lunes, 5 de septiembre de 2011

Entrevista a Marta Bianchi - La mujer y el cine

Entrevistas /  Entrevista a Marta Bianchi. Preside La mujer y el cine, una asociación cultural que desde hace 23 años promueve y divulga la obra de realizadoras que de otra manera jamás se conocerían. Han dado al público argentino la posibilidad de descubrir grandes directoras de cine del resto del mundo y de la argentina. y ahora organizan un concurso de cortos con dos temas: violencia y pueblos originarios. 
 
 
Por Jorge Belaunzarán
http://www.elargentino.com/nota-155512-Cine-con-cara-de-mujer.html

 
Hay algo que es íntimo e intransferible de las mujeres. Y acaso no sea la maternidad. Es una forma de ver. Una que, los hombres (varones, tal vez más preciso), no acostumbran: una forma en la que podrían ver si el mundo hubiera sido más igual desde siempre, si las diferencias no se hubieran tratado como jerarquías, si las singularidades no se hubieran convertido en deberes. Un mundo donde ellas y ellos anduvieran a la par, sin mirarse con sospecha sino con la sorpresa que produce lo novedoso, lo que maravilla por ser aquello que no se imaginó. Algo así se intuye (ese atributo tan atribuido a las mujeres) al escuchar a Marta Bianchi para hablar de una nueva edición…, El énfasis que usa al decir sobre las postergación de las mujeres es similar a la pena que se le siente al hablar de los hombres que no puedan descubrir y explotar lo que la forma patriarcal de la sociedad desde hace milenios, también a ellos les negó.


-¿Cuál fue el primer objetivo de La mujer y el cine?


-Las mujeres estaban delante de la cámara: empezaron en el cine como actrices, vestidoras y maquilladoras. Y detrás de Lumiere, una de las primeras guionistas de ficción fue una francesa que filmó alrededor de 270 películas. Algunas dirigidas por ella, otras producidas o codirigidas. Filmó en blanco y negro, en cine mudo, sonoro, cortos y largos, abordó la mayor variedad de temáticas. En Estados Unidos las produjo casi todas, aunque empezó en Francia cuando era muy jovencita. Por razones familiares vuelve a Francia, y cuando regresa a Estados Unidos su obra había desaparecido. Se fue encontrando a partir del trabajo de investigadores bajo la titularidad de asistentes, de otra gente que estaba alrededor de ella; a ella la borraron de la historia. Desde ella, hasta la década del 80, hubo mujeres en los distintos países en todas las décadas, pero muy pocas logran continuidad. En nuestro país, en Brasil, en México, en Francia, pero no logran continuidad. El lugar de la decisión en el cine es la dirección: ahí se decide qué se va a contar, cómo y desde dónde, desde qué perspectiva. Ese es el lugar donde se pueden aportar nuevas miradas o perspectivas diferentes. Eso empieza a hacer recién visible alrededor de los años 80. Y como parte del fenómeno global de irrupción de las mujeres en todas las áreas sociales. Ahí, en el año 88 nos llama Susana López Merino desde Mar del Plata, que iban a hacer un festival de cine realizado por mujeres con la cinemateca de Mar del Plata, que lo iba a dirigir pero necesitaba un consejo asesor de mujeres. Entonces nos llama a un montón de mujeres que estábamos en el top de nuestras profesiones. Decidimos formar una asociación y llegamos a la conclusión de que podíamos y debíamos apoyar a las mujeres en la cultura para estimularlas a ejercer roles de liderazgo. ¿Cuál era el lugar? El cine, y el rol, la dirección. Entre las fundadoras de la Asociación La Mujer y el Cine estuvieron María Luisa Bemberg, Lita Stantic, Sara Facio, Susana López Merino, Gabriela Massuh y Beatriz Villalba Welsh. Hicimos tres festivales en Mar del Plata, tres en Buenos Aires, una muestra de cortos de cortos de Latinoamérica y el Caribe en 1994 en la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing. Y varios directores del Instituto de Cine que tenían idea de volver a realizar el Festival de Mar del Plata, nos convocaron. Al principio no se concretó, y finalmente decidimos que sí, que estaba bueno que estuviéramos dentro de una institución que nos cobijara, porque teníamos una experiencia. Al principio la gente dudaba, desconfiaba de lo que hacíamos. Se acercaban a ver tipo: a ver qué hacen estas locas, es un gueto, si son lesbianas, si esto o aquello, y poco a poco nos fuimos ganando el respeto de la prensa especializada, y sobre todo del público, que se acercó y tuvio acceso a una cinematografía que les era desconocida. Tenemos el orgullo de decir que muchas de las directoras que llamamos, que eran primerizas, algunas fueron candidatas al Oscar, como el caso de la danesa Susanne Bier de la que se acaba de estrenar Un mundo mejor en Buenos Aires.


-¿Cómo pasaron de ser un ghetto a ser aceptadas?


-La Mujer y el Cine trabaja para todo el público. Ni siquiera hemos proyectado películas por feministas, a pesar de que nosotras lo hacemos porque somos militantes feministas; lo hicimos por militancia, porque cada una de nosotras tiene su profesión. Nunca vivimos de esto, más bien hemos puesto todas plata durante muchos años. Lo que proyectamos es el valor artístico, el aporte que realizan las mujeres a la expresión cinematográfica. Si falta la perspectiva de la mitad del género humano, falta la perspectiva de la mitad del mundo. Entonces los hombres y las mujeres filman sobre los mismos asuntos humanos, miran las mismas cosas que ocurren en el mundo, pero las mujeres tenemos una historia y una experiencia particular, que es lo único que nos hermana, porque cada mujer es distinta. Pero la historia y la experiencia nos dejaron en una perspectiva diferente. Esto hace que la perspectiva de las mujeres complete y enriquezca la expresión cinematográfica. Y también en nosotros como espectadores nos amplían las miradas sobre los mismos asuntos.


-¿Cuándo sintieron que La Mujer y Cine estaba legitimada?


-A partir de invitar directoras mujeres y mostrar sus cinematografías. Fuimos un nexo para conectarlas con productores de acá, que compraban las películas. Ana Diez hizo sus primeras películas, de Bier estrenamos todas sus películas, de Lúcia Murat, una directora brasilera, también. Y trajimos gente que después fue reconocida. Fuimos pioneras en ese sentido. Eso era lo que queríamos: resaltar el aporte que hacen las mujeres. Quizás sea una discriminación positiva y temporaria. En el mundo se ha pedido que se realicen este tipo de acciones. Lo piden los protocolos internacionales de Naciones Unidas para el desarrollo de la mujer. Desarrollar acciones de discriminación positiva temporaria para que los grupos humanos que han permanecido históricamente rezagados avancen y se sumen de mejor manera. Esto podría serlo. Por ejemplo en Argentina se produjo una eclosión, a fines del siglo pasado y principios de éste, de mujeres dirigiendo. Esto es fantástico. Tiene que ver con el avance de la mujer en todas las áreas, lentamente con un cambio de mentalidad de la gente, que tiene que ver con una legislación muy buena que va teniendo Argentina, muy avanzada en cuanto a los derechos de las mujeres; quedan muy pocos temas como la despenalización del aborto. Tenemos una legislación interesante que ha ayudado a que la gente empiece a abrir un poco la cabeza. En los años 80 los hombres te decían: yo soy machista, ¿y qué? Ahora ninguno lo dice porque saben que es políticamente incorrecto y que es socialmente malo: se sabe que el machismo es un componente constitutivo del autoritarismo. O sea que se avanzó muchísimo. Y en la Argentina se produjo esta eclosión de mujeres dirigiendo que tiene que ver con estos avances, la gran cantidad de escuelas de cine que proliferaron por el país, y bueno, nosotras pusimos un pequeño granito de arena, sobre todo por nuestros concursos de cortos, por donde pasaron una gran cantidad de directoras que hoy honran la cinematografía nacional.


-Sin embargo hoy parece haber más violencia de género que antes.


-Porque se consideraba un asunto privado, donde no te metas, que por algo debe ser. Ahora no. Ahora se sabe que no es un asunto privado, es social y político. Se sabe que la violencia contra las mujeres atenta contra el desarrollo de los pueblos y es un problema de salud pública. Antes no se hablaba, se consideraba lógico que el hombre impusiera su autoridad sobre la mujer. Y la sociedad históricamente aceptó la violencia contra la mujer. Y la violencia contra la mujer es quizás una de las formas de opresión más consentida y silenciada de la historia humana. Se empezó a destapar en los años 80. Y en una parte del mundo, porque en Oriente hay una parte en la que las mujeres no tienen los derechos de personas. Y por esto vienen luchando mujeres desde hace muchas generaciones. Estas cosas fueron saliendo a la luz a partir de acontecimientos internacionales como la industrialización, las guerras mundiales; la mujer que sale a trabajar por necesidad, que cubre los roles de los hombres cuando no están y cuando vuelven tienen que volver a la casa, y a lo mismo. Las cosas se van modificando. Antes también ocurrían los femicidios, pero se definían como crímenes pasionales, como si eso fuera una disculpa. Fue la lucha de las mujeres que permitió hablar de femicidio. No sé si hay más. Lo que sé es que antes no había estadísticas. Y se hablaba de otra manera. La violencia no ha disminuido. El tema de la violencia es tremendo, se da en todas las sociedades, en los países desarrollados y en los subdesarrollados, y tiene que ver con que la mentalidad no se ha modificado del todo, siguen existiendo esos patrones que consideran que el hombre tiene una jerarquía superior que la mujer, y que la mujer le debe estar subordinada. Por eso este año el concurso lo hacemos temático. Porque pensamos que es importante la violencia.


-¿Aumentó la violencia o aumentó la percepción sobre la violencia?


-Se ha sofisticado la violencia. Desde que el hombre existe viene desarrollando violencia sobre minorías por el hecho de ser diferentes, o por rapiña directamente. Generalmente por rapiña: por ser diferentes, piensen distintos, temor o lo que fuere, atrás siempre está la rapiña. Permanentemente se dan no solo guerras, genocidios. Es tremenda la violencia que contiene el hombre. El género humano, claro, pero quiero decirte que las guerras las hicieron los hombres. Y con la mujer, también. Hoy la mujer tiene que estudiar y demostrar más que el hombre, tiene que seguir demostrando. Hay una exigencia mucho mayor sobre la mujer que sobre el hombre en cuanto a depositar confianza en ella. Y las transformaciones culturales llevan más tiempo que las decisiones legislativas. Lleva mucho tiempo cambiar el imaginario social, las costumbres, los mandatos y esas cosas que nos vienen históricamente como naturales. Nosotras estamos con todos esos avances tratando de desnaturalizar esos roles que adjudicó la cultura patriarcal, que dividió los espacios, los espacios de poder, los hombres afuera, fuertes, competitivo, la mujer en la vida afectiva, cuidando la prole, subordinadas al hombre y todo esto. Les adjudicó características a los hombres que tienen que ser de esa manera; las mujeres para ser femeninas tienen que ser débiles, sumisas. Todo esto no es natural. Los hombres también tienen partes femeninas y tienen derecho a asimilarlas, como es su sensibilidad, su derecho a participar de la emotividad, de la crianza de los hijos. Ningún hombre deja de ser hombre porque haga las tareas domésticas. Un hombre deja de ser hombre cuando ejerce violencia, pero no cuando se comporta como una persona. Y además hay personas que coinciden, porque les resulta agradable y porque eligen determinados roles. Pero es esa brete que nos puso la cultura patriarcal, que se la puso también a los hombres. Muchas veces cercenaron nuestras posibilidades de desarrollarnos de acuerdo a nuestros deseos y nuestros sueños. Existe la fantasía en el hombre que si la mujer tiene más poder a él le resta virilidad. Porque el hombre tuvo su virilidad basada en la inferioridad de la mujer. Entonces la mujer, que ahora se presenta como un par, se presenta para algunos hombres como una amenaza. De pérdida del poder, de privilegios, y no ve los beneficios de tener una mujer par, de no tener que ser el único proveedor, de no tener vedado el mundo de los afectos, de las expresiones sensibles, que son hermosas para los seres humanos, y dan mucha satisfacción. Digo esto porque en ese reparto pareciera que el más beneficiado fue el hombre, y la más perjudicada y sufriente fue la mujer. Pero los hombres también fueron muy perjudicados. Todavía no se dan cuenta, muchos. Muchos otros sí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario