sábado, 13 de agosto de 2011

MURIO AYER, A LOS 83 AñOS, EL DIBUJANTE FRANCISCO SOLANO LOPEZ

El hombre que hizo de la realidad, fantasía

Conocido como el cocreador de El Eternauta, junto al guionista Héctor Germán Oesterheld, falleció tras luchar contra las secuelas de un accidente cerebrovascular. Fue uno de los últimos iconos de una época “dorada” de la historieta argentina.

Por Andrés Valenzuela
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/18-22590-2011-08-13.html

Cuando Francisco Solano López dibujaba sus personajes, concentraba la verdad en sus ojos de tinta. No importa qué período de su extensa carrera se estudie, en la mirada de cada una de sus viñetas es posible encontrar la expresión que la definía. Desde la madrugada de ayer, cientos de esos ojos de papel están cerrados. Los de El Eternauta –Juan Salvo–, Helena, Martita, Favalli, Rolo, Slot Barr, Evaristo, y también los del propio Solano, quien falleció tras luchar contra las secuelas de un accidente cerebrovascular que sufrió a comienzos de mayo pasado.



En el último tiempo, su obra había sido releída y revalorizada en distintos ámbitos políticos, sociales y culturales. En el mundo del comic su obra ya era largamente reconocida. Su partida es la de uno de los últimos iconos de una época industrial “dorada” de la historieta argentina. Un representante de un medio que ya no es en volumen, estructura, tema ni estilo como entonces, pero que reconoce la herencia indispensable de su obra. Solano López era conocido como el cocreador de El Eternauta, junto al guionista Héctor Germán Oesterheld –desaparecido por la última dictadura militar–. Sus viñetas de una Buenos Aires cubierta de copos mortales son emblemáticas y se recuerdan siempre que cae agua nieve. Cuando en 2007 efectivamente nevó en Capital Federal, este diario hizo tapa con sus trazos, que permanecen en la memoria colectiva a 54 años de su publicación original.

Aunque es su obra más conocida, a lo largo de más de seis décadas trabajando sobre el tablero forjó otras decenas de personajes, historias y mundos junto a cantidad de guionistas argentinos, como Guillermo Saccomanno, Ricardo Barreiro y Carlos Sampayo, y también autores extranjeros. Esa, sin embargo, fue su obra cumbre y recientemente había vuelto a ser profundamente apreciada desde el ámbito político por los valores que encarnaba, a la vez que un resurgente ambiente historietístico honraba su grandeza.

Era dueño de un estilo de dibujo realista sin importar qué técnica ni materiales empleara. Un dibujante de la vieja escuela, de cuando las revistas serializadas de aventuras marcaban el ritmo de la producción. Tenía un dominio excepcional de la figura humana y era un gran dibujante de rostros. En particular sobresalían los gestos que imprimía a sus personajes y las miradas. En una entrevista a este diario, en 2007, contaba que eso se debía a que había estudiado mucho a los pintores impresionistas ingleses, quienes lo habían conmovido profundamente, y cuyo talento trataba “de emular humildemente”.

Murió a los 83 años y, pese a su edad, todavía trabajaba, o al menos lo hacía hasta el ACV que le afectó la garganta, lo mantuvo internado primero y en recuperación después. Hasta entonces era posible encontrarlo con su ayudante en el departamento de la calle Sánchez de Bustamante, donde solía atender las entrevistas que le hacían. Una mirada atenta descubría concentrada en el pequeño living una vida entera dedicada al dibujo. Solano López nació en 1928 y comenzó su carrera como dibujante de historietas en 1953, junto al guionista Roger Plá en la serie Perico y Guillermina. Tenía 25 años y, poco después, empezaría a ilustrar los guiones de Oesterheld. En 1957 el guionista fundaría la editorial Frontera y junto al dibujante cambiarían las viñetas argentinas con El Eternauta. Se publicaba como serie y su primera entrega fue publicada el 4 de septiembre, fecha por la que hoy se celebra con fuerza de ley el “Día de la Historieta Nacional”.


Es llamativo enterarse de que las páginas originales de esa obra fundamental de las viñetas argentinas no están en el país, sino en manos de un coleccionista italiano. Hace poco una editorial francesa publicó el libro a partir de esos originales y el propio Solano López comentaba sorprendido que allí había redescubierto un montón de detalles que había olvidado, merced a las falibles impresiones de la época en la que fue publicada originalmente, y sobre las cuales se hicieron las sucesivas reediciones.

Cuando el proyecto de editorial Frontera cayó, Solano se radicó en Europa y trabajó para la editorial inglesa Fleetway hasta mediados de los ‘70, cuando volvió al país. En 1976 la editorial Record lo convenció de continuar El Eternauta junto a Oesterheld. Fue una saga todavía más jugada políticamente, con Oesterheld ya integrando Montoneros, y Gabriel, hijo del dibujante, siguiendo un camino similar. Fue el propio Gabriel quien marcó los siguientes pasos del dibujante, cuando lo secuestró un grupo de tareas de la dictadura. Entonces Solano López recurrió a viejos conocidos de estudios en el Liceo Militar y consiguió liberarlo, a cambio del exilio en España. Allí creó Ana e Historias Tristes, sobre cuentos de su hijo, en lo que son varios de sus relatos más potentes y desgarradores.

Más tarde se radicó en Brasil y desde allí trabajó para editoriales norteamericanas. En su largo periplo acumuló personajes y series, siempre con un nivel notable, como Bull Rocket, capítulos de Ernie Pike, Slott Bar, Ministerio, Rolo el Marciano (las dos últimas publicadas un año y medio atrás por Página/12), Joe Zonda, Evaristo, Calle Corrientes o La guerra del Paraguay.
El de la infausta guerra de la Triple Alianza era uno de sus proyectos más valorados, ya que además de llamarse igual, era descendiente directo del presidente paraguayo al que las tropas argentinas, brasileñas y uruguayas derrocaron con la venia británica. Podía hablar horas sobre historia latinoamericana y de ese episodio en particular.

Sin embargo, jamás podría abandonar a Juan Salvo y las aventuras de quienes sobrevivían a la invasión extraterrestre. En 1997 retomó el personaje, esta vez con Pablo “Pol” Maiztegui en los guiones. Juntos crearon El mundo arrepentido. Más tarde harían otra continuación que funcionaría como metáfora del dominio neoliberal que cambiaba el poderío militar por los espejitos de colores. Luego, Juan Salvo, eterno viajero del tiempo, recorrería el cosmos buscando a su esposa, en La búsqueda de Elena. El año pasado, y en una colección bajo su dirección, publicó El Eternauta: el perro llamador, con la intervención de varios de los mejores dibujantes de las generaciones que siguieron el legado de Solano. Hasta hoy seguía en proceso una nueva historia que aguardan editores argentinos e italianos, ilustrada por el rosarino Carlos Ariel Barocelli, bajo la supervisión del maestro. La historia original, en tanto, se estaba republicando en la contratapa del matutino Tiempo Argentino. Y en Télam ilustraba la “sitcom” Sección imposible.

Curiosamente, durante mucho tiempo Solano López había tenido una mirada crítica de las intenciones políticas de Oesterheld en su obra cumbre. La progresiva radicalización del guionista, que hacia el final de su colaboración le pasaba los guiones desde la clandestinidad, generaba debate en la dupla. Los últimos años, sin embargo, habían suavizado el recuerdo y –explicaba en una entrevista reciente– había comprendido y aceptado con orgullo que los jóvenes leyeran en El Eternauta una serie de valores con los que identificarse y por los cuales luchar. En este contexto, agrupaciones kirchneristas habían retomado el dibujo clásico de Solano cambiando el rostro de Salvo por el de Néstor Kirchner y, luego, el de la presidenta Cristina Fernández.



Generaciones leyeron su obra y en cualquier charla que ofrecía se podía ver a lectores de todas las edades acercársele en busca de una firma suya. Bastaba su aparición en la presentación de un libro para que la charla se interrumpiera para recibirlo con aplausos de pie. Cuando el noveno arte local tuvo su “Espacio Comic” en la Feria del Libro de Buenos Aires 2010, se entregó un Premio que llevó su nombre, y cuyo jurado integró. Contra la ortodoxia de sus fieles más estrictos, Solano López votó por obras surgidas al amparo de nuevos tiempos y modos creativos. Para mejor guión, por ejemplo, se decidió por Cena con amigos, que llegó al papel tras publicarse al calor de los blogs. Para las categorías Mejor Dibujo y Mejor obra integral, en cambio, optó por Nocturno, de Salvador Sanz, serializada originalmente en la revista Fierro, y con influencias notorias de la narrativa oriental.

En los últimos años, con el reverdecer de la historieta local y el resurgir de los eventos dedicados a las viñetas argentinas, Solano López recibió multitud de homenajes. Todo el tiempo era invitado a muestras y convenciones en todo el país, e incluso en el exterior. Se seguía sorprendiendo y aceptaba halagado, siempre que su físico se lo permitiera, pues su avanzada edad hacía que se cansara rápido.

Solano se inscribe ahora en un año de dolorosas pérdidas para el noveno arte local. Sólo en 2011 fallecieron también el humorista gráfico Penni, el ilustrador Eduardo Santellán y el fundamental guionista Carlos Trillo. Solano se fue, pero dejó todo para que sus lectores disfruten. Sólo queda decirle gracias, Maestro, y hasta la próxima nevada.

 

Solano

Por  Juan Sasturain












Estoy lejos de Buenos Aires, me entero por teléfono. El haberme hecho el distraído durante los últimos meses respecto de la gravedad de su estado, posponiendo visitas y eventuales despedidas, no ayuda al consuelo ni a la sensación de lo literalmente irreparable. Haberme pasado todo el día de hoy hablando por teléfono sobre él no compensa nada, alimenta –de algún modo– la sensación de impostura.

Pero a quién le importa si no a uno. Sus hijas, sus amigos, sus compañeros, sus colegas y colaboradores –categorías que se suman, se superponen saludablemente en su caso– han estado todo este tiempo junto a él. Supo juntar de todo eso, Solano, en vida. Como se suele / solemos decir: algo habrá hecho (bien) para que lo recordemos querido y acompañado. Qué más se puede pedir.

Me animo a hablar por mí porque soy la experiencia de muchos. Aprendí a leer o a interesarme en lo que leía –mejor– con sus historietas: el hierático Bull Rockett (perfil de Burt Lancaster a hachazos) en Misterix, a los ocho años. Y me deslumbró definitivamente a los once, en las mensuales Hora Cero y Frontera, con el cabecita Joe Zonda y el Douglas DC3 de la Last Minute Co, y con el cabezón Rolo (Montes) el marciano adoptivo y la banda del club de barrio El Meteoro. Y eso fue antes, apenas meses antes de ese septiembre del ’57 en que conocí al cuarteto que jugaba al truco en la buhardilla del chalet, la noche de invierno de la nevada mortal sobre Vicente López y sobre nuestra infancia alucinada de aventuras.


Hablar de El Eternauta y de sus virtudes como relato gráfico es un lugar hoy saludablemente común. Lo que de ese todo le corresponde a Solano, no tanto. En el reparto de tareas que hizo Oesterheld en sus revistas con elenco seleccionado de dibujantes (Pratt, Breccia, Roume, Del Castillo) para cada una de sus múltiples vertientes narrativas eligió un intérprete diferente. Solano López, el más joven del plantel, fue su dibujante realista del mundo urbano, de lo real cotidiano. Así, por un lado –con el modelo del cine Clase B en blanco y negro de la época–, fue el económico narrador de épicas aventuras modernas de gente común cruzadas por la tecnología y la incipiente ciencia ficción; por otro –o sobre todo–, por un increíble “efecto de realidad”, lo que dibuja Solano es, simplemente, cierto. Es gente real, hombres y mujeres que existen, con carnadura y marcas tipológicas reconocibles en cualquiera al salir cada día a la calle. Salteándonos a sus protagonistas inolvidables, ahí están esos desolados hombres robot, empuñando fusiles con la mirada perdida con la misma pilcha y bufanda con que tomaban el subte como ejemplo mayor de su pericia y sensibilidad... Además: nadie dibujó Buenos Aires, las calles, las casas, los interiores, como Solano.

Precisamente el año pasado volví a la(s) casa(s) de El Eternauta, con Solano, a charlar y a filmar. Volví por primera vez a la verdadera casa de Beccar, a la original de ladrillos donde vivía Oesterheld –el real y el personaje narrador– con su mujer y sus nenas durmiendo serenas, mientras él escribía un guión en la noche junto a la ventana, hasta que crujía la silla al otro lado de la mesa y empezaba todo. Esa casa de Beccar que ahí está aún hoy y en la que Solano había estado muchas veces, sesenta años atrás, es, en su dibujo fiel y sutilmente corrido, el modelo de las dos casas de la historia: la del guionista y narrador y la de Juan Salvo, el viajero del tiempo y fantástico vecino desmemoriado. En esa casa estuvimos (volvimos) con Solano el año pasado. Y charlamos de ese laburo y de la vida en general. Qué suerte.

Quiero decir: qué suerte para la desgracia, como decía Pepe Biondi. Pero es bueno porque eso quedó, como han quedado muchos testimonios riquísimos recogidos a lo largo de los últimos años de frecuente y justo reconocimiento. Sobrevivientes del mito, Solano, junto a la involcable Elsa Oesterheld, han asumido con difícil equilibrio, sincero fervor y sobria dignidad, la poco fácil tarea de sobrellevar sin que se apague, ni provoque incendios desnaturalizadores, la llama de El Eternauta, la obra maestra del mayor narrador de aventuras que ha dado este país, y el mito narrativo más poderoso de la ficción argentina del siglo XX.

Para simplificar: entre aquel lector infantil nunca renegado y este último papel de veterano recolector de palabra e imagen del consabido maestro pasó mucho y rico tiempo. Tuve la suerte –en el medio– de charlar mucho con él sobre su trabajo, de ser su tímido amigo ocasional, de escribir (eso sí) largamente sobre él, de publicar memorables historietas suyas en revistas en las que me tocó tener alguna responsabilidad y –finalmente– de escribir algún guioncito que dibujó. Con eso y un Bull Rockett firmado, estoy hecho.

Queda para señalar, porque hay que cortar en algún lado, lo que todos los que lo conocieron mejor reafirmarán: que fue muy buena gente, que laburó siempre: sesenta (sic: 60) años, que tuvo una vida rica y movida, que quiso y lo quisieron, que fue coherente siempre y valiente cuando no todos.

Además, que fue mucho más que el autor de El Eternauta (que no es poco, claro) y que sin Juan Salvo igual se hubiera salvado para la memoria colectiva. Además de los clásicos con Oesterheld, junto a su hijo Gabriel dejó obras maestras como Historias tristes, Ana y La Guerra del Paraguay; con Carlos Sampayo, un clásico incombustible como Evaristo, el mejor policial argentino; con Ricardo Barreiro, las poderosas Slot Barr, Ministerio y otras; con Pablo Maiztegui y colaboradores-amigos, en los últimos años, las secuelas de El Eternauta Y hubo mucho más.

En su tablero debe estar todavía el esbozo a lápiz de la página inconclusa que alguien recogerá para confirmar que Solano, como toda su vida, todavía tiene algo que entregar.

Este cielo no me sale

 Por José Muñoz

Sobrevuelo en el recuerdo su estudio en aquella azotea de Estomba y Zárraga, allí donde empecé a ayudarlo en los dibujitos y donde usted empezó a ayudarme a vivir, a contarme la América del Sur, a ilustrarme.

–Perdón por la i-interrupción, señor Solano López... y-yo... este cielo no me sale...
–Mirá José, aguá más la tinta, tenés que barrer así con el pincel, ¿ves? Este es un cielo de Buenos Aires invernal, bajo, oprimente... mirá, ahora pongo tres copos de nieve y luego seguís vos con la témpera, ¿de acuerdo?

Buenos Aires necesitaba que Solano la dibujase.

Pasó el tiempo –tanto– hasta llegar a este desguionado hoy, Solano, che, querido.

Si la Historia no parece valer ni merecer la pena, la historieta, a veces, sí.

Pongámosle entonces que soy un dibujo, que estoy en un cuadrito suyo y que desde allí lo veo alejarse hacia las sombras, hacia el descanso. Ya la realidad no podrá insultarlo más.
Gracias, Solano, gracias, viejito.

Otras voces

* Rep(dibujante): “Se fue el historietista de trazo más cálido y quizás el que mejor dibujó ‘lo argentino’. El Eternauta y su iconografía se están resignificando en estos años debido al regreso de la militancia y lo que se supone la utopía del ‘héroe colectivo’. Solano ha sido un dibujante clásico, que acompañó muy bien la obra de un autor universal como lo será Oesterheld. A mí me gusta mucho su trabajo en Evaristo, también”.

* Elsa Oesterheld(amiga, y viuda de Héctor Oesterheld): “Se fue un compañero de toda la vida. Hacía tiempo que no estaba bien, dibujaba pero le costaba más, ahora veía menos y estaba decaído con respecto a toda su potencialidad anterior. Nos pasaron tantas cosas juntos, cosas tremendas (el exilio del dibujante y la desaparición del guionista durante la última dictadura), pero la relación siguió y siguió”.
* Guillermo Saccomanno (escritor y guionista de Calle Corrientes, historieta ilustrada por Solano López): “Fue para la historieta argentina lo que Calé para el humor: una marca plástica registrada y realista, una manera de enfocar y retratar la ciudad. Su gran hallazgo fue lograr un paisaje absolutamente reconocible en el género de la ciencia ficción y mostrar que la aventura podría desarrollarse en paisajes totalmente cotidianos”.

* Lautaro Ortiz (jefe de Redacción de Fierro): “Es el corazón de la historieta argentina. Ese corazón que hoy nos duele a todos los que seguimos disfrutando de sus obras. Solano es la representación de la energía necesaria para hacer de este oficio un arte, la energía necesaria para atrapar la aventura. No sólo corría por su manos la técnica sino también el compromiso (hay en su dibujo un humanismo único) con las historias que contaba”.

* Salvador Sanz(dibujante): “De muy chico conocí El Eternauta y la obra de Solano, y me gustó esa cosa expresiva, realista. Mucha gente encuentra influencias de él en mi laburo, aunque no es mi dibujante preferido. El Eternauta es el icono de la historieta argentina. Su forma de dibujar tuvo mucho que ver en esa historieta, más allá del genial guión de Héctor Germán Oesterheld. Sin dudas, esa dupla quedó en la historia de la historieta en la Argentina. Y tenía un estilo cinematográfico: sabía encuadrar las escenas y narrar con los dibujos”.

* Javier Doeyo (editor): “Dejó una obra enorme. Por esas cosas del destino, el noticiero dice que murió el dibujante de El Eternauta. Pero su obra era más que eso, ya que produjo durante más de 50 años. Y trabajó siempre, hasta hace algunos meses. Laburó con Hugo Pratt, Guillermo Saccomanno, hizo historietas para el mercado inglés y transitó por diversos estilos. Era un dibujante muy versátil, un historietista todo terreno; y además era un tipazo, muy divertido, cariñoso y profesional”.

* Beto Lorenzo (ayudante de dibujo de Solano desde 2009): “En el último tiempo El Eternauta se tomó como bandera de un montón de cosas. Y eso no deja de ser un reconocimiento a su laburo y le permitió difundir su obra, hacerla más conocida. Sin duda, el realismo fue lo más destacable de su obra: leés Evaristo y viajás inmediatamente a ésa época, a mediados del siglo pasado. Cuando Carlos Sampayo –el guionista de esa historieta basada en la vida real de un comisario– y Juan Sasturain fueron a conocer en persona a Evaristo, Solano no quiso ir: porque si lo hacía se iba a trastocar la imagen que se había creado en su cabeza. A lo largo de su carrera experimentó técnicas diversas y en una enorme cantidad de géneros: ciencia ficción, erótico, policial. Pero lo expresivo siempre trazó su obra”.

* Pablo “Pol” Maiztegui (dibujante cordobés, guionista y colorista de El Eternauta: El Mundo Arrepentido): “Era un gran amigo, un maestro de la historieta que me dejó que lo acompañara durante más de quince años, y un tipo sensible de una lucidez envidiable. Admiré siempre la fuerza de sus convicciones. Una anécdota que nunca olvidaré lo pinta con justeza: a principios de los ’90 andábamos escasos de trabajo y luego de un montón de tires y aflojes judiciales preparamos unas tiras con la intención de ofrecer el regreso de El Eternauta a los diarios, y Solano me dijo: “Al diario La Nación no, porque Mitre traicionó al Paraguay del mariscal Francisco Solano López’. Chau, viejo, sos un Grande”.

* Liniers(dibujante): “Era un genio, el que hacía personajes más fuertes, iconográficos, bien plantados. La primera vez que leí una historieta larga y me enloqueció, fue El Eternauta. Tuvo una influencia impactante en mí. Una vez me tocó sentarme con él en una mesa redonda y la única pregunta que le quería hacer era qué había sentido cuando nevó en Buenos Aires el 9 de julio de 2007 –en alusión a un momento emblemático de El Eternauta– y él se rió y me respondió que estaba muy contento de haber visto eso, que lo puso feliz”.

Producción: Sergio Sánchez y Luis Paz.

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