Argentina fue el cuarto país en el mundo en lanzar un mono fuera de la atmósfera. Años más tarde, Pablo de León luchó para trabajar con vuelos tripulados por humanos. No fue posible.
Argentina tiene una prolífica historia en materia aeroespacial. El primer episodio ocurrió en 1967, cuando desde la Escuela de Tropas Aerotransportadas de Córdoba fue lanzado el Cohete Yarará, una cápsula que tenía a un ratón llamado Belisario. El curioso tripulante permaneció 30 minutos en el espacio y se convirtió en el primer ser vivo de origen argentino y el cuarto en el mundo en abandonar la atmósfera terrestre y aterrizar sano y salvo.
Pero uno de los hitos más famosos fue el lanzamiento del cohete Canopus II, el 23 de diciembre de 1969, a sólo cinco meses de la llegada del hombre a la Luna. En esa ocasión fue el mono Juan el nuevo tripulante (ver aparte).
El último lanzamiento aconteció el 1 de febrero de 1970 y fue la excepción a la regla. Los técnicos enviaron a una monita hembra, llamada Cleopatra, que llegó a una altura de 20 kilómetros a bordo del cohete Pantera X-1, pero murió al estrellarse en tierra, luego de que fallara el paracaídas. Por las vicisitudes económicas del país, en 1971, el Instituto Civil de Tecnología Espacial dejó de funcionar.
Tuvieron que pasar 20 años para que la CONAE comenzara con el Programa Espacial Argentino, al enviar al espacio a los famosos satélites SAC. Sin embargo, la crisis económica de 2001 frenó la iniciativa para mejorar la tecnología aeroespacial, hasta que obtuvo un nuevo impulso con la creación de Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en 2007.
UN SUEÑO TRUNCADO. Así se podría sintetizar la idea de Pablo de León, el científico argentino que hoy desarrolla su carrera profesional en el Laboratorio de Trajes Espaciales de la NASA. En 1997, a De León se le ocurrió que Argentina no podía quedar afuera de los proyectos espaciales internacionales. De esta manera, nace el “Gauchito”, más precisamente el VESA (Vehículo Espacial Suborbital Argentino), un proyecto ambicioso que parecía irrealizable. El Gauchito estaba propulsado por 4 motores y en la parte superior poseía una cápsula cónica para tres tripulantes. Al llegar a una altura de 108 kilómetros, la nave emprendió su regreso y, a tres kilómetros de la superficie terrestre, se separó del habitáculo de los tripulantes para descender mediante un sistema de paracaídas. El Gauchito iba a ser la primera experiencia para Argentina en el campo de los vuelos espaciales tripulados por humanos. A 14 años de su gestación, la nave espacial argentina sigue siendo un sueño. “El tema es complicado y tiene trasfondos políticos. Si bien me encantaría volver a retomar el proyecto y poder enviar al espacio a un ciudadano latinoamericano con medios propios, es algo que hoy por hoy, pertenece más a la añoranza que a la realidad”, reconoce el investigador argentino que trabaja en la NASA.
Juan, El primer astronauta Argentino
El 23 de diciembre de 1969, Argentina se convirtió en el cuarto país en enviar un mono al espacio. En este documental, Luis Cueto, un ingeniero de la Fuerza Aérea que participó en la experiencia, recuerda los preparativos, el lanzamiento y el rescate de Juan, el mono caí misionero que marcó un hito en la historia aeroespacial de Argentina.
Guón, realización y edición: Diego Julio Ludueña
Producción: Eliana Piemonte, Josefina Cordera y Diego Ludueña
Animaciones: Andrés Fernández
Equipo de trabajo: Damián Frossasco, Sebastián Cáceres, Lalo Clariá y José Gutiérrez
Prosecretaría de Comunicación Institucional
Universidad Nacional de Córdoba
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