Nazis en el sur, conflictos en Tucumán
Ya se abundará cuando llegue el estreno en la Argentina, pero el pase en Cannes reveló a Wakolda como el film más sólido y maduro que haya hecho hasta ahora Lucía Puenzo. Los debutantes Ezequiel Radusky y Agustín Toscano dieron su propia sorpresa.
Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
Se sabe que hacia 1949 el médico nazi Josef Mengele se radicó en Buenos Aires, ¿pero ¿llegó a vivir y trabajar en Bariloche el tristemente célebre Angel de la Muerte? Y, más aún, ¿llevó a cabo sus siniestros experimentos médicos y genéticos, como ya lo había hecho en Ausch-witz? Sobre esos interrogantes, que la ficción ahora convierte en certezas, está construida Wakolda, la nueva película de Lucía Puenzo, presentada ayer en estreno mundial en la sección Un Certain Regard, del Festival de Cannes. Antes de la proyección, la directora y todo su equipo –entre quienes se contaba uno de los productores de la película, su padre, Luis Puenzo– fueron reunidos sobre el escenario por Thierry Frémaux, delegado general del festival, que no sólo recordó a La historia oficial (que en 1985 comenzó aquí en Cannes su carrera internacional, con el premio a la mejor actriz para Norma Aleandro). Frémaux también relacionó el tema de aquella película con la noticia de la muerte en prisión del dictador Jorge Rafael Videla.
Pero Wakolda se ocupa de otro genocida. Basada en su propia novela del mismo título, Lucía Puenzo imagina en su tercer largo –después de XXY (premiado aquí en Cannes 2007, en la Semaine de la Critique) y El niño pez– un Mengele recién llegado a Bariloche. Y muy activo y con múltiples contactos en la ciudad, donde un estricto colegio alemán funciona como la pantalla de una célula nazi, con otras ramificaciones en la región. Oculto bajo seudónimo, el Mengele de Wakolda (interpretado por el actor catalán Alex Brendemühl) pone su atención, sin embargo, en el matrimonio integrado por Eva y Enzo (Natalia Oreiro, Diego Peretti), que junto a sus tres hijos acaban de poner en funcionamiento una vieja y bella hostería a orillas del lago Nahuel Huapi. Esa será la excusa de Mengele para hospedarse allí, con la secreta intención de continuar con ellos sus experimentos. Primero con Lilith, una niña de 12 años demasiado pequeña para su edad. Y luego con su madre, Eva, embarazada de mellizos, a quienes pretende convertir en sus conejillos de indias.
Ya habrá oportunidad de hablar en profundidad de Wakolda cuando se estrene en Argentina, en agosto próximo, pero por ahora se llevó de su primera proyección en Cannes un aplauso sostenido. Hay varios puntos en común con sus dos films previos –la familia aislada en un espacio abierto de XXY, las múltiples líneas narrativas que ya tenía El niño pez–, pero no se puede dejar de señalar que Wakolda es el film más sólido y maduro que haya hecho hasta ahora Lucía Puenzo. Cruza de thriller con relato de iniciación (la narradora del film es la voz en off de Lilith, que va contando la historia de la que fue protagonista, cuando despertaba a la pubertad), Wakolda tiene un importante despliegue de producción y un acabado profesional irreprochable, que seguramente le van a abrir las puertas del mercado internacional.
Concebida de un manera muy diferente, en la provincia de Tucumán por dos directores debutantes, Ezequiel Radusky y Agustín Toscano, Los dueños es la otra película argentina presente en estos días en Cannes, en el apartado de la Semaine de la Critique, donde también se dio a conocer seis años atrás Lucía Puenzo. El proyecto surgió de un concurso de óperas primas del Instituto Nacional de Cines y Artes Audiovisuales y fue tomado a cargo por la productora Rizoma, que conduce Hernán Musaluppi. Los franceses ya hablan del “vaudeville” argentino, pero sería más correcto pensar en el grotesco criollo, en la medida en que la película de estos tucumanos de apenas 31 años (no habían nacido cuando se hizo el último largometraje en su provincia) juega en esa cuerda que mezcla el humor con la crítica social.
De hecho, se trata de una serie de pequeñas escenas de la lucha de clases, pero en sordina. El choque tácito, latente entre los propietarios de una finca en las afueras de la capital de la provincia y la familia de caseros que la tiene a su cargo –¿quiénes son los auténticos dueños?, parece preguntarse la película, no sin ironía– va construyendo constantemente tensión, pero sin cargar nunca las tintas, prefiriendo más bien un toque ligero, pero no por ello menos cáustico. El elenco también está constituido mayoritariamente por actores tucumanos, con dos excepciones: Rosario Blefari, del lado de la familia burguesa, y Germán De Silva, por parte de los caseros. Dos años atrás, De Silva fue el camionero de Las acacias, de Pablo Giorgelli, que desde la Semaine de la Critique ganó la Cámara de Oro a la mejor ópera prima, el mismo premio al que ahora aspira Los dueños.
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