Esas paredes que dicen cosas
Todo comenzó como un corto surgido de las exploraciones fotográficas del director por la ciudad: convertido en largometraje y enriquecido por la historia de los solitarios Martín y Mariana, Medianeras al fin se estrena comercialmente en la Argentina.
Por Oscar Ranzani
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-23094-2011-10-05.htmlA Gustavo Taretto siempre le generó curiosidad por qué una persona tiene la necesidad de construir una medianera. ¿Busca tener un punto de vista nuevo? ¿Aspira a que entre más luz en su departamento? Ese interrogante fue el punto de partida de un corto que le permitió reflexionar sobre la ciudad y algo más profundo aún: cómo la gente se relaciona con la ciudad. Así nació Medianeras, un audiovisual multipremiado en más de cuarenta festivales. Pero Taretto no se conformó con los galardones y decidió hacer un largo a partir del corto. O mejor dicho, desarrollar una película a partir de la idea original. Su ópera prima tiene el mismo título que su cortometraje y el cineasta desarrolla temas como la soledad en el mundo urbano, cómo la viven dos jóvenes que aparentemente tienen vidas similares pero que no se cruzan y cómo influyen las tecnologías de la comunicación en este universo ¿virtual? de la ciudad. Luego de participar en la Sección Panorama del Festival de Berlín, en febrero de este año, Medianeras se estrenará mañana en la cartelera porteña.
El corto de Taretto tenía, según el cineasta, “lo que precisa un corto: la redondez, la efectividad”, mientras que el largo tiene “las ventajas que tiene un largo: la profundización, los matices, los cambios de ritmo”. Y profundiza en las diferencias: “En el corto, los personajes eran funcionales a la historia y en el largo tienen protagonismo. No aparecen sólo para cumplir un objetivo dramático sino que al aparecer más tiempo, aparecen también los costados oscuros, los matices, las debilidades”, analiza el director.
–¿Buscó reflexionar sobre la soledad en el mundo urbano?
–Sí, es algo que es producto de la observación de la gente que me rodea o con la que me encuentro ocasionalmente. Es una soledad extraña porque es con la que nosotros aprendimos a convivir. No es trágica ni dramática: es cotidiana. Ya pasa a un estadio distinto.
–¿No hay angustia?
–Hay angustia, pero es una angustia con la que uno está acostumbrado a convivir, porque incluso es colectiva.
–¿Por qué considera a Medianeras como una fábula urbana?
–Porque está construida a partir de un artificio. A mí no me importaba que la película fuera verosímil en términos fácticos o concretos. Me interesaba el artificio para construir este cuento. Sí quería que fueran verosímiles las emociones. Y afortunadamente, la experiencia en países donde se ha estrenado, como Francia o Brasil, indica que el público se identifica mucho con la película. La gente se identifica, más allá de que la película está construida sobre un artificio: dos personas muy parecidas, que llevan vidas simétricas, que viven en la misma cuadra y que no pueden encontrarse. Sólo el artificio me permitía sostener esta hipótesis en noventa minutos. Y los personajes con los que se cruzan también son tan excepcionales como ellos.
–Y antes que un escenario, ¿la ciudad es una protagonista más?
–Sí. Yo creo que es el punto de partida por el que yo creativamente me acerqué a la idea de Medianeras. El paisaje urbano siempre me llamó mucho la atención. Lo he fotografiado hasta el cansancio. Una de las cosas más lindas que tengo para hacer en la ciudad es salir a caminar, sacar fotos y sorprenderme con las cosas que voy encontrando. Y las medianeras me llamaron mucho la atención desde siempre. Cuando descubrí las ventanas y vi medianeras que son un crimen al buen gusto, y al pensar cómo son esas personas que rompen la pared para buscar la luz entré a imaginarme a Martín y a Mariana. Además, sucede algo muy interesante con la palabra “medianera” y su relación con Buenos Aires: no tiene traducción en ninguna otra lengua. Incluso en España no es tan comúnmente conocida la definición como acá. Y lo que sucede es que en muchas ciudades del mundo, la medianera es algo muy excepcional. No es algo tan común como acá.
–¿Cree que la ciudad funciona a veces como un muro para conocer gente?
–Sí, pero hay muchos factores y no sólo la ciudad como espacio físico. También inciden la superpoblación, la virtualidad. El otro día le ponía el siguiente ejemplo a mi hija: hace veinticinco años tenía que ir a buscar la pizza a la pizzería. No me la traían a mi casa. Y el solo hecho de tener que salir, de cruzarte con algún vecino en el ascensor, de tener que caminar un par de cuadras y esperar la pizza veinte minutos te obliga a conversar con otro vecino de otra cuadra. Por ahí te encontrás con una chica que está sola que quiere ir a comprar una pizza porque no tiene ganas de cocinar. Creo que la vida moderna y el confort tienden a que la gente pase más tiempo en su casa.
–Promueve el encierro...
–Sí. Promueve el encierro con la promesa de la comodidad. El cine es el claro ejemplo: las pantallas de los cines son cada vez más chicas y los televisores son cada vez más grandes. Todo está pensado para que no te muevas de tu casa.
–¿Y cuál es su opinión sobre el empleo de las nuevas tecnologías de la comunicación en las relaciones afectivas, un tema que está presente en Medianeras?
–Trato de no juzgarlas sino de entenderlas. Son herramientas que están y son como todo: las podés usar bien o mal.
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