otra cosa…
Rocha: –¡Jugar! No existe ese prejuicio de “a ver, quedará bien esto, hay que hacerlo así”, sino que van, lo hacen y listo. Y queda bien
Roig: –Como decía Ariel Bufano, hay cosas que no se hacen hasta que llega alguien, toma la determinación de llevarlas a cabo, y entonces resultan válidas. El mismo jurado se vio sorprendido por la intrepidez de los concursantes y debió justificar muy detalladamente y con buenos argumentos, por qué había ganado tal obra. Jurados de la talla de Carlos Galettini, director y montajista de La patria equivocada, o Darío Tedesco, montajista, entre tantas, de Gatica, el mono; Sergio Zóttola, Salvador Melita, Ismael “Paco” Hase.
Rocha: –Los formatos audiovisuales nos permiten trabajar desde cualquier lugar: en una plaza, a través de Internet, con un televisor instalado en una casa. Ahora la creación está en marcha. Nosotros lo que hicimos fue ofrecer un lugar para mostrarlo.
Los dejamos ahora, a ellos, organizando el próximo Fecico de este año, y al que ya están convocando.
A través de su película, Herzog nos muestra aquel mundo cerrado durante 20 mil años por un derrumbe, y que data de hace 32 mil. Siguiendo con el paralelismo, podemos decir que la dictadura fue el derrumbe que enterró bajo piedra la creación de hombres que ahora están surgiendo otra vez con esfuerzos poéticos como este.
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