miércoles, 4 de septiembre de 2013

Paz Alicia Garcíadiego: Las razones para escribir un buen guión


Paz Alicia Garcíadiego, se encuentra en Buenos Aires para brindar una Masterclass sobre La especificidad del lenguaje cinematográfico (miércoles 4 de Septiembre a las 20 en el Cultural San Martín) en el marco del estreno de Las razones del corazón (2010), film de su autoría dirigido por Arturo Ripstein. En una charla exclusiva con EscribiendoCine, la esposa y guionista de las últimas 13 películas de Ripstein nos cuenta como es escribir buenas historias para su marido y no morir en el intento.

Las razones del corazón

(2010)
¿Por qué decidiste llevar Madame Bovary al cine?
Hace algunos años y varias películas, Arturo Ripstein me dijo si no me gustaría hacer una Madame Bovary. Al que yo le respondí con un rotundo “No”. La novela me gustó muchísimo pero el personaje me cae muy “gordo” y yo quería un ajuste de cuentas con ese personaje. Si bien la estructura de la novela me parece fantástica ella me resultaba totalmente ajena. Entonces quise ajustar cuentas y acercarme a un personaje al que por lo menos pudiera entender, que pudiera conmoverme, que no me quedara como esta joven frívola que a mí no me decía nada. Necesitaba “aggiornarla”, darle esa especie de lucidez de la que carece. Madame Bovary se mata por miedo y en mi película el personaje se mata porque sabe que no va a poder ser feliz. Esa lucides es la que me permite comunicarme con ella.
¿Cómo trabajaste la transposición en este caso?
Yo que he adaptado varias cosas lo que hice es lo que hago siempre. Hago la mía y no vuelvo a leerla. La había leído en mi adolescencia y tomé mi recuerdo, la imagen de ese recuerdo. Yo la leí a los 14 años y un día a los 22 me di cuenta que era cierto que no se terminaba en la muerte de Ema. Normalmente todos nos acordamos que se termina con su muerte. Hay ciento y pico de páginas después donde se reivindica la figura del marido. Uno es su cultura y Madame Bovary es parte mía como parte de todos y lo que importa es como recuerdas esos personajes, no como son.
¿Qué metodología de trabajo empleás con Ripstein?
Ha ido cambiando a lo largo del tiempo. En el caso de esta película le dije que iba a escribir una adaptación de Madame Bovary, le dije que iba a ser chiquita en razón de espacio y tiempo y nos discutimos más. Varía mucho de película a película. En el proceso creativo alguno de los dos propone un tema y en una primera etapa el otro funciona como abogado del diablo para encontrar por qué no podría llevarse a la pantalla. Una vez que terminamos esa etapa lo dejamos descansar sin hablar durante tres o cuatro semanas. Si durante ese periodo se va metiendo en la cabeza y se va transformando de una necesidad a una posibilidad empezamos a trabajar.
¿Y a partir de ahí lo trabajás libremente?
Cuando transformamos el proyecto de posibilidad a necesidad lo que viene entre Ripstein y yo es una larga discusión sobre lo que estamos hablando con esta historia. Cuál va a ser el trasfondo de lo que subyace, lo que va a ser el punto de vista. Eso es el proceso creativo que hacemos juntos. La primera vez que trabajé con Ripstein en El imperio de la fortuna (1985) me di cuenta que la crítica y la autocrítica son los peores estímulos para la creación. Tenía que poner la palabra “FIN” y corregirla dos veces antes de enseñarla porque si no te deja estéril, te deja sin voz, y uno la primera cosa que tiene que hacer es encontrar su propia voz. Pero esto fue cambiando de película en película.
¿Te molesta la crítica veo?
Es muy humillante hacer cine, es espantoso. Cuando encarás un proyecto sabés que durante los próximos tres años te van a tratar poco, vas a tener que suplicar que te den dinero. Vas a tener que soportar que te digan cosas terribles, que te juzguen hasta el último que pasa por la calle. Uno está en una cena social y el dentista te dce que no le gusta tu película y ni siquiera lo podés contraatacar diciéndole que él fue quien le hizo perder los dientes a tu tía. Cualquiera te juzga por eso uno tiene que ser consciente de que el proyecto te importa muchísimo porque adelante hay mucha sangre, sudor, lágrimas y mucha humillación.
¿Cómo es trabajar con el marido y no terminar peleados?
Los peores momentos de trabajar juntos son como el ejemplo de "cuando las vacas están gordas y son bonitas todo es perfecto y maravilloso, pero cuando las vacas están flacas los dos nos deprimimos al mismo tiempo y en igual medida”. Si mi marido trabajara en la industria farmacéutica y yo le dijera que me rechazaron el guión él me diría que no importa que lo arregle un poco y listo. Pero aquí no. Si rechazaron el guión yo me arrastro por el piso, él se arrastra por el piso y sacamos una soga y decimos “Quién primero” (Risas). Esa es la parte más difícil, la parte de que ambos podemos matar por filmar y no siempre es tan fácil filmar.
¿No trabajás para otros realizadores?
No es fácil filmar en general. He trabajado con otros directores pero no es tan fácil filmar. Cada película que se hace es un pequeño milagro. Con Ripstein hemos podido hacer 13 milagros, pero he trabajado con otros directores historias que no se han filmado por diferentes motivos. Yo tengo una voz muy particular. Un día un director me dijo: “Es muy ripstiniana” y claro si yo las escribo. Uno es el que le pone el corazón a las historias.
¿Pensás en dirigir?
No, no. Si algún día logro quitarme prejuicios, trabas y miedos me gustaría escribir novelas. Mi imperio es la palabra, la cámara no, para nada.
¿Por qué tantas trabas?
Me da miedo escribir una novela, la única responsable soy yo. La novela es un arte mayor. Cuando uno hace un guión la crítica de la película va dirigida al director por más que uno sepa que se lo está criticando a uno. Y por otro lado yo soy muy sociable y el cine es un arte de colaboración. No sé si soportaría cuatro años escribiendo sola una novela. En el cine por lo menos hay un momento que es la gran fiesta del rodaje y cuando escribo un guión sé que voy a tener ese momento.
También escribís canciones
Mi bisabuela era una mujer muy cursi que hablaba en rima. Nunca se le oyó ninguna palabra que no fuera en rima. A partir de ahí mi mamá también habló en rima y yo tengo facilidad para escribir canciones al momento y cuando puedo las cuelo en las películas.
¿Hay historias más queridas que otras o se las quiere a todas por igual?
Uno no las juzgas por los resultados, las juzga por cuales te costaron más trabajo de levantar. Las que quieres más son las que te costaron más trabajo. La mujer del puerto (1991), que nos costó mucho trabajo levantarla, la adoro. Pero no por la película sino por la epopeya personal. Pero las historias son como los hijos de uno y uno no va hablar mal de ellos.
¿Estás escribiendo algún nuevo guión?
Sí, siempre. Ahora escribo en un ritmo más pausado. Ya no hay tanta presión para terminar un guión rápido. Creo que hemos llegado tanto Ripstein como yo a una etapa donde hay que dejar que las cosas se maduren. Hubo una temporada en la que hacíamos dos películas al año y eso era mucho.

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