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Año 7. Edición número 315. Domingo 1 de Junio de 2014
La siempre presente polémica para que las producciones independientes consigan salas ante los tanques internacionales. El desafío del Gaumont y los Espacios Incaa. El saldo positivo y las voces disonantes.
Las excusas son muchas: que no conviene durante las vacaciones de invierno porque se compite con las infantiles, que en Navidad tampoco porque están todos en otra y menos en el verano, aunque puede ser mejor que en marzo, cuando abundan los estrenos de los Oscars, o en abril, que empieza el Bafici. El estreno de películas argentinas es una quimera en la que la elección de fechas es sólo una partecita muy ínfima dentro de un panorama hostil con el que se enfrentan, principalmente, las de corte autoral frente a la supremacía del cine industrial, con quienes la competencia es, más que imposible, una locura. Pero hay rebusques que permiten que el cine se siga viendo.
Una de las películas independientes que sigue llamando la atención por su continuidad en las salas es Cornelia frente al espejo, de Daniel Rosenfeld. Tuvo su estreno en salas comerciales y se mantuvo en el Cinemark de Palermo por nueve semanas, mucho, considerando que se trata de una película argentina sin acción ni Ricardo Darín –de hecho, Leonardo Sbaraglia trabaja en la película pero no aparece en el afiche– y aún se puede ver en el cine del Malba donde hace 21 meses todos los sábados a las 20 promedia los 150 espectadores. El director está asombrado: “No puedo establecer con claridad de causa y efecto entre lo que se hizo y lo que se logró. Si el boca a boca funciona y es algo que nunca se puede medir. Creo que el punto está en tratar de encontrar al público indicado que le pueda gustar la película y hacer que esa gente se entere. Para hacer la distribución, lo importante fue que esta gente pudiera enterarse y que Leonardo Sbaraglia no apareciera en el afiche para poder convocar al público desde la temática de la película”. Aunque sorprenda su permanencia, los números fríos dicen que, en dos años, sólo la vieron 30 mil personas. “Es muy difícil que la gente vaya al cine. Y por eso creo que lo que habría que hacer es un movimiento para proteger más las películas que se estrenan porque hoy es un calvario. No es tan difícil hacerla, pero estrenarlas sí porque no hay salas disponibles y me parece que la política del cine debería estar en este momento enfocada en los grandes problemas de exhibición que hay. El Gaumont es un cine espectacular y también la idea de los Espacios Incaa, pero no es suficiente”.
Para Luz Orlando Brennan, colaboradora de guión en la recientemente estrenada película argentina Muerte en Buenos Aires, que a dos semanas de su estreno fue vista por más de 240 mil espectadores ubicándose en el tercer lugar en el top de las películas más taquilleras de la última semana y la única local, la campaña de visibilidad de la película es tan importante como la cantidad de salas en las que se proyecta. “Con la distribución tiene que venir una campaña que apoye esa película, porque no sirve tener el film en muchas salas si la gente no se entera de las películas que están en cartel. De nada te sirve estar en quince salas compitiendo con los tanques si nadie se entera que estás porque a la siguiente te bajan. Yo creo que cuando la plata está en el lugar que tiene que estar, la gente va al cine”.
El año pasado, el director Ariel Winograd estrenó Vino para robar en el Gaumont, cine que le parece una gran alternativa para los cineastas argentinos. “Tuve la oportunidad de ir a ver una proyección. Sin politizar la cuestión, las entradas tienen un precio mucho más bajo que el de otras de las salas de los complejos de cine privado, y la remodelación quedó espectacular. Creo que el mayor cambio que se produjo fue pensar cómo hacer para que la gente venga de vuelta a esta sala y la pusieron de punta. La sala está buena, se ve y se escucha bien. El Gaumont tiene el nivel de cualquier cine de las cadenas privadas. Y además me parece que se produce un fenómeno. Se retuitean fotos de cuadras de cola de gente. Con un público fiel a ese cine. Cada vez que se abre una nueva sala se genera un nuevo público. Para resumir, como director me parece que es una buena combinación para que se estrene una película argentina: precio accesible y buenas instalaciones. A uno, como director, le pasa que cuando estrenás una película querés que esté en muchas salas. Pero la primera semana en el Gaumont, que define cómo sigue la película, es importantísima.” Orlando Brennan coincide: “Es una de las salas más grandes y más lindas, un lujo, una experiencia muy romántica de ver cine, es increíble que exista ese espacio”.
En cuanto a la estigmatización que opera sobre el cine argentino, Rosenfeld dice que “por un lado hay mucha gente que acusa al cine argentino diciendo que todas son malas. Yo diría que tenemos películas buenas y malas como en las multisalas en las que hay buenas y malas y tienen otras oportunidades. Los distribuidores tienen que suplicar para que puedan pasar una película en las multisalas y no tiene que ver ni siquiera con la calidad de la película. Creo que debería existir un circuito alternativo con salas de calidad como el Arte Multiplex de Belgrano o valorizar el esfuerzo que hacen los de Bama Cine Arte”. En este sentido, para Winograd, “el público argentino tiene un interés por el cine argentino y eso se ve. Dejó de pesar el mito de que ya no se ve cine argentino. Ahora podés encontrar una buena película con una pareja atractiva de actores que la gente sigue y transforma en competitiva”.
Pablo Mazzola es uno de los fundadores de Obra Cine, una empresa creada en octubre del año pasado que se ocupa de distribuir y vender películas argentinas de autor como Los dueños, de Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, que fue seleccionada para competir en el festival de Cannes el año pasado. Y prefiere no diferenciar entre tipos de circuitos porque lo entiende como un problema más complejo: “El problema no son las multisalas sino nuestro devenir cultural, si estamos aceptando o no la dinámica que tenemos. Si nosotros como sociedad empezamos a mirar otro tipo de películas, las salas van a prestar atención y van a querer mostrarlas”. Tampoco es fácil para los distribuidores. Carlos Zumbo es el dueño de Z Films, que distribuyó Cornelia frente al espejo y se va a encargar de la de Dos disparos, la esperada película de Martín Rejtman que se estrena en septiembre, pero su foco está puesto en el cine arte internacional. Explica las razones: “La distribución de cine argentino es una mecánica de trabajo muy exigente y yo no tengo estructura para absorver esa presión. Creo que por como está el mercado no resulta conveniente tener una estructura grande o ni siquiera mediana. No da”.
Espacios Incaa
Una escuela de formación de nuevos públicos
Inspirados por la fantasía de volver a ver las entradas de los cines con colas de gente, como ocurría en los año ’60 con las películas de Leonardo Favio, a mediados del año pasado se reabrió el cine Gaumont. Luego de haber adquirido el edificio, se realizó una remodelación de su arquitectura manteniendo su estilo original, se amplió la boca del escenario, se recuperaron las columnas, se arregló el techo y se lo reequipó. Hoy, en las tres salas hay proyectores 35 mm, reproductores DVD y Blueray, mientras que la Sala Uno cuenta, además, con DCP (formato para guardar archivos digitales). El sonido en las tres salas es Dolby Digital 5.1.
“Nuestra intención es poder estrenar todas las películas de cine nacional que hayamos o no financiado, pero que tengan una visión cultural y social interesantes. El año pasado en los Espacios Incaa estrenamos cerca de ciento treinta películas y algunas retrospectivas latinoamericanas e italianas”, dice Félix Fiore, gerente de Acción Federal del Incaa, departamento que se encarga de la distribución de contenidos audiovisuales en el interior del país y fomentar el cine nacional para que se cumpla la cuota de pantalla, entre otras tareas.
Espacios Incaa cuenta con cincuenta salas en las que en un año se vendieron más de 500 mil entradas, según datos oficiales del Instituto. La última sala abrió hace quince días en la localidad de Bragado. El nuevo espacio para el cine es un teatro que se construyó por primera vez para el canto lírico, con butacas de cuero y escenario giratorio, que había quedado en completo deterioro. Con el esfuerzo del municipio y la comunidad, la sala se recuperó y el Incaa se ocupó de equiparla con la última tecnología.
El estreno fue con la película de Anahí Berneri, Aire libre. “En la función inaugural se cortaron 740 entradas, un montón de espectadores, considerando que es una localidad pequeña en el centro de la provincia”, dice Fiore. Las entradas cuestan 8 pesos.
“Hay una negociación desde la programación con los distribuidores a sabiendas de que es un proyecto de carácter popular e inclusivo, entonces negociamos con los tenedores de las películas la cuota de pantalla para que sean más baratos que siempre colaboran con entusiasmo”, continúa Fiore.
En cuanto a la programación, no hay una visión unívoca de que los espectadores sean iguales en todas las provincias, por eso trabajan con el programador de la sala y un equipo de programación del Incaa para armar la programación en conjunto.
Este año, dice Fiore, está planeado abrir 17 nuevos Espacios Incaa y digitalizar las salas de las cincuenta existentes: “Nuestra intención es que estos espacios sean una escuela de formación de público y volver a redescubrir nuestro lenguaje audiovisual en interacción con el público”.
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