domingo, 23 de junio de 2013

Insights: El lector cómplice

Uno de los signos de estos tiempos es una baja de la credibilidad en los medios de comunicación. La proliferación de sitios en internet en los que se encuentra información probada, probable e improbable influyó en un cambio de conducta del lector/espectador/oyente, quien reconoce la necesidad de validación, aún cuando decida dar crédito (cuestión de fe) a ciertos medios.

Año 6. Edición número 266. Domingo 23 de junio de 2013


En este contexto creció la puja entre empresas periodísticas oligopólicas y el Estado, visibilizada en mayor medida por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Su propia espiral de virulencia provocó que se perdiera el pudor y aquellas operaciones que en algún momento se hacían de modo solapado quedaran cada vez más expuestas. Hoy, al lector le robaron su “derecho a la inocencia”. Lo pusieron en la disyuntiva de elegir de un modo más consciente ser parte o no de esa operación. De allí que las operaciones mediáticas hayan cambiado: ya no se hacen con el objetivo de engañar sino para unificar discursos e instalar insights.
Los Insights. Insight es, en realidad, un término que llega desde la psicología gestáltica. El insight es una categoría de pensamiento que no requiere explicación, hace las veces de verdad revelada. No necesita demostración. Los insights son intuitivos: no requieren de grandes competencias o habilidades. Son disruptivos ya que, a pesar de que todos lo conocen, pueden sorprender, especialmente en instancias de su legitimación mediática. Son verdades compartidas, es decir, de la que la comunidad conoce y es parte. Y lo más importante es que los insights son operables, de allí su utilidad para el marketing, la publicidad y la psicología del consumo.
La instalación de un insight es un triunfo en la lucha discursiva. Y la prueba irrefutable de su instalación es la utilización de ese insight como fundamento. “No la cuentan, la pesan”, lo dijo un testigo de cámara oculta, lo dijo “la tele” –lo repitió la radio–, lo escribió el diario, lo dijo la vecina y se consagró al surgir a modo de argumento de la boca de un legislador en el Congreso Nacional.
Las denuncias presentadas en el programa de Lanata, cada domingo, no buscan dar información, sino sostener e instalar insights que refuercen un concepto mayor, casi supremo: “Los políticos son todos chorros”. Cuando esa frase se instale como irrefutable, como “verdad revelada que no necesita contrastación”, el sistema democrático estará seriamente jaqueado.
Sus investigaciones no tienen utilidad en la Justicia: no sirven para construir prueba. No están armadas para ese objetivo: sus espectadores no van a contrastar las afirmaciones hechas. Simplemente esas afirmaciones dan sostén al insight y sirven para incrementar la indignación de un grupo que decidió de modo bastante consciente creerle al medio. Si la Justicia no toma “eso que todos vimos”, “que compartimos como verdadero”, es porque también es corrupta. En sentido contrario, un importante grupo de televidentes decidió no creerle a ese mismo medio.
El Juego de los 4 errores. Entonces, ¿para qué demostrar errores y manipulación en las investigaciones de Periodismo para Todos si sus emisores dejaron de buscar la rigurosidad investigativa o al menos la prolijidad del producto, si sus televidentes le creen de todos modos y si los otros no le creen de ninguna forma? ¿Cambió en algo demostrar la inverosimilitud de algunas denuncias, la mentira obvia del viaje vicepresidencial a Uruguay o de su traje de sastre de barrio? 
Para los suscriptores de Lanata / Clarín no cambió nada. Para los críticos del oligopolio tampoco. Sin embargo, tiene valor justamente para sostener en el tiempo la concepción crítica del lector/espectador/oyente y no permitir que decaiga. En el último programa, Luciana Geuna presentó un relato. Contó que Martín Báez viajó junto con Pérez Gadín y un tal Jorge Chueco a Suiza en mayo para retirar fondos congelados por un banco a raíz de sospechas de lavado.
El relato se apoya en una escenografía que muestra tres pasajes gigantes. Se hacen dos primeros planos de los pasajes de Báez y de Pérez Gadín. Veámoslos:
Algunos detalles: 1. La tipografía del billete difiere de la utilizada para imprimir el nombre. 2. El pasaje a España muestra un valor de $ 440,70. Sabemos que un pasaje a España vale no menos de $ 7.000. Si miramos con atención, veremos que dice ARPLUS PROMO, esto es, un pasaje canjeado por el programa Aerolíneas Plus, de millaje. Parecería raro que alguien que va a rescatar millones de Euros de lavado a un banco Suizo utilice pasajes promocionales que requieren canjearlos con anticipación. 3. El número del pasaje de Baez es 9.583.424.122 y el de Gadin es 95.834.241.234. Al leerlos podría concluirse que los primeros 9 dígitos son iguales, cambia el décimo y en el último pasaje se agrega un undécimo dígito. O que sobre la imagen de un único pasaje, adulteraron nombres y números con bastante descuido. 4. Geuna recalca que los viajes se hicieron de urgencia y tuvieron lugar entre el 26 de mayo y el 5 de junio. Sin embargo, la fecha de emisión de los pasajes es del 5 de febrero y la fecha de partida es el 8 de marzo y el regreso es del 19 de marzo. Pareciera que se programó con mucha antelación (más de un mes).


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