Con dos homenajes y la exhibición de Del amor y otros demonios, basada en la novela de Gabriel García Márquez, arrancó la vigésima edición de la muestra cinematográfica. En la competencia está El último verano de La Boyita, de Julia Solomonoff.
Por Oscar Ranzani
Desde Fortaleza
El estado de Ceará, en el nordeste brasileño, es conocido como uno de los mejores lugares de veraneo por sus playas límpidas, acompañadas por la claridad imponente del mar. Como dato histórico relevante, puede mencionarse que Ceará fue el primer estado de Brasil en abolir la esclavitud, allá por 1884. Y en cuanto a su cultura, es uno de los mayores centros de producción de artesanías. Basta con recorrer la Avenida Beira Mar de Fortaleza –la ciudad epicentro del estado de Ceará–, después de la caída del sol, para encontrarse junto a la playa con auténticos trabajos artesanales, que van desde adornos fabricados con manos expertas y curtidas por el sol, ropa o incluso comidas tradicionales. Pero como esta nota es sobre cine, es ineludible mencionar que el gran Orson Welles se rindió frente a la belleza de las tierras de Ceará y aquí filmó su documental It’s All True. Y también que Ceará es, desde el jueves a la noche y hasta el 1º de julio, la sede de la vigésima edición de un interesante Festival de Cine Iberoamericano.El Festival de Cine Ceará nació en 1991 como Video Mostra Fortaleza, por iniciativa de Eusélio Oliveira y Francis Vale. Según se comenta, su génesis se produjo en medio de una de las mayores crisis del cine brasileño, durante la presidencia de Fernando Collor de Mello. En 1995 pasó a denominarse Festival de Cine Ceará, y se amplió al terreno nacional. Ya en 2006, se reconvirtió en lo que es en la actualidad: un festival de cine iberoamericano.
Esta edición se compone de una muestra competitiva integrada por ocho largometrajes: la mexicana Alamar (Pedro González Rubio), ganadora como mejor película en la Competencia Internacional del 12º Bafici; la producción cubano-venezolana-rusa Lisanka (Daniel Díaz), la brasileña-costarricense El último comandante (Isabel Martínez y Vicente Ferraz), la brasileña Camino para Ythaca (Guto Parente, Luiz y Ricardo Pretti y Pedro Diógenes), la española La mujer sin piano (Javier Rebollo), el documental Memoria cubana (Alice de Andrade e Iván Nápoles), la argentina El último verano de La Boyita (Julia Solomonoff) y la producción colombiana-costarricense Del amor y otros demonios (Hilda Hidalgo). El festival también tiene una muestra competitiva de cortos que, según cuentan por estos lados, es la mayor atracción de los estudiantes. De hecho, es tan valorado este segmento del certamen que, a veces, los cines están más poblados por jóvenes para ver los cortos de origen brasileño que las películas de competencia internacional.
La muestra se completa con secciones paralelas. Una de ellas es “Memorias Diásporas: as fronteiras da identidade”. Según su curador, Enrique Hernández, los documentales que la componen muestran “la odisea de los cubanos lanzándose al mar, en busca de sueños o al reencuentro de seres amados; la lucha obstinada de trabajadoras en Los Angeles, por sus derechos más básicos; la inmensa pérdida cultural y humana provocada por el exilio de intelectuales y científicos en la Argentina de la dictadura; el resumen cósmico de la infinita San Pablo, ciudad de inmigrantes por excelencia; la disolución de unas fronteras y la creciente hostilidad de otras. O sea, un mundo donde la identidad cultural a cada paso se cuestiona, enriquece y replantea; un mundo cada vez más necesitado de paz, tolerancia y aceptación de diferencias. Un mundo nuevo, en suma”. También habrá una muestra homenaje a uno de los emblemas del Cinema Novo como es el legendario Ruy Guerra; y una sección con ficciones y documentales que dan cuenta de la Alemania después de la caída del Muro de Berlín.
El jueves por la noche, la ceremonia de inauguración se produjo en el Cine Sao Luiz, el más grande de Fortaleza, con capacidad para 1500 espectadores. Es también uno de los cines más antiguos de Brasil: se empezó a construir en 1936 y se inauguró el 26 de marzo de 1958 con la exhibición de la película Anastacia, de Anatole Litvak. En ese edificio, antes de la proyección de Del amor y otros demonios, hubo dos homenajes. Uno de ellos fue para Francisco Lombardi, el cineasta peruano más reconocido internacionalmente, quien en 1968 viajó a Argentina para estudiar en la Escuela de Cine de Santa Fe, pero debió continuar sus estudios en Lima porque con el golpe militar la escuela fue intervenida. El otro homenaje fue para el actor Mauro Mendonça, nacido en la ciudad de Ubá, Matto Grosso, en 1931. Mendonça debutó a fines de la década del ’50 como actor televisivo, rubro en el cual brilló durante su extensa carrera, pero también se desempeñó en más de veinte largometrajes; entre ellos, en Doña Flor y sus dos maridos, donde compartió el elenco con Sonia Braga. La actriz estuvo presente para entregarle el galardón. Y con los dos en el escenario, se produjo la mayor ovación de la noche.
Una vez finalizados los homenajes, se exhibió Del amor y otros demonios (aún no estrenada en la Argentina), dirigida por la cineasta costarricense Hilda Hidalgo, graduada de la Escuela Internacional de Cine y TV de La Habana. Del amor... está inspirada en la novela homónima del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Fue precisamente el ganador del Premio Nobel de Literatura quien le ofreció adaptarla después de que escuchó decir a Hidalgo en un taller en la Escuela Internacional de Cine y TV de La Habana que aquella novela era su obra más cinematográfica y que le extrañaba que nadie la hubiera transformado en una película. El escritor sólo le puso una condición: que tuviera la mayor libertad creativa. El papel protagónico recayó en la actriz colombiana Eliza Triana Amaya, quien encarna a Sierva María, una joven de 13 años, hija de unos marqueses españoles que no está dispuesta a obedecer reglas en la Cartagena de Indias colonial. En pleno siglo XVIII, es decir, durante la época inquisitorial, la hija del marqués de Casalduero es mordida por un perro rabioso. De esto se entera el obispo, quien cree que la niña está endemoniada, y entonces convence al padre de que la interne en un convento para que sea sanada, ya que “al mal no se lo cuestiona con la razón sino con la fe”. El encargado de exorcizar a la chica es el padre Cayetano Delaura, pero pronto nacerá entre ambos un amor prohibido. Con pocos diálogos y con un mayor acento puesto en lo visual, el film de Hidalgo presenta un mundo inquisitorial que genera culpas en los sentimientos más nobles. Y produce tragedias.
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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/5-18412-2010-06-26.html
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