Buena escritura y dramaturgia refinada
Año 6. Edición número 295. Domingo 12 de enero de 2014
El Premio Argentores Latinoamérica se instituyó hace tres años como una manera de revalorizar el rol de los autores en teatro, radio, cine y televisión. El premio consta del equivalente a 10 mil dólares en moneda nacional y la convocatoria se hizo en toda América latina de habla hispana y portuguesa.
Fue súper exitosa: recibimos 620 guiones de toda la región, donde se destacaron muchísimos de Argentina, Brasil y Colombia. Entre los guiones recibidos hubo una diversidad tremenda. En el caso de Colombia, todos estaban atravesados por la dramaturgia centrada en la tragedia nacional de la confrontación con los paramilitares, la tragedia de dolor y devastación. Hubo también muchos filmes de terror, de vampiros y mucha dramaturgia sobre las cuestiones humanas como siempre.
Con este premio, nuestra intención es exaltar el lugar del guionista en el proceso de creación de un film porque su figura frecuentemente queda opacada una vez que el film está realizado, por el director y los actores, mientras que el guionista ingresa en el proceso de una película cuando solo hay ilusiones. Nosotros, como guionistas y autores, valoramos el lugar del guión y de los guionistas.
En el caso de El invierno, coincide que el mismo Emiliano Torres también va a dirigir, pero no siempre es así. Este esfuerzo está orientado a estimular y valorizar el rol del autor de creación cinematográfica. Con las generaciones que egresaron de las escuelas de cine, donde la formación es integral, ha habido una tendencia cada vez mayor a que los directores escriban sus propias películas, no obstante, yo creo que es bueno que un director apele a la colaboración de un guionista, alguien que no tenga en la cabeza la realización es un gran apoyo. En nuestro país sigue existiendo la figura del guionista que trabaja muy próximo al director, pero tiene una especificidad de la escritura de un film.
En pos de defender a los autores, quiero destacar que en 2013 incluimos un premio al mejor guión en la competencia de películas argentinas en el Festival de Mar del Plata con treinta mil pesos que fueron para José Campusano por su película, Fantasmas de la ruta.
Quiero resaltar la tarea del jurado internacional, compuesto por profesionales de mucha jerarquía: la destacada guionista mexicana Paz Alicia Garciadiego; Mariana Rondón de Venezuela, que acaba de ganar la Concha de oro en San Sebastián por su película Pelo malo, y Jorge Goldenberg, un maestro de guionistas.
La obra ganadora es hermosa. El invierno es un gran guión y espero que sea una gran película. Este film tiene una gran profundidad, una mirada muy honda sobre la realidad social de los trabajadores que por momentos presenta un panorama desgarrador, pero también iluminador y está estupendamente escrita. El valor del guión no pasa porque solamente esté bien escrito, sino por el lenguaje audiovisual que maneja y este guión permite ver la película que sustenta una dramaturgia muy refinada. La referencia social le da un contexto en el que se inscriben los personajes que pertenecen a ese mundo solitario, pero con eso no hacés una película. Lo que sustenta al guión es la dramaturgia humana de los dos cuentos enlazados que se unen al final. Porque la mera denuncia social no construye una dramaturgia si no atraviesa la vida de las personas. En fin, me pareció un gran guión y le deseo lo mejor a Emiliano en su debut como director.
“Va a ser una pequeña aventura”
Año 6. Edición número 295. Domingo 12 de enero de 2014
Entrevista Emiliano Torres, guionista y director. El ganador del Premio Argentores Latinoamérica con el guión de El invierno cuenta la génesis de la idea, ocurrida hace una década, y todo lo que significará comenzar a trabajar en el rodaje patagónico durante la época más fría.
La historia es sencilla. Un grupo de peones llega a una estancia de la Patagonia para trabajar en la temporada de arreo y esquila de ovejas. El capataz se ensaña con uno de los recién llegados de rasgos indígenas porque teme que le quite su lugar. El enfrentamiento silencioso entre estos dos hombres es el núcleo dramático del guión de El invierno, que ganó el Premio Argentores Latinoamérica “por la consistencia y complejidad de sus personajes principales, por la fluidez con la que se desarrollan las situaciones, por la naturalidad con la que se instalan las atmósferas y, en general, por el criterio de economía narrativa con el que se construye la totalidad del relato”. El guión fue escrito por Emiliano Torres, egresado de la primera camada de la FUC, que trabajó como asistente de dirección en más de veinte películas y coescribió tres guiones con Daniel Burman y Enrique Piñeyro. Después de quince años de experiencia en la industria cinematográfica, finalmente decidió encarar el proyecto propio que, si todo sale bien, se filmará en la primavera e invierno de este año en el sur del país y se podrá ver en 2015.
–¿Cómo surgió la idea del guión?
–Fue algo fortuito. Hace diez años más o menos estaba trabajando en un documental para una videasta francesa en la Patagonia y quedamos atrapados toda una tarde en una estancia debido a una tormenta de nieve. Ahí empecé a tomar imágenes mentales del lugar y sobre todo del personaje de un viejo capataz de unos setenta años de origen neocelandés.
–¿Qué le llamó la atención?
–Siempre me interesó la naturaleza, la supervivencia, la relación del hombre con las cosas más esenciales. Pero este personaje tenía muchas cosas que no me gustaban, que detestaba: es medio autoritario, agresivo, violento, injusto, mantiene a raya a los peones que son bravos con métodos muy crueles. Pero al mismo tiempo hay algo del orden del honor y de la corrección de estos tipos que me atrae. Se creen otra cosa, pero lo único que les cambia es el color de ojos, porque están enterrados en el mismo pozo. En el fondo, son tipos muy solitarios, que trabajan para escaparse de la familia y para no construir nada en su lugar de origen.
–Algo bastante alejado de su mundo...
–Bueno, yo me siento como un trabajador golondrina, aunque a otro nivel. Estuve en Europa un año, al menos en tres oportunidades; cinco meses en una isla de quince kilómetros cuadrados en el Mediterráneo, frente a África; otros cinco meses en la selva colombiana, y cuatro meses en Bolivia. Conozco el viaje, conozco el desarraigo, sé qué es escaparse de casa y también no tener casa. En eso nos parecemos. Además, es difícil bajarse de esa adrenalina, es como ser reportero de guerra: te llaman para la próxima y no podés decir que no. Por eso, hace tres meses que paré y me está costando mucho. Me quiero subir a la próxima aventura, pero la próxima será la mía.
–¿Fue importante que entrara el contexto social en el guión?
–Al venir de la dirección, siempre parto de la imagen. Lo primero que apareció fue el lugar, después el clima, los personajes y después la historia. No partí tanto de lo temático. Participé mucho en cine político, como en Garage Olimpo, donde las discusiones éticas eran más importante que las estéticas, pero a mí, particularmente, me interesa escribir y seguro que el tema después entra. Me parece que de este modo hablo con más profundidad y complejidad de esa realidad que si partiera de una tesis que luego intento ilustrar.
–Definió el tratamiento que hizo como un western “dolorosamente contemporáneo”. ¿Qué es eso?
–Tengo especial fascinación por el género donde Sergio Leone es una referencia tan importante, para mí, como Antonioni, Tarkovsky o Herzog. Es un género muy masculino, que plantea enfrentamientos y ambientes que atraviesan toda la historia, en el que hay ecos de algo que pudo haber sucedido hace miles de años. No es un enfrentamiento personal de uno con el otro, no hay odia, pero está en el camino, y ese camino tiene lugar para uno, no para dos. A veces, en la competencia por fuera del ámbito rural donde la gente se pisotea por un trabajo sin dudarlo es casi más cruel aunque no haya armas.
–Entonces, el western es eje fundamental de su película...
–En el mundo del western, las cosas son lo que parecen y están muy claras, no mediatizadas. Resulta más claro individualizar los conflictos. Lo que pasa es evidente y a mí eso me interesa. Pero no es una operación posmoderna que rinde culto al western, sino más que nada una referencia. Después, va a ser una película muy realista y muy sucia, no pretende escenas de acción ni persecuciones.
–¿Qué pasará con la financiación?
–La verdad es que soy un hijo de la industria. Trabajé quince años en cine y lo hago gracias a que existe una ley de cine, que existe un sindicato y productores. Creo en ese sistema con todas sus contradicciones, críticas e inconvenientes. Me considero, en ese sentido, un cineasta totalmente dependiente.
–¿Va a trabajar con amigos?
–Lo quiero hacer con un equipo muy chico y súper profesional, en el que filmemos en la mejor calidad posible y con un espíritu casi documental en el que podamos hacer escenas de películas con presupuesto muy alto con un grupo de quince personas
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–¿Qué reparos van a tener para filmar en un clima tan hostil?
–¿Qué reparos van a tener para filmar en un clima tan hostil?
–Vamos a filmar en invierno cuando esté realmente brava la cosa y eso va a ser muy duro para todos. De todas maneras, tengo bastante experiencia en situaciones complejas de rodaje y sé que se puede. Será una pequeña aventura. Si llueve, para mí no va a ser un problema sino una bendición. Si es una tormenta fuerte e interesante salgo a filmar. Son cosas que sé hacer, que aprendí y que me gustaría capitalizar. Ahí siento la influencia de Herzog, en donde ciertas cosas se producen como una oportunidad y no como un problema. Y si se me escapan todas las ovejas también puede ser interesantísimo.
–¿Cómo se le encuentra una cara al personaje de un guión?
–Si bien conozco muy bien a los personajes, sus caras siempre estuvieron fuera de foco y estoy esperando encontrarlos. Vamos a hacer un casting en Corrientes y puedo trabajar con actores conocidos o no. Dejo el panorama completamente abierto porque son dos personajes muy difíciles y requieren cuestiones prácticas también dificultosas. Hay saberes de campo que para mí son fundamentales, son personajes que se definen por la acción, por el comportamiento y voy a ver qué hay. Creo que la relación con la naturaleza define la manera de moverse y de hablar, hasta físicamente me interesa encontrar personajes de ese tipo.
–Cuando empezó a estudiar cine, ¿se imaginaba todo lo que iba a llegar?
–Empecé a estudiar cine porque me resultaba difícil estudiar otra cosa, motivado por lo que me pasaba. Era un momento en el que se hacían cinco películas por año y en el que todo parecía imposible. Ni bien abrió las clases Manuel Antín, nos anotamos un grupo de dementes. Fue el principio de algo importante. En ese momento era una fundación, ni siquiera una universidad, y aprovechamos la situación porque era todo menos organizado y filmamos desde muy jóvenes. Realmente no teníamos idea de cómo hacer nada y aprendimos destruyendo equipos, haciendo películas horribles. Fue una linda etapa de experimentación práctica.
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