NOVIAS - MADRINAS - 15 AÑOS
ES UN DOCUMENTAL QUE SE CENTRA EN UNA FAMILIA DE VENDEDORES DE TELAS DE
CALIDAD PARA VESTIDOS DE FIESTA, TELAS QUE JAMÁS VESTIRÁN ELLOS MISMOS Y
QUE SIN EMBARGO VENDEN COMO LEONES A LEGIONES DE NOVIAS, MADRINAS Y
CUMPLEAÑERAS QUE PEREGRINAN POR LA CALLE AZCUÉNAGA.
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LA CARRERA DEL ANIMAL SE PROPONE UN PUNTO DE PARTIDA ARRIESGADO: REGISTRAR EL OTRO LADO DEL CIERRE DE UNA FÁBRICA, EL LADO FAMILIAR-EMPRESARIAL, EL OPUESTO AL DE LOS TRABAJADORES QUE SUELE MOSTRAR EL CINE, PERO QUE TAMBIÉN INCLUYE SENTIMIENTOS COMPLEJOS Y DESORIENTADAMENTE HUMANOS.
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LA CARRERA DEL ANIMAL SE PROPONE UN PUNTO DE PARTIDA ARRIESGADO: REGISTRAR EL OTRO LADO DEL CIERRE DE UNA FÁBRICA, EL LADO FAMILIAR-EMPRESARIAL, EL OPUESTO AL DE LOS TRABAJADORES QUE SUELE MOSTRAR EL CINE, PERO QUE TAMBIÉN INCLUYE SENTIMIENTOS COMPLEJOS Y DESORIENTADAMENTE HUMANOS.
CRÍTICA: Novias-Madrinas-15 años
Dentro
del Nuevo Cine Argentino nacido en la década del noventa del siglo
pasado hubo un cortometraje clave y que no estuvo en Historias breves.
Se llamaba Negocios (1995), de Pablo Trapero, y en 16 minutos contaba la
vida -un modo de vida- de y en un negocio de repuestos para automotores
de San Justo. El negocio de Negocios era el negocio del padre de
Trapero. Negocios era un corto que respiraba autenticidad; algunos años
después, Trapero daría la vuelta al mundo con Mundo grúa. En la
tradición de Negocios se ubica Novias-Madrinas-15 años, de los hermanos
Diego y Pablo Levy, que pintan, en un pequeño gran largometraje de una
hora de duración, la vida -un modo de vida- de y en una sedería del
barrio de Once. La sedería de Elías Levy, padre de los directores.
Riesgo
de documental casero familiar, anulado. Riesgos de amateurismo y de
exceso de confianza, anulados. Riesgo de mera observación de ojo bovino
(holgazán), anulado. Los directores, con radiante sencillez -lograda
mediante capacidad de sustracción y claridad estructural sofisticadas-,
obtienen una película honesta, modesta y entrañable. Presentan a cada
empleado, que cuenta un poco de su vida, algo del trabajo, otro poco
"del arte de la venta". Hay también algunos momentos de interacción con
los clientes (que son casi todas clientas), otros momentos de la vida
cotidiana en el local (prácticamente no hay planos fuera de él), y
tenemos la sensación o, mejor dicho, la plena seguridad, de que se
relata un mundo que se entiende, se conoce y se siente cercano.
El
último personaje en aparecer es el dueño, Elías, alias "el Negro". Para
ese entonces, ya ha sido descripto y entrevisto su carácter
(cascarrabias, gruñón, comprometido con su local). Y para ese momento de
la película ya hemos atesorado las entrevistas no con telón de fondo
sino con tela de fondo. Como si esas telas iluminadas fueran la pantalla
azul o verde de los rodajes del Hollywood clásico, permiten imaginar
los relatos que se nos cuentan, como si fueran a cobrar vida y
movimiento ante nosotros: la historia de amor del viudo, el triunfo
millonario en el casino en Europa del jugador, el coleccionismo "para
evitar el psicólogo" del filatelista, el público con el que parece soñar
el cantor. Novias-Madrinas-15 años relata un mundo cotidiano que a la
vez parece estar en vías de extinción: los comercios de la ciudad de
Buenos Aires atendidos por sus dueños y con empleados que ya llevan
décadas trabajando. Empleados articulados, curtidos, no sin orgullo
profesional y hasta con cierto amor por un local al que llegan
mayormente señoras y chicas a comprar telas, con el plan de lucir
espléndidas como novias, madrinas o quinceañeras.
Por Javier Porta Fouz
Fuente: La Nación
Más información: www.lanacion.com.ar
Fuente: La Nación
Más información: www.lanacion.com.ar
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CRÍTICA: La carrera del animal
La
idea de la fuga es un recurso y una figura central en La carrera del
animal , opera prima de Nicolás Grosso que ganó como mejor filme en la
competencia argentina de BAFICI 2011. Una fuga –escape, accidente,
misterio- es lo que dispara los acontecimientos: el dueño de una fábrica
ha desaparecido dejando a un montón de trabajadores en un estado de
incertidumbre laboral absoluta y a sus hijos (en especial a uno de
ellos, encarnado por Julián Tello) sin saber qué hacer y recibiendo las
consecuencias de ese acto que no ha causado.
Fuga es, también, la
que emprende ese hijo, que no sabe, no quiere, no puede hacerse cargo de
la situación y circula de la fábrica a las charlas con amigos, de una
mujer a su hermano (algo más decidido o completamente loco), de un viaje
al campo a una noche solitaria, siempre tratando de encontrar alguna
tangente que le permita evadir la situación de tener que hacerse cargo.
Y
fuga es, también, el esquema, la puesta, de esta película de Grosso,
que narra en forma de abismo continuo y permanente una historia cuyos
ejes se desvanecen para dar pie a otros, donde las anécdotas se
concatenan sin un clásico efecto causa-consecuencia y en la que la
circulación de los personajes y de la cámara deja entrever esa
indefinición que los acecha.
Como buena parte de un Nuevo Cine
Argentino originado en la Universidad del Cine en los últimos años, La
carrera del animal apuesta por un relato extrañado, en blanco y negro y
con una luz tenue, plagada de sombras (excelente fotografía de Gustavo
Biazzi). Hay una línea casi invisible que une a este filme con otros
como Castro, Como estar muerto/Cómo estar muerto o Un mundo misterioso ,
relatos que ponen en escena a personajes perdidos a lo largo de un
período de tiempo determinado.
La carrera...
sobrevuela
cuestiones sociales, pero nada más alejado en ella que hacer un filme de
denuncia o del llamado “social”. Grosso utiliza ese disparador para
movilizar a nuestro personaje a una serie de encuentros en donde deberá
interactuar con curiosos personajes, de trabajadores de la empresa a
personal jerárquico, su hermano y amigos, a los cuales escuchará hasta,
finalmente, alzar su voz y tomar algún tipo de decisión personal. Tan
elusiva, claro, como todas las otras.
Visualmente subyugante
aunque, por momentos, narrativamente inexpugnable, bordeando
conscientemente el absurdo, La carrera del animal es un bello y
enigmático rompecabezas intelectual, una película que absorbe de las
vanguardias de los ’60 (se ha dicho hasta el hartazgo las influencias
evidentes de la Nouvelle Vague más “rivettiana” y de nuestra Invasión ,
de Hugo Santiago) y entrega algo que, si bien no es del todo nuevo ni
original, genera la intriga suficiente como para querer saber más.
Por Diego Lerer
Fuente: Clarín
Más información: www.clarin.com
Fuente: Clarín
Más información: www.clarin.com
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