Fotografías de Sara Facio
En el marco del 10º Aniversario de El Ateneo Grand Splendid, retratos de los más célebres personajes de la cultura nacional y latinoamericana
Una de mis fotos más conocidas, y sin duda la más publicada, es la que le tomé a Julio Cortázar, con el cigarrillo apagado, en 1967. Para referirse a ella, hizo dialogar a dos de sus personajes:
(-) Y esto se deja fotografiar, esto se toma por un escritor y para más argentino! Un beséler, decime un poco.
(-) Cuando se tiene un poco de responsabilidad, uno va y le pide a Alicia y a Sara que lo saque con la mandíbula del pensador intelectual descansando en la mano, la mano descansando en el codo y el codo propio arriba de esos escritorios con tintero. Pero el punto no tiene categoría.*
Cortázar, con su porteña ironía, no ha hecho más que dejar constancia de mi concepto sobre el retrato. Nada de poses, nada de juego de luces, nada de expresiones para el bronce.
Simplemente, el rostro de una persona mirándose en su espejo interior. Reflejando su ser.
Entregándose limpiamente al otro. A nosotros.
No siempre es necesario tomar un primer plano frontal, aunque fue lo que más me atrajo fotográficamente. Como si quisiera meterme dentro del personaje, robarle el alma.
También abstraído en su arte (Astor Piazzolla/ Roberto Goyenche), en sus fantasmas (Ernesto Sábato en el Parque Lezama) o junto a sus seres queridos (Pablo Neruda y Matilde Urrutia) puede darse la entidad del personaje.
Pero el observador dirá. Quien mira una imagen es el último eslabón de la toma fotográfica.
Es quien aprueba o rechaza cómo mostramos a su ídolo. Para eso también se hacen las exposiciones de fotos.
Sara Facio
* Sara Facio y Alicia D´Amico, Retratos y autorretratos, Buenos Aires, Ediciones de Crisis, 1973
En el marco del 10º Aniversario de El Ateneo Grand Splendid, retratos de los más célebres personajes de la cultura nacional y latinoamericana
Una de mis fotos más conocidas, y sin duda la más publicada, es la que le tomé a Julio Cortázar, con el cigarrillo apagado, en 1967. Para referirse a ella, hizo dialogar a dos de sus personajes:
(-) Y esto se deja fotografiar, esto se toma por un escritor y para más argentino! Un beséler, decime un poco.
(-) Cuando se tiene un poco de responsabilidad, uno va y le pide a Alicia y a Sara que lo saque con la mandíbula del pensador intelectual descansando en la mano, la mano descansando en el codo y el codo propio arriba de esos escritorios con tintero. Pero el punto no tiene categoría.*
Cortázar, con su porteña ironía, no ha hecho más que dejar constancia de mi concepto sobre el retrato. Nada de poses, nada de juego de luces, nada de expresiones para el bronce.
Simplemente, el rostro de una persona mirándose en su espejo interior. Reflejando su ser.
Entregándose limpiamente al otro. A nosotros.
No siempre es necesario tomar un primer plano frontal, aunque fue lo que más me atrajo fotográficamente. Como si quisiera meterme dentro del personaje, robarle el alma.
También abstraído en su arte (Astor Piazzolla/ Roberto Goyenche), en sus fantasmas (Ernesto Sábato en el Parque Lezama) o junto a sus seres queridos (Pablo Neruda y Matilde Urrutia) puede darse la entidad del personaje.
Pero el observador dirá. Quien mira una imagen es el último eslabón de la toma fotográfica.
Es quien aprueba o rechaza cómo mostramos a su ídolo. Para eso también se hacen las exposiciones de fotos.
Sara Facio
* Sara Facio y Alicia D´Amico, Retratos y autorretratos, Buenos Aires, Ediciones de Crisis, 1973
No hay comentarios:
Publicar un comentario