domingo, 23 de diciembre de 2012

El mundo asiste al big bang creativo del cine documental


Para muestra basta un botón: dos películas españolas dirigidas respectivamente por Oskar Alegría y León Siminiani tensan los límites del género y redefinen sus fronteras. Desde lo estético y lo político son films de ruptura que no tuvieron apoyo oficial. 



Desde las postrimerías del siglo pasado, el campo cinematográfico de desarrollo más franco y estimulante es el del documental. No es necesario irse demasiado lejos para chequearlo, basta repasar la cartelera cinematográfica local: los films argentinos más ricos, complejos y vitales de la temporada 2012 fueron todos documentales. 

Hablamos de Tierra de los padres, de Nicolás Prividera, Papirosen, de Gastón Solnicki, El etnógrafo, de Ulises Rosell, y, más recientemente, El Impenetrable, de Daniele Incalcaterra. Desde ya que ese big bang creativo del documental no es patrimonio exclusivo de estas tierras. 




De Estados Unidos a Extremo Oriente, de los países centrales a la periferia se constata un fenómeno semejante. Uno de los territorios más estimulantes en el terreno del documental, el cine español no tradicional tiene mucho para decir en este terreno. Dos ejemplos recientes lo confirman, extendiendo los límites del documental hasta romperlos gozosamente. 


Las películas a las que hacemos referencia son La casa Emak Bakia –que meses atrás participó de la Competencia Oficial Internacional de la última edición del Bafici porteño-- y Mapa, que en noviembre pasado integró, en el Festival de Cine de Mar del Plata, la excelente sección España Alterada, dedicada al cine de ese origen realizado al margen de todo canon oficial. 

Al margen, tanto en sentido estético como político: ambos son films de ruptura, producidos por fuera de amparos oficiales. Lo cual es sumamente coherente: es difícil generar verdaderos quiebres trabajando dentro del régimen oficial, que en el caso español alienta antes el conservadurismo cinematográfico que la ruptura. Aquellos que asocien la palabra "ruptura" exclusivamente con obras muy sesudas y pretenciosas se llevarían una gran sorpresa viendo Mapa o La casa Emak Bakia. Si algo las caracteriza es una toma de libertades lúdica, insolente y feliz. Antecedentes no les faltan: el máximo vanguardista del cine español fue cierto bromista incurable, que filmó varias de las películas más gozosas jamás realizadas. Se llamaba Luis Buñuel. 

Documentales de viaje, tanto en La casa Emak Bakia como en Mapa tema y forma se fusionan e indisciernen, como sucede en todo gran film. La casa Emak Bakia es la ópera prima del vasco Oskar Alegría (1973), que comenzó trabajando como reportero en noticieros de televisión, para repartir luego sus intereses entre el periodismo cultural, el gastronómico y el de viajes. Desde hace diez años publica regularmente en el suplemento "El Viajero" del diario El País. Ese cultivo de la diversidad, junto a cierta condición epicúrea que tal vez iguale al periodismo cultural con el gastronómico y el turístico, afloran a pleno en la primera película de este periodista vuelto cineasta. Emak Bakia es el nombre de una casa y también de una película, que Man Ray, vanguardista absoluto de la fotografía, filmó en 1926. De estilo típicamente mediterráneo, la residencia está ubicada en los alrededores de Biarritz, costa vasca francesa, y su nombre quiere decir, en euskera, "Déjame en paz". 
¿Vivió allí Man Ray? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Por qué el nombre de la casa? ¿Este pionero de la fotografía artística quería acaso recluirse allí para siempre, retirarse del mundo, invisibilizarse? Lo primero que descubre Alegría es que el objeto de su busca ya no existe: lo único que queda de la casa Emak Bakia es un puñado de fotos, en las que todo lo que puede verse son su puerta y sus columnas. Alegría consulta archivos y no encuentra nada, indaga entre los vecinos y nadie parece recordarla. Sólo queda entonces reconstruir su historia, ya que no la casa misma. Y la historia se reconstruye en el curso de la película, que además de bitácora funciona como edificio en estado de construcción simbólica. Lo que vuelve fascinante a La casa Emak Bakia es que los "ladrillos" de los que Alegría echa mano, con una libertad que hace honor tanto a su apellido como al objeto de sus desvelos, tienen las formas y volúmenes más inesperados y diversos. 

Viajero de a pie, el de La casa Emak Bakia se deja llevar por todo aquello que despierta su gusto, interés o curiosidad. Se trate de una foto antigua, un modo de poner en relación el off y la imagen, una reconstrucción de lo más artificiosa (ver la foto que ilustra esta nota), una cámara que es como un ojo inquieto o la clase de juegos lógicos y verbales que los surrealistas llamaban "cadáveres exquisitos". Con lo cual el viajero tal vez no encuentre una casa, pero sí un espíritu: autor de ensoñaciones fotográficas, allá por 1925 Man Ray fue uno de los fundadores del surrealismo.

León Siminiani no parece el nombre de un cineasta español. Pero lo es. Por la confianza, seguridad, innovación y desfachatez con que está narrada, Mapa no parece una ópera prima. Pero lo es. Documental en primera persona absoluta, Siminiani informa, desde el off, que del gran amor de su vida sólo queda, a modo de cenizas, una grabación casera tomada en Marruecos. 


Es hora de quemar las naves y partir: Siminiani vacía su departamento madrileño y toma rumbo a la India, donde una amiga suya jura haber recompuesto su vida tiempo atrás. Lo interesante es que el narrador no es ningún místico. Por el contrario, se trata de un bicho urbano tan pragmático y descreído como cualquiera. Película de choques, confrontaciones y desfases, Mapa es el relato de un viaje a la Meca de la mística universal a cargo de un viajero que sólo puede ver la suciedad, el abarrotamiento, la miseria, el hacinamiento. Desde el off, el narrador extrema esa disociación y la vuelve esquizofrenia creativa. A partir de determinado momento, el Siminiani racional discute y polemiza con el Siminiani que quiere creer, aunque más no sea, en la posibilidad de apretar el botón de Reinicio, como si se tratara de un ser computado. 

Extrayendo del formato digital todo el jugo cinematográfico posible, Mapa es una película llena de idas y vueltas, marchas y contramarchas, avances y rebobinados, primeras y segundas opciones. Una película que se arma en el camino, como también lo hace su prima La casa Emak Bakia. El cine como caja de herramientas. La caja de herramientas, puesta en manos del espectador. 

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