domingo, 13 de marzo de 2011

LUIS PUENZO HABLA DE SUS PROXIMOS PROYECTOS COMO PRODUCTOR Y DIRECTOR

“Nunca hice películas fáciles ni mucho menos comerciales”

El director de La historia oficial trabaja en una adaptación de la obra El niño Argentino, de Mauricio Kartun, mientras produce Wakolda, de su hija Lucía, además de Infancia clandestina, de Benjamín Avila, una historia de amor en tiempos de dictadura.

Por Oscar Ranzani
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-21037-2011-03-13.html

 
Sólo tenía dieciséis años cuando comenzó a filmar. Luis Puenzo recuerda que, en aquel entonces, se dedicaba a realizar trabajos de publicidad cuatro días por semana. Toda una exigencia. El director de La historia oficial reconoce que la publicidad era “cine por encargo” y que su labor consistía en poner en imágenes lo que pedía un cliente. “No eran historias mías, no eran mis películas”, señala. Por eso, cuando las puertas del cine se le abrieron, tuvo claro desde un principio que quería filmar “cosas que necesitaba mucho filmar”. Sin embargo, Puenzo admite que nunca hizo “películas fáciles ni mucho menos comerciales. 
Todos mis proyectos siempre fueron bastante difíciles y siempre con un desafío fuerte, un tirarse a la pileta, con un peligro creativo, de incertidumbre, de adrenalina corriendo. Así fueron todas”. Por eso, comenta que su próximo proyecto como director, El niño Argentino –que piensa rodar a partir de mediados de año– tampoco será fácil. Si bien señala que a esta altura de su carrera podría filmar numerosas películas comerciales sólo con el oficio aprendido, no le interesa para nada transitar por este rumbo. “Y supongo que por eso, El niño Argentino también implicó un tirarme a la pileta y decir: ‘Esta es una gran obra y puede ser una gran película’.”

Puenzo afirma que la idea de adaptar al cine la pieza teatral homónima de Maurico Kartun surgió hace tiempo, pero el comienzo se fue retrasando por su intensa labor como productor. “Me tocó pilotear la productora y me atrasé con mis propios proyectos. Pero arrancó después de ver la obra por primera vez hace dos años. Recuerdo que me sedujo inmediatamente.” Cuando estaba por finalizar la obra, Puenzo le comentó a su mujer que la quería filmar. ¿Qué vio de cinematográfico? “Esa es la gran pregunta. Son cosas que, al principio, uno casi no piensa. Lo que recibís es un impulso, una energía, la adrenalina”, dice el director de La peste. A partir de entonces, se le abrió “un universo impresionante que consistió en explorar esta genialidad que tuvo Mauricio, simplísima como son las grandes ideas: tomar un arquetipo de la Argentina, del que hemos escuchado hablar cuando éramos chicos, cuando en la Argentina opulenta, a principios del siglo XX, en las clases altas, los conservadores, los oligarcas se llevaban una vaca en el barco para que los chicos tomaran la leche. Esta leyenda, que alguna vez ocurrió, es una síntesis perfecta de la Argentina que fue y de la Argentina que es”, considera el director.

La historia de El niño Argentino transcurre en la bodega de un gran transatlántico de principios del siglo XX, de esos que navegaban hacia Europa. “De pronto, viajaban las familias patricias con todos sus hijos, con su servidumbre y con una vaca en la bodega. Y la vaca estaba con el gauchito que la atendía, que la ordeñaba y que todas las mañanas tenía la leche fresca para esta familia”, relata Puenzo. Y el otro personaje destacado en la historia “era un primogénito de esta familia, un tarambana, que era el niño Argentino. Y Argentino hacía todo mal, todo lo que no debía. Y el padre lo castigaba todos los días y lo mandaba permanentemente a la bodega a ver cómo estaban la vaca y el gauchito. Y en esa bodega se juntaban el niño, el gauchito y la vaca.” La historia tiene la duración del viaje, desde que parte de Buenos Aires hasta que llega a un puerto francés.

Si bien éste es su retorno a la dirección, en el último tiempo Puenzo estuvo más abocado a la tarea de productor. Y reconoce que tanto en un ámbito como en el otro hay espacio para la creatividad. “Desde que supe que me gustaba el cine cuando era pibe, me fue tocando hacer de todo. Fui y soy guionista. Me tocó ser productor muy jovencito porque tuve mi primera empresa cuando arranqué a filmar publicidad. Y era mi propio productor, además del trabajo de director. También aprendí todo el costado técnico.” Puenzo metaforiza su trayectoria de la siguiente manera: “Podés jugar el partido parado en un lugar o en otro y si sabés cómo manejarte en el puesto que te toque, el cine es lindísimo hecho desde donde sea”.

El director que en Gringo viejo logró dirigir a Jane Fonda y Gregory Peck relata que siempre trabajó con sus hijos productores y directores. “De hecho, siempre nos juntamos en las películas, aun en las que yo hacía cuando ellos eran nenitos. La historia oficial la filmé en casa, en sus cuartos, en su living, a veces con sus juguetes, que eran los que usaba Analía Castro para su personaje de Gaby. Analía era de la edad de mis chicos y jugaba con ellos en medio de la filmación”, recuerda. 

Entre sus trabajos con sus hijos, han tenido más visibilidad los que realizó junto a Lucía, directora de XXY y El niño pez. Y actualmente presentó como productor el tercer proyecto de Lucía como directora en el Festival de Berlín: Wakolda. “Es una película que, por un lado, pertenece muy fuertemente al universo de Lucía, de sus dos películas anteriores y de sus novelas. Está muy emparentada con XXY y bastante emparentada con El niño pez”, anticipa Puenzo. “La protagonista –como suele ser ya casi una marca de Lucía– es una chica adolescente, una púber. La película es la mirada a través de los ojos de este personajito. Y esta chica, además, tiene un problema genético (otra marca de XXY). El problema de Lili es que es muy chiquitita para su edad. Es una chica de trece, catorce años y parece de diez, como que no ha crecido. Y en un viaje a la Patagonia en el año ’59, al establecerse en Bariloche, se enamora de un médico alemán genetista que está muy interesado en los problemas que tienen que ver con el ADN. Y resulta que este médico es Joseph Mengele.” Puenzo comenta que el viaje del criminal nazi a la Patagonia “está probado históricamente”. Wakolda, en principio, fue una novela que escribió Lucía y que antes de terminarla decidió que sería también una película.

–¿Cómo fue la experiencia en el Festival de Berlín donde presentó el proyecto Wakolda, de Lucía?

–Fue muy buena. Nosotros fuimos al mercado de coproducción. En este mercado se presentan proyectos que atraviesan filtros muy pero muy serios. Muy poquitos proyectos son elegidos. Se publican en un catálogo que es repartido entre productores y distribuidores de todo el mundo. Esta gente elige qué proyectos quiere conocer a fondo. Y después, hay un programa brutal de exigencia porque hay una entrevista cada media hora. Nosotros fuimos a presentar Wakolda y, de paso, llevamos dos o tres proyectos más de la productora. Pero Wakolda pegó muy fuerte, al punto de que cuando terminó el festival, la organizadora del mercado le pidió a Lucía que hiciera una nota con el diario más importante de Alemania, en representación de todos los proyectos que eran veintisiete. Entonces, nos preguntamos por qué Lucía. Y dijeron que porque fue el proyecto más demandado de todo el festival.

Esta inserción actual del cine argentino en el mercado internacional dista mucho de lo que sucedía en otros tiempos. De hecho, Puenzo admite que hasta el momento del estreno de La historia oficial, el cine argentino “no salía de nuestro país, era impensable una película argentina exhibiéndose en los cines de otros países”. Y recuerda lo siguiente: “Cuando a nosotros se nos ocurrió ir al Festival de Cannes, lo conseguimos gracias a la ayuda de Beatriz Guido, en ese momento viuda de Torre Nilsson. Y lo conseguimos porque Torre Nilsson tenía una gran relación con el Festival de Cannes”. El cineasta brinda un dato importante al respecto: cuando se presentó La historia oficial en Cannes, hacía veinticuatro años que una película nacional no tenía presencia allí.

–¿Los festivales internacionales se convirtieron en espacios propicios para concretar proyectos cinematográficos?

–Sí, una cosa que nos pasa es que nosotros no tenemos la capacidad económica, ni grandes distribuidoras, ni nada como para llevar nuestras películas al mundo, para repartirlas por el planeta. Tenemos que hacerlo gratis porque si no, no podemos hacerlo. Entonces, los festivales son la caja de resonancia, el vehículo que permite que las películas se den a conocer, que el periodismo las conozca, que las vea, que hable de ellas, que lleguen al público, que el público se entere. En un momento en el que el cine está tan monopolizado por la industria norteamericana, cuando el 90 por ciento del cine del mundo es estadounidense, distribuido por las empresas de ese país, y en un momento en el que muchas de las películas (diría que hasta las latinoamericanas), nos llegan a través de una distribuidora norteamericana, los festivales son vitales para nosotros.

–¿Y qué otorga mayor proyección internacional a una película: su participación en festivales como Berlín o Cannes o el Oscar? A primera vista, uno puede suponer que el Oscar, pero tal vez también dependa del tipo de la película y del público al que va dirigida, ¿no?

–Depende de la película. Sin duda que a El secreto de sus ojos, el Oscar, porque es una película grande y para mucho público. De hecho, ha tenido muchísimo público no solamente en la Argentina: le ha ido muy bien en muchos países. Y en ese sentido, el Oscar es una vidriera estupenda. Para otro tipo de películas, no, diría que son mejores Cannes o Berlín porque son películas que por ahí mueven a un cierto público que es el natural de esos films. Y además, los festivales europeos son una gran vidriera para los compradores internacionales, los distribuidores y para el periodismo. El periodismo se entera de gran parte del cine en los festivales. Yo vengo de ser presidente del jurado del festival Abu Dabi en Emiratos Arabes. Ahora conozco un poco más el cine que tiene que ver con el mundo árabe a partir de haber estado en El Cairo y en Emiratos Arabes porque con mis compañeros de Egipto o de Afganistán hablé de cine y entendí su punto de vista y su mirada sobre el cine. Es decir, cómo ellos miran el cine nuestro y cómo uno puede entender el cine de ellos. Y es fantástico porque el fenómeno del cine es inigualable, enorme, riquísimo.

–¿Qué tipo de cine del que se está haciendo es el que usted valora más?

–Del cine que se está haciendo, del que se hizo y de todos los cines, por mi generación o por mi formación, yo valoro el cine de relato, el que cuenta algo. Valoro el cine en el que está claro que el que está contando la historia se la está contando a alguien, aunque ese alguien sea uno. No importa que sea uno o poquitos, o que sea una película que por su característica tenga un público restringido o deliberadamente seleccionado por el autor. No hablo de un público masivo cuando me refiero al público sino de un interlocutor. La vieja historia del viejo que cuenta un cuento al lado del fuego necesita que del otro lado del fuego haya alguien que escuche. Y si el otro no está y habla solo es un loco. Hay como una cosa de autismo en el relato. Y yo creo en el relato que no es autista, sino en aquel que el que cuenta sabe que tiene un interlocutor. Y en ese sentido, yo no diferencio ni el cine nuevo, ni el viejo ni el ahora llamado independiente ni el nuestro que también fue independiente y sigue siéndolo. Quiero decir que el cine que vale la pena es aquel que cuenta algo.



Volviendo a los proyectos, en este caso como productor, Luis Puenzo está abocado al film Infancia clandestina, que será dirigido por Benjamín Avila y protagonizado por Natalia Oreiro y Ernesto Alterio. Teniendo en cuenta que aborda la temática de la dictadura, la pregunta casi obligada es qué novedad agrega este film al tema. “Una novedad que va a levantar polvareda es la mirada de Benjamín, que es hijo de desaparecidos. Y en la película, Benjamín habla de sus propios recuerdos, de su propia infancia”, explica Puenzo. Si bien no es completamente biográfica, la película “tiene una cantidad enorme de elementos biográficos, sobre todo la memoria de Benjamín. Y recuerda cuando era un niño que fue al exilio con sus papás y volvieron. Los papás de Benjamín fueron al exilio e hicieron un periplo como muchos otros: pasaron por Brasil, México, Cuba. Y volvieron a pelear. Y Benjamín volvió con ellos, pero sus papás desaparecieron y a Benjamín lo crió la abuela. Y él habla de eso en la película, que tiene una enorme valentía, claridad, lucidez e imaginación”. Al mismo tiempo, Infancia clandestina es, según Puenzo, “una historia de amor muy bella porque está contada desde el punto de vista de este chico, que además se enamora en un colegio en el que, por imperio de las circunstancias, debe fingir ser otro. Y cuando se enamora, esto se le hace difícil”.


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