Chile: fueron fusilados hace 41 años
Condenan a los asesinos de Horman y Teruggi
El juez especial Jorge Zepeda Arancibia sentenció a dos oficiales de inteligencia por el asesinato de los estadounidenses Charles Edmond Horman, periodista de 31 años, y Frank Randall Teruggi Bombatch, estudiante de 24, fusilados en el Estadio Nacional a una semana del golpe que encabezó Pinochet.
La sentencia de 276 páginas condena a 7 años al oficial del ejército Pedro Octavio Espinoza Bravo, quien paga con prisión otros asesinatos, mientras el agente de la fuerza aérea Rafael Agustín González Berdugo cumplirá dos años de vigilancia policial como cómplice en el homicidio de Horman.
La exhaustiva investigación del juez Zepeda acreditó la intervención directa de Estados Unidos en el golpe a través de la Operación Unitas, llevada a cabo en Valparaíso simultáneamente con la asonada, pero además desenmascaró la persecución ordenada por Estados Unidos a los servicios de inteligencia chilenos contra estadounidenses radicados en Chile proclives a Salvador Allende, o simplemente interesados en conocer de cerca y vivir el proceso de revolución pacífica que encabezó el jefe de Estado derrocado por Estados Unidos. En el Estadio Nacional hubo hasta 24 estadounidenses detenidos registrados (Horman y Teruggi no fueron anotados), entre hombres y mujeres, incluidos estudiantes, académicos, escritores e incluso dos curas de la orden Maryknoll.
Instigadores y encubridores de esta persecución a ciudadanos estadounidenses fueron sus propios compatriotas Ray Elliots Charles, capitán de marina y jefe de la misión militar de Estados Unidos, secundado por el embajador Nathanael Davis. Lejos de proteger a sus conciudadanos, encubrieron asesinatos y detenciones de norteamericanos, además de proporcionar información falsa a familiares como Edmond Horman, el padre de Charles, quien se trasladó a Chile a buscar a su hijo.
Ray E. Charles falleció en 2013 en Chile, adonde vivía en secreto, amparado por una red de protección de suprapoderes que le proporcionó hasta seis identidades. En 2012 la Corte Suprema acogió la extradición de Estados Unidos solicitada por el juez Zepeda para traerlo a declarar en esta causa, pero el ex militar estadounidense realmente residía en Chile, en un hogar de ancianos de 5 estrellas.
Paso por paso. Horman y Teruggi fueron secuestrados en sus domicilios por personal uniformado en días diferentes. No fueron registrados como “prisioneros” por la precaria burocracia de la prisión en que fue transformado el Estadio Nacional. Sufrieron crueles torturas y fueron asesinados por fusilamiento al día siguiente de su aprehensión en el mismo coliseo deportivo. Charles Horman, sacado de su domicilio en Av. Vicuña Mackenna 4126, San Joaquín, Santiago, fue ejecutado el 18 de septiembre de 1973, día de la independencia. Frank Teruggi, secuestrado en su domicilio de Hernán Cortés y Pedro de Valdivia, Ñuñoa, Santiago, fue ejecutado el 22 de septiembre. Siete años de prisión para Espinoza Bravo y dos de vigilancia policial (se supone que en libertad) para González Verdugo parece poco castigo para estos monstruosos asesinatos. (Verdugo, que primero fungió como “testigo” pero el juez Zepeda lo sentó en el banquillo de los acusados, se cambió legalmente el apellido materno a Berdugo).
La investigación judicial de este terrible episodio mostró la doble cara de la Embajada de Estados Unidos, que en lugar de proteger a los ciudadanos estadounidenses se dedicó a encubrir crímenes de lesa humanidad de la dictadura civil militar contra sus connacionales. Por ejemplo, cuando el embajador Nathanael Davis habló con Edmond Horman, el padre de Charles, ya sabía que el periodista había sido fusilado, sin juicio ni derecho a defensa, pero le ocultó esa información al progenitor y a la familia de la víctima. Después de múltiples obstrucciones, varias autopsias, sepultamientos y exhumaciones, en abril de 1974 Charles Horman finalmente fue inhumado en el Cementerio Greenwood, de Nueva York. O sea, siete meses después de su asesinato.
La sentencia de primera instancia de casi 300 páginas fue concluida por el juez Zepeda el 9 de enero 2015, pero tardó tres semanas en notificar a cada una de las partes involucradas. Los abogados acusadores Letelier y Corvalán anunciaron que objetarán “la irreprochable conducta anterior” concedida a la defensa de Espinoza Bravo, porque este personaje está involucrado en numerosos crímenes anteriores al de Horman y Teruggi, en particular los asesinatos de los colaboradores directos de Salvador Allende ejecutados en las primeras horas del golpe cívico militar en el recinto militar de Peldehue, después de su traslado del Palacio de La Moneda al Regimiento Tacna.
El juez especial Jorge Zepeda Arancibia sentenció a dos oficiales de inteligencia por el asesinato de los estadounidenses Charles Edmond Horman, periodista de 31 años, y Frank Randall Teruggi Bombatch, estudiante de 24, fusilados en el Estadio Nacional a una semana del golpe que encabezó Pinochet.
La sentencia de 276 páginas condena a 7 años al oficial del ejército Pedro Octavio Espinoza Bravo, quien paga con prisión otros asesinatos, mientras el agente de la fuerza aérea Rafael Agustín González Berdugo cumplirá dos años de vigilancia policial como cómplice en el homicidio de Horman.
La exhaustiva investigación del juez Zepeda acreditó la intervención directa de Estados Unidos en el golpe a través de la Operación Unitas, llevada a cabo en Valparaíso simultáneamente con la asonada, pero además desenmascaró la persecución ordenada por Estados Unidos a los servicios de inteligencia chilenos contra estadounidenses radicados en Chile proclives a Salvador Allende, o simplemente interesados en conocer de cerca y vivir el proceso de revolución pacífica que encabezó el jefe de Estado derrocado por Estados Unidos. En el Estadio Nacional hubo hasta 24 estadounidenses detenidos registrados (Horman y Teruggi no fueron anotados), entre hombres y mujeres, incluidos estudiantes, académicos, escritores e incluso dos curas de la orden Maryknoll.
Instigadores y encubridores de esta persecución a ciudadanos estadounidenses fueron sus propios compatriotas Ray Elliots Charles, capitán de marina y jefe de la misión militar de Estados Unidos, secundado por el embajador Nathanael Davis. Lejos de proteger a sus conciudadanos, encubrieron asesinatos y detenciones de norteamericanos, además de proporcionar información falsa a familiares como Edmond Horman, el padre de Charles, quien se trasladó a Chile a buscar a su hijo.
Ray E. Charles falleció en 2013 en Chile, adonde vivía en secreto, amparado por una red de protección de suprapoderes que le proporcionó hasta seis identidades. En 2012 la Corte Suprema acogió la extradición de Estados Unidos solicitada por el juez Zepeda para traerlo a declarar en esta causa, pero el ex militar estadounidense realmente residía en Chile, en un hogar de ancianos de 5 estrellas.
Paso por paso. Horman y Teruggi fueron secuestrados en sus domicilios por personal uniformado en días diferentes. No fueron registrados como “prisioneros” por la precaria burocracia de la prisión en que fue transformado el Estadio Nacional. Sufrieron crueles torturas y fueron asesinados por fusilamiento al día siguiente de su aprehensión en el mismo coliseo deportivo. Charles Horman, sacado de su domicilio en Av. Vicuña Mackenna 4126, San Joaquín, Santiago, fue ejecutado el 18 de septiembre de 1973, día de la independencia. Frank Teruggi, secuestrado en su domicilio de Hernán Cortés y Pedro de Valdivia, Ñuñoa, Santiago, fue ejecutado el 22 de septiembre. Siete años de prisión para Espinoza Bravo y dos de vigilancia policial (se supone que en libertad) para González Verdugo parece poco castigo para estos monstruosos asesinatos. (Verdugo, que primero fungió como “testigo” pero el juez Zepeda lo sentó en el banquillo de los acusados, se cambió legalmente el apellido materno a Berdugo).
La investigación judicial de este terrible episodio mostró la doble cara de la Embajada de Estados Unidos, que en lugar de proteger a los ciudadanos estadounidenses se dedicó a encubrir crímenes de lesa humanidad de la dictadura civil militar contra sus connacionales. Por ejemplo, cuando el embajador Nathanael Davis habló con Edmond Horman, el padre de Charles, ya sabía que el periodista había sido fusilado, sin juicio ni derecho a defensa, pero le ocultó esa información al progenitor y a la familia de la víctima. Después de múltiples obstrucciones, varias autopsias, sepultamientos y exhumaciones, en abril de 1974 Charles Horman finalmente fue inhumado en el Cementerio Greenwood, de Nueva York. O sea, siete meses después de su asesinato.
La sentencia de primera instancia de casi 300 páginas fue concluida por el juez Zepeda el 9 de enero 2015, pero tardó tres semanas en notificar a cada una de las partes involucradas. Los abogados acusadores Letelier y Corvalán anunciaron que objetarán “la irreprochable conducta anterior” concedida a la defensa de Espinoza Bravo, porque este personaje está involucrado en numerosos crímenes anteriores al de Horman y Teruggi, en particular los asesinatos de los colaboradores directos de Salvador Allende ejecutados en las primeras horas del golpe cívico militar en el recinto militar de Peldehue, después de su traslado del Palacio de La Moneda al Regimiento Tacna.
La sentencia de 276 páginas condena a 7 años al oficial del ejército Pedro Octavio Espinoza Bravo, quien paga con prisión otros asesinatos, mientras el agente de la fuerza aérea Rafael Agustín González Berdugo cumplirá dos años de vigilancia policial como cómplice en el homicidio de Horman.
La exhaustiva investigación del juez Zepeda acreditó la intervención directa de Estados Unidos en el golpe a través de la Operación Unitas, llevada a cabo en Valparaíso simultáneamente con la asonada, pero además desenmascaró la persecución ordenada por Estados Unidos a los servicios de inteligencia chilenos contra estadounidenses radicados en Chile proclives a Salvador Allende, o simplemente interesados en conocer de cerca y vivir el proceso de revolución pacífica que encabezó el jefe de Estado derrocado por Estados Unidos. En el Estadio Nacional hubo hasta 24 estadounidenses detenidos registrados (Horman y Teruggi no fueron anotados), entre hombres y mujeres, incluidos estudiantes, académicos, escritores e incluso dos curas de la orden Maryknoll.
Instigadores y encubridores de esta persecución a ciudadanos estadounidenses fueron sus propios compatriotas Ray Elliots Charles, capitán de marina y jefe de la misión militar de Estados Unidos, secundado por el embajador Nathanael Davis. Lejos de proteger a sus conciudadanos, encubrieron asesinatos y detenciones de norteamericanos, además de proporcionar información falsa a familiares como Edmond Horman, el padre de Charles, quien se trasladó a Chile a buscar a su hijo.
Ray E. Charles falleció en 2013 en Chile, adonde vivía en secreto, amparado por una red de protección de suprapoderes que le proporcionó hasta seis identidades. En 2012 la Corte Suprema acogió la extradición de Estados Unidos solicitada por el juez Zepeda para traerlo a declarar en esta causa, pero el ex militar estadounidense realmente residía en Chile, en un hogar de ancianos de 5 estrellas.
Paso por paso. Horman y Teruggi fueron secuestrados en sus domicilios por personal uniformado en días diferentes. No fueron registrados como “prisioneros” por la precaria burocracia de la prisión en que fue transformado el Estadio Nacional. Sufrieron crueles torturas y fueron asesinados por fusilamiento al día siguiente de su aprehensión en el mismo coliseo deportivo. Charles Horman, sacado de su domicilio en Av. Vicuña Mackenna 4126, San Joaquín, Santiago, fue ejecutado el 18 de septiembre de 1973, día de la independencia. Frank Teruggi, secuestrado en su domicilio de Hernán Cortés y Pedro de Valdivia, Ñuñoa, Santiago, fue ejecutado el 22 de septiembre. Siete años de prisión para Espinoza Bravo y dos de vigilancia policial (se supone que en libertad) para González Verdugo parece poco castigo para estos monstruosos asesinatos. (Verdugo, que primero fungió como “testigo” pero el juez Zepeda lo sentó en el banquillo de los acusados, se cambió legalmente el apellido materno a Berdugo).
La investigación judicial de este terrible episodio mostró la doble cara de la Embajada de Estados Unidos, que en lugar de proteger a los ciudadanos estadounidenses se dedicó a encubrir crímenes de lesa humanidad de la dictadura civil militar contra sus connacionales. Por ejemplo, cuando el embajador Nathanael Davis habló con Edmond Horman, el padre de Charles, ya sabía que el periodista había sido fusilado, sin juicio ni derecho a defensa, pero le ocultó esa información al progenitor y a la familia de la víctima. Después de múltiples obstrucciones, varias autopsias, sepultamientos y exhumaciones, en abril de 1974 Charles Horman finalmente fue inhumado en el Cementerio Greenwood, de Nueva York. O sea, siete meses después de su asesinato.
La sentencia de primera instancia de casi 300 páginas fue concluida por el juez Zepeda el 9 de enero 2015, pero tardó tres semanas en notificar a cada una de las partes involucradas. Los abogados acusadores Letelier y Corvalán anunciaron que objetarán “la irreprochable conducta anterior” concedida a la defensa de Espinoza Bravo, porque este personaje está involucrado en numerosos crímenes anteriores al de Horman y Teruggi, en particular los asesinatos de los colaboradores directos de Salvador Allende ejecutados en las primeras horas del golpe cívico militar en el recinto militar de Peldehue, después de su traslado del Palacio de La Moneda al Regimiento Tacna.
Más que de película
El caso Horman/Teruggi fue abordado en 1982 por la película Missing, de Costa Gavras, con Jack Lemmon y Sissy Spacek. La causa en Chile se inició a pedido de los familiares de las víctimas Joyce Hamren de Horman, viuda del periodista, y Janis Randall Teruggi Page, hermana del estudiante, después de fracasar en Estados Unidos un juicio de la familia Horman contra el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger.
En la película, indirectamente, se hace una lectura sobre la visión que tenían la mayoría de los estadounidenses sobre lo que sucedía en toda la América latina. El padre (en la ficción Jack Lemmon) de Charles Horman era un convencido de que las políticas externas de Estados Unidos estaban justificadas. Desde esa posición, en la que primaba la lealtad y el amor hacia su hijo desaparecido, Edmond Horman llegó al Chile de Augusto Pinochet y el Plan Cóndor. La película de Costa Grava muestra muy bien ese desacuerdo profundo con lo que cree que sucede y, en el fondo, la culpabilización hacia su hijo, y la mujer de su hijo (Sissy Spacek) por meterse donde no los llaman y ser, si se quiere, antipatriotas.
Los hechos posteriores, los reclamos de ese padre a sus representantes nacionales en Chile, y las mentiras, los ocultamientos que va descubriendo, lo ponen en crisis. Al fin, aunque las simplificaciones condenen fácilmente a los liberales, algunos nunca estarán del lado de los que multiplican los Auschwitz. El padre de Charles Horman era uno de esos. Fin de la película.
El resultado de aquellos hechos hizo que el señor Horman, Edmond Horman, se convirtiera en uno de los más feroces denunciantes de la participación de Estados Unidos en la masacre chilena. Infructuosamente –los criminales de guerra suelen estar muy protegidos– impulsó el juicio por genocidio contra Henry Kissinger, un señor que fue Premio Nobel de la Paz, y a quien Latinoamérica le debe miles de desaparecidos, torturados y asesinados. EnEstado de sitio, también de Costa Gavra, hay uno que dice, “los gobiernos pasan, la policía queda”. Cabría perfeccionar la frase: los represores quedan y los ocupantes de la Casa Blanca se relevan en su protección.
Los hechos posteriores, los reclamos de ese padre a sus representantes nacionales en Chile, y las mentiras, los ocultamientos que va descubriendo, lo ponen en crisis. Al fin, aunque las simplificaciones condenen fácilmente a los liberales, algunos nunca estarán del lado de los que multiplican los Auschwitz. El padre de Charles Horman era uno de esos. Fin de la película.
El resultado de aquellos hechos hizo que el señor Horman, Edmond Horman, se convirtiera en uno de los más feroces denunciantes de la participación de Estados Unidos en la masacre chilena. Infructuosamente –los criminales de guerra suelen estar muy protegidos– impulsó el juicio por genocidio contra Henry Kissinger, un señor que fue Premio Nobel de la Paz, y a quien Latinoamérica le debe miles de desaparecidos, torturados y asesinados. EnEstado de sitio, también de Costa Gavra, hay uno que dice, “los gobiernos pasan, la policía queda”. Cabría perfeccionar la frase: los represores quedan y los ocupantes de la Casa Blanca se relevan en su protección.
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