“No encuentro representación en la gente de mi edad”
En su trigésima película, el cineasta de Ituzaingó explora el universo adolescente y sus problemáticas, en un formato que prescinde de los diálogos. “Tiene todos los ingredientes de una ópera y uno de los grandes hallazgos es la música”, asegura.
Por Oscar Ranzani
El nuevo film de Raúl Perrone, P3ND3JO5, es tal vez el más ambicioso del director nacido y criado en Ituzaingó. En principio, porque se trata de una ópera en tres actos y una coda, a la que el propio Perrone bautizó como “cumbiópera”, haciendo una suerte de síntesis sobre la música que, a diferencia de sus trabajos anteriores, resulta de vital importancia en su estructura dramática. P3ND3JO5 es también una exploración por el universo adolescente con algunas de sus problemáticas: el embarazo inesperado, la soledad, la decisión de la orientación sexual, el fracaso amoroso y los problemas con la ley. Y, como toda ópera, tiene tragedia. Para construirla, Perrone recurrió al formato 4:3 (pantalla casi cuadrada) y al blanco y negro (ambos recursos ya los había utilizado anteriormente), y logra un film prácticamente mudo, donde los diálogos de los protagonistas son reemplazados por los intertítulos que dan una idea de una vuelta a los orígenes del cine. Mientras suceden las historias, el film alcanza una densidad dramática con la música que combina algunas óperas con cumbia y música electrónica. Pero por momentos, también hay sonido ambiente, aunque nunca se escuche hablar a los protagonistas. P3ND3JO5 es un largometraje largo: dura 157 minutos. Ese tiempo necesitó el realizador para expresar historias de adolescentes, algunos de ellos skaters (aunque no se mete con el objetivo de mostrar competencias). El trigésimo largometraje de Perrone se estrenará mañana en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont.
Ganador del Premio al Mejor Director en la Competencia Argentina del 15º Bafici, Perrone –que participó en trece de las quince ediciones del festival porteño– asegura a Página/12 que obtener el galardón “es un reconocimiento” a su trabajo. “Son cinco minutos en que estoy muy contento y, al otro día, me levanto y tengo que ir a laburar.” Y si ese premio sirve para que la película “genere lo que generó (ya que desbordó), está muy bien, pero no es nada más que eso”, reflexiona. El cineasta está seguro de que no se premió su trayectoria y eso lo tranquiliza porque si no “significaría estar cerca del retiro”. “Y ‘retiro’ no sé si queda cerca de Constitución, no tengo idea porque no voy al centro”, dice con su habitual humor. “Creo que se premió la osadía”, asegura más serio. El film también obtuvo el primer premio en el Festival Internacional de Cine Independiente de Lima y tres galardones en el Festival de Cuenca: Mejor película, Mejor director y Mejor largometraje para la crítica.
–P3ND3JO5 refleja algunas problemáticas del mundo adolescente actual. ¿El tema de la ausencia de futuro tiene que ver con los jóvenes que usted retrata o más bien con cómo la sociedad los cataloga?
–Están las dos cosas, pero creo que los pendejos tienen futuro. En el fondo, la película termina siendo... no sé si muy optimista, pero me parece que todos esos pibes tienen salida en la medida en que se lo propongan. Es más la sociedad la que los crucifica. Por eso, toda la película tiene una onda muy religiosa que también está en toda mi filmografía. Pero cuando estaba filmando los rostros de esos pibes y sobre todo el pibe del afiche y del tercer acto, me parecía una virgen. También tiene que ver con todo eso. Lo más jugado fue hacer una película de dos horas y media.
–Es cierto que sus films suelen durar poco más de una hora. ¿A qué se debió este cambio?
–Fue la única manera de poder contar eso. Me gustó mucho, y cuando se la mostraba a ciertas personas, no tenían ni siquiera en cuenta lo que duraba. Y también prescindí un poco de la palabra, que siempre es el fuerte de mis películas, porque el habla fue lo que las caracterizó. Ese hablar cotidiano “creíble”, que “parece un documental”, que “no parecen actores”, son todas cosas que se han dicho. Entonces, hacer una película en la cual ponés carteles como en el cine mudo también era una gran apuesta.
–¿Por qué suele recurrir a la exploración del universo adolescente?
–Porque cada vez estoy más chico (risas). No, porque me siguen interesando y vivo rodeado de adolescentes.
–¿Por sus talleres de cine?
–Exactamente. Cada vez son más chicos: de 17 o 18 años. Pero siempre hay adolescentes en mis películas. Las dos protagonistas de Las pibas son chicas: tienen 22, 23 años. En el Tríptico también hay adolescentes, están los señores mayores y los nenitos. A veces, les dedico el protagónico a los adolescentes y en otras ocasiones están formando parte de un todo. Quería volver, después de algún tiempo, a una nueva reflexión, a una nueva propuesta, a una película mucho más jugada. Tampoco quería hacer películas de adolescentes como aquellas en las que ya los había abordado. Si no, ¿cuál sería la novedad? Quise abordarlos desde otro lugar y a ver qué pasaba con eso. La película tiene varios géneros: está llevado a cabo el concepto de ópera. Tiene amor, tragedia, un poco de humor. Tiene todos los ingredientes que tiene una ópera y me parece que otro de los grandes hallazgos de la película es la música.
–¿El hecho de que sea una “cumbiópera”, también con música electrónica, fue una manera de hacer referencia un estilo del gusto de los jóvenes como los protagonistas de esta película?
–Los protagonistas de esta película no escuchan esta música. Otra de las cosas que no hago: caer en la obviedad. Siempre le escapé a la obviedad. Hay un solo guiño en un momento a Los Violadores, pero estos pibes escuchan mucho punk, cosas que también escucho yo, mucho hip hop. Y dije: “¿Por qué voy a poner esa música? No, es como poner un gran angular para poder mostrar las tablas. ¿Por qué voy a poner un gran angular si yo no hago eso?”. No es sobre pibes que compiten en skate. Son pibes de barrio que, en vez de ir a jugar al fútbol, andan en skate. Me interesaba mucho más otra cosa, que es la problemática de la vida de estos pibes y no que andan en skate. Eso era un pretexto. Pero la música era realmente algo muy novedoso en el cine. Han llegado a decir cosas maravillosas de la banda de sonido y no es una cumbia de las que estemos acostumbrados a escuchar. Es algo con mucho más vuelo, más experimental. Y también hay una ópera de Puccini y de Händel. Y les dije a los pibes que la intervinieran.
–Esa es una de las diferencias fundamentales con otras películas suyas, ya que el empleo de la música juega en este caso un rol fundamental. ¿Cómo buscó complementarla con la estructura narrativa?
–Ya fue pensada así. Antes de llegar a esa música, cuando estaba haciendo la película ponía música de ópera y de algunos autores que me gustan. Ya tenía ese concepto. Es una película en la cual experimenté mucho sin ser experimental, y en la cual improvisé mucho y no soy un improvisado. Jugué con un montón de elementos. Es ésa la palabra: “jugué”. Como yo edito y hago todo, me permito poder hacer cosas, equivocarme, tener errores, volver a hacerlo. Pero hay un obsesivo trabajo de la banda de sonido. A tal punto que también es comparable al tema de la imagen. Después, cuando decidí que la película iba a ser así, conocí a estos chicos, DJ Negro DUB y Che Cumbé, que hacían unas cosas que me enloquecieron. Empecé a pedirles cosas y a mostrarles la película y las iba poniendo como si yo fuera un DJ.
–Usted no recurre a la elaboración de un guión para hacer una película, ¿cómo fue en este caso?
–No, no uso guiones. En este caso fue como siempre. Contar cómo ruedo mis películas es muy raro porque es lo menos parecido a un rodaje. Somos tres personas, ya no somos ocho como en el Decálogo que escribí en 1998. Era decir: “Hoy voy al Skatepark”. Y fui. Y el primer día que fui estaba la mitad del segundo acto.
–¿Eligió el mundo de los skaters porque era interesante desde el punto de vista visual o porque es una referencia directa de la cultura adolescente?
–No, ya lo había hecho en Bonus track, en 2006. Es una cosa que me gusta mucho porque tiene que ver con los cuerpos, con el poder jugar con la cámara lenta, con esta cosa que tiene que ver con lo fantasmal. Quería que fuera una película fantasmal, una película de capas. Una cosa absolutamente nueva para mi filmografía y me parece que nueva para estos tiempos.
–¿Y lo que suele mostrar de los jóvenes en sus películas también le sucedió a usted en algunos casos cuando era adolescente? ¿Hay una autorreferencialidad?
–Sí, por supuesto. Una de las cosas que escribí cuando estaba haciendo P3ND3JO5 fue eso. Me parece que la adolescencia es una etapa sumamente complicada y trágica. A un pibe de 14 años que lo deja una mina se le viene el mundo abajo. Eso pasa en la adolescencia. Y por supuesto que me acordé de cosas que me pasaron a mí y que son universales, que le pasaron a cualquiera. Nada más que muchas cosas las invierto. En el segundo acto, la que está enamorada de un pibe de 14 es una piba de veintipico, cuando debería haber sido al revés. Y lo trágico es para ella, no para el pibe.
–Usted filmó películas con jóvenes y con personas que están en la etapa de la vejez. ¿Por qué no tiene en cuenta a su generación?
–Porque me aburre. Básicamente, me aburre. No suelo tener muchos amigos de mi edad. No me llevo, no hablamos el mismo idioma. Hablo en la vida. Y en el cine no los veo interesantes. No quiero poner gente de mi edad en mis películas. Siempre son mucho más chicos, mucho más grandes, pibitos, adolescentes. No encuentro representación en la gente de mi edad. Me remiten mucho al tango.
–¿No le gusta el tango?
–Me gusta Piazzolla y no sé si es tango. A lo mejor, es más parecido a lo que yo hago.
–Su búsqueda consiste en ficcionalizar situaciones y problemas cotidianos, ¿no?
–Es de lo que he hablado en todas mis películas, algunas con más vuelo que otras, pero me sigue importando eso. Eso también demuestra que no importa el formato en el que estés laburando. Al ser un formato por todo lo que venimos hablando, ¿cómo le encuentro la parte cotidiana? Y, sin embargo, se la encuentro porque la vida es así. La vida es eso: un chico con su padre, un pibe que estudia, un pibe que se enamora de otro pibe, y el otro pibe tiene una mina; el pibe que tiene los padres separados y no puede ir a ver al padre porque no le da mucha pelota. Son temas universales y que están al lado tuyo. Pero me da la impresión de que P3ND3JO5 va más allá de todo eso, que lo trasciende un poco.
–Este es su trigésimo largometraje. ¿Modificó algo para este film del Decálogo para hacer una película que escribió en 1998?
–En Facebook subí hace poco el Decálogo revisado; no me lo acuerdo de memoria, pero ahora agregué algo al respecto sobre los celulares y ese tipo de cosas. Me he traicionado para mejor. Sigo pensando lo mismo, pero algunas cosas las he ajustado.
–En ese sentido, ¿cree que el avance de las nuevas tecnologías favorece hacer un cine de bajo presupuesto y, en consecuencia, más cercano a lo que el realizador desea?
–Creo que ya no hay más cine de bajo presupuesto. ¿Quién iba a pensar que hoy en día todo el mundo iba a filmar con cámaras de fotos? Cuando en 2006 hice La Navidad de Ofelia y Galván con una camarita pedorra, todos dijeron: “Bueno, ahí está el loco”. Y hoy en día todos filman con cámaras de fotos porque salieron unas que son un caño, en HD. Ya se va a filmar en iPod. La tecnología está para usarla. Hoy en día, en los festivales de cine no se proyecta más en 35 mm. Hoy se proyecta en DCP. ¿Qué carajo es DCP? Es archivo de video. Entonces, lo que tienen que hacer algunos puritanos estúpidos que, en su momento, salen a levantar la bandera de la pelotudez, es adaptarse a los tiempos en los que vivimos. Hoy filmás películas con celulares. Y eso no es filmar con bajo presupuesto, porque después ves las imágenes y te morís. Igual, van a seguir estando los tipos que siguen buscando plata para hacer películas y no está mal.
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