martes, 14 de junio de 2011

MUESTRA PARALELA DE CINE VASCO EN EL FESTIVAL DE CEARA

Films más allá de la política

“Begidarak: Miradas al cine vasco” se compone de cuatro largometrajes y dieciséis cortos, en los que las temáticas no quedan ancladas sólo en los conflictos de la región. Entre la programación sobresale Ama Lur (Tierra Madre), de 1968.

Por Oscar Ranzani
Desde Fortaleza, Brasil.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-21991-2011-06-14.html
 
La muestra paralela “Begidarak: Miradas al cine vasco” es una rareza dentro de la programación del 21º Festival Iberoamericano de Cine de Ceará. Se compone de cuatro largometrajes y dieciséis cortos que trazan un panorama de la producción cinematográfica actual del País Vasco, que demuestra una apertura a una temática diferente de la de los conflictos políticos de la región. 

Pero entre la programación sobresale Ama Lur (Tierra Madre), considerada como el punto de partida del cine vasco y realizada por Néstor Basterretxea y Fernando Larruquert en 1968, es decir, cuando Francisco Franco sostenía una férrea dictadura que sólo concluyó con su muerte. “Está considerada por la crítica como la piedra angular de la cinematografía vasca. Hay que tener en cuenta que en 1968, últimos estertores del franquismo, surge esta joya del audiovisual con una narrativa independiente y muy autóctona que pretendía crear un cine distinto e identificativo del pueblo vasco”, señala Unai Guerra, curador de esta muestra paralela del festival.

Guerra señala que Tierra Madre surgió como una obra única, pero queriendo, a la vez, construir una nueva corriente, como en aquella época podían ser la Nouvelle Vague, el neorrealismo italiano o la Nueva Ola Alemana. 

“Entonces, hizo una apuesta diferente, pero se quedó en eso. Desgraciadamente, no hubo mucho más, excepto alguna que otra muestra pequeña sobre ese cine tan particular.” El curador define Tierra Madre como un documental que recorre la cultura vasca “a través de los mundos urbano, rural, industrial”. “Es un bonito reflejo de cómo funcionaba el pueblo vasco en 1968. Si se tiene en cuenta que era de finales de la dictadura, tenía un punto de vista muy reivindicativo, haciendo una apuesta muy clara por mostrar un pueblo vasco con una identidad y un modo de ser y vivir diferente del español”, explica el curador.
Guerra comenta que a Tierra Madre hay que ubicarla en una época en la que la identidad vasca estaba perseguida y castigada. “Entonces, en un momento de declive del franquismo, había una sensibilidad nacional y artística que había sido ahogada durante cuarenta años. Creo que fue la evolución natural: vieron que se podía intentar hacer algo propio en un momento en el que había una respuesta muy fuerte en el País Vasco. Y surgió en el momento en que podía surgir porque antes era impensable.” Tierra Madre marcó el punto de partida de un cine muy político en los últimos años del franquismo y, tras la muerte de Franco, con mayor cuota de libertad, “se produjo un estallido de cine político, reivindicativo, que era el reflejo de la realidad del período anterior, del régimen franquista, y también del período de ese momento”, completa Guerra.
Otro de los largos que componen la muestra es El tiempo de las manzanas, dirigido por Josu Martínez y Txaber Larreategi. Se trata de una historia de amor entre Alfonso y Kristiane, una pareja de difícil convivencia, ya que él ha sido deportado a la Isla de San Tomé (Africa) por haber militado en ETA, mientras que su mujer está viviendo en el País Vasco, a siete mil kilómetros de distancia. “La programación de este film fue como respuesta a una solicitud del Festival de Cine de Ceará para que incorporase una película que abordara la problemática vasca –cuenta Guerra–. Es complicado que, de una forma objetiva, se muestre en alguna película no sólo el conflicto, sino un reflejo social de amplio espectro derivado del conflicto vasco. Porque no hay objetividad: son de un lado, son del otro y, en general, hay siempre líneas políticas marcadas en casi todas las películas que se han hecho. O si no están muy centradas en capítulos concretos del pueblo vasco como, por ejemplo, los atentados”, cuenta Guerra. Y considera que El tiempo de las manzanas se acerca lo más posible a una visión más anclada en lo concreto.

También es parte de la muestra paralela Lucio, un documental-thriller, según lo define el propio productor ejecutivo Jon Garaño. “Tiene una estructura de thriller y se basa en la historia de un personaje hasta entonces desconocido, un navarro del sur del País Vasco que se exilió en París a fines de los ’50. A partir de ese momento puso en un serio aprieto al First National Citibank por un sistema de falsificación de cheques de viaje. Se dice que conoció al Che y que le propuso una idea bastante estrambótica para acabar con Estados Unidos”, relata Garaño. Lucio Urtubia, el personaje en cuestión, tiene en la actualidad 80 años, vive en París y mantuvo a lo largo de toda su vida la convicción de la causa anarquista. “Todo el dinero que tuvo lo destinó a los libertarios vascos. Es por eso que se lo llegó a conocer también como el Robin Hood vasco”, dice el productor. Garaño es también codirector, junto a José Mari Goenaga, de Por 80 días, otro de los largometrajes de la muestra. En este caso se trata de una ficción que refleja una historia de amor entre dos mujeres de 70 años, una de las cuales descubre su lesbianismo en la tercera edad.

¿Cómo es la actualidad del cine vasco? “En los inicios del cine vasco, todo el cine era político”, cuenta Garaño. Y Guerra completa: “De hecho, hubo directores que intentaron hacer comedias y se los criticaba mucho; eran mal vistos los directores vascos que hacían películas ajenas al conflicto vasco, porque se consideraba un vehículo para denunciar la realidad vasca”. Garaño comenta que hoy en día eso ha cambiado notablemente: “Hay películas políticas pero también como la nuestra, Por 80 días, totalmente apolítica”.

A comienzos de los ’90 se produjo un momento de crisis del cine vasco. Sin embargo, surgieron dos películas que resultaron trascendentes como Vacas (1992) y La madre muerta (1993), de los directores vascos Julio Médem y Juamma Bajo Ulloa, respectivamente. “Creo que coincide una nueva generación de nuevos directores vascos que terminaron siendo los más conocidos, como Julio Médem, Alex de la Iglesia, Enrique Urbizu, Juamma Bajo Ulloa, una serie de directores que hoy son de prestigio y que empezaron sus trabajos a principios de los ’90. Entonces, en esa época de crisis fue cuando surgieron todos esos directores que hacen que se hable del Nuevo Cine Vasco. Casi todos ellos producen sus películas desde Madrid, aunque son directores vascos. Eso no ocurre con las producciones que se presentan en este festival, que son todas producidas en el País Vasco”, expresa Garaño. Y Guerra cree que también influye que durante los ’80 el cine estaba muy politizado y “este cambio generacional también da alas, se deja un poco de lado el tema político y se hace un cine de carácter muy personal. Todos esos directores tienen un sello propio. Si ves una película de Alex de la Iglesia, ya sabes que es de él. Es un cine muy personal, que funciona como una especie de contraste con el cine político que se venía haciendo.”

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