lunes, 5 de septiembre de 2011

Política y poesía en la pantalla grande. Fernando Birri

Personaje de sombrero, poncho y "llovidas barbas de monje tibetano", como dijera Rafael Alberti, está considerado el padre del nuevo cine latinoamericano. Inquieto y transgresor, supo expresar la realidad local con el sello que le dejó su experiencia en el neorrealismo italiano.


 

Por Jorge Boccanera
http://www.elargentino.com/nota-155373-Cine-politica-y-poesia.html

Maestro de la inquietud permanente, considerado el padre del Nuevo Cine Latinoamericano, Fernando Birri nació en la provincia de Santa Fe en 1925. Autodefinido como un "alquimista" que lejos de obtener el oro filosofal se transforma a sí mismo, fundó en 1956 la Escuela Documental de Santa Fe y tres décadas después la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en Cuba.

Transgresor, visionario, hacedor por fuera de los carriles convencionales, su imaginería avanza a caballo entre la mirada crítica y la inventiva vanguardista.

En su infancia fue su padre, aficionado al arte, quien le acercaría el gusto por la pintura. Dirá más tarde: "Mi familia era bastante artistona", en alusión también a una legión de tíos musiqueros y titiriteros, especialmente su tío Ramón: "Me quedaba horas viéndolo pintar; hacía caricaturas y armaba los títeres para mi teatrín. Mi visión grotesca del mundo no viene de Fellini, sino de todas estas cosas".

Esa "visión" la estrenó en su retablillo de títeres Maese Pedro, escenificando el "Poema tonto de Charlot", homenaje a Chaplin del poeta español Rafael Alberti.

En los ’40 integra el grupo de poesía "Espadalirio" y participa en la antología Horizonte de la mano. El género no será para nada tangencial; Birri afirma que lo único que hizo bien en su vida es la poesía: "Lo demás es adorno; para mí es una actividad orgánica, biológica. No concibo la vida sin poesía, es la forma más natural a mi circulación sanguínea". A lo largo del tiempo escribirá varios libros de poesía, entre ellos, Inmóvil dure el alba, Condecoraciones del otoño y Una vez la poesía, alternando la forma clásica con experimentos surrealistas y dadaístas.

Adelantado estudiante de abogacía, Birri abandona la carrera hacia fines de los ’40 y viaja a Buenos Aires donde comparte la bohemia artística con Astor Piazzolla, Mario Trejo, "el Mono" Villegas y Pirí Lugones. Cuenta además con la amistad de dos consolidados artistas innovadores: Xul Solar y Oliverio Girondo. Su trabajo rutinario en el Archivo Municipal de Buenos Aires va en sentido contrario a su búsqueda creativa. Es cuando decide un destino que marcará su vida y su obra futura: Italia. Allí es impactado por el neorrealismo encarnado en films de Rossellini, Visconti, De Santis y Vittorio De Sica. Con este último trabajará como asistente en El techo, con guión de Cesare Zapatini, la figura más importante del neorrealismo –según Birri– que "fundamentó poética y teóricamente esa escuela". Queda marcado por esa mirada testimonial desde la que irá repujando sus concepciones acerca de un cine poético y político a la vez, "films contaminados" que caracteriza dentro del "doc-fic", esa fusión entre el dato fidedigno y la imaginería.

Egresado del Centro Experimental de Cinematografía de Roma en 1952, volverá a la Argentina cuatro años después con el guión del que será uno de sus trabajos emblemáticos, Los inundados, estrenado en 1961, y sometido a una campaña de censura. Antes de eso funda la Escuela Documental de Santa Fe. Sin recursos y con medios precarios, la Escuela produce varios fotodocumentales; uno de ellos, Tire dié, de 1958, se transformará con el tiempo en un film clásico. Otras películas de esos años son: La verdadera historia de la fundación de Buenos Aires (1959) y La pampa gringa (1963).

Si en tiempos del peronismo lo incomodaron consignas como "alpargatas sí, libros no", las presiones militares durante los gobiernos de Frondizi e Illia lo deciden a emigrar de nuevo en 1964. Viajes por Brasil, Cuba y México lo instalarán para siempre en la vida del trashumante. Entre sus muchos trabajos, Birri es asistente del director mexicano Emilio "Indio" Fernández a quien llegó a considerar el maestro que le dio "otra dimensión del tiempo y el espacio latinoamericano".

De ahí en más el camino de este personaje de sombrero, poncho y "llovidas barbas de monje tibetano", como dijera Rafael Alberti, se profundiza en continuos desdoblamientos y búsquedas estéticas, siempre con un pie en la realidad latinoamericana, sus utopías y procesos de transformación social.

En 1978 estrena en el Festival de Venecia Org, quizá su experiencia más radical. Dirá más tarde que en ese film "hice todo lo que me dijeron que no podía hacer; a esa película la corté, la pateé, la escupí y la clavé". Otros trabajos suyos son el guión de Mal d’América –junto a Vasco Pratolini–, Rafael Alberti, un retrato del poeta (1983), Mi hijo el Che (1985) y Un señor muy viejo con unas alas enormes (1988), protagonizado por el mismo Birri y basado en un cuento de su amigo Gabriel García Márquez.

De una de sus últimas películas, El siglo del viento, sobre libro de Eduardo Galeano, dijo que fue concebida "como un libro en imágenes a la manera de esos libracos tipo La vuelta al mundo en ochenta días, donde los textos iban acompañados con ilustraciones a toda página". Nueva prueba de la marca de agua de Fernando Birri: un abordaje siempre original. 

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