El prestigio y el mercado en la gran cita del cine mundial
La película francesa La Tête haute, de Emmanuelle Bercot, inaugurará oficialmente un festival que cada vez deposita más el interés de los cinéfilos en las secciones paralelas. Las mujeres estarán en primer plano en esta edición.
Por Luciano Monteagudo
Página/12 En Francia
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-35516-2015-05-13.html
Desde Cannes
El año pasado la novedad fue que, por primera vez en 67 años, una mujer –la directora neocelandesa Jane Campion– presidía el jurado de la competencia oficial del festival de cine más influyente del mundo. Ahora, en la edición número 68 del Festival de Cannes que comienza hoy en este exclusivo balneario de la Costa Azul francesa, por primera vez el film de apertura estará dirigido por una mujer. Se trata de La Tête haute (La cabeza en alto), de Emmanuelle Bercot, con Catherine Deneuve en uno de sus papeles principales. La Tête haute narra la trayectoria de un chico desde los seis hasta los dieciocho años, al que una juez de menores y un educador tratan incansablemente de salvar de la delincuencia y el abandono. “La elección de esta película puede resultar sorprendente si consideramos los códigos aplicados generalmente a la inauguración del Festival de Cannes”, se enorgulleció Thierry Frémaux, delegado general del certamen. “Se trata del reflejo lógico de nuestra voluntad de ver comenzar el festival con una obra diferente, fuerte y emotiva. La película de Emmanuelle Bercot dice cosas importantes sobre la sociedad actual, dentro de la tradición de un cine moderno, totalmente comprometido con las cuestiones sociales y cuyo carácter universal la convierte en una obra ideal para el público mundial que se congregará en Cannes.”
Bercot y Deneuve no serán las únicas mujeres en primer plano este año. La directora japonesa Naomi Kawase, por su parte, tendrá a su cargo el film de apertura –titulado enigmáticamente AN– de la sección oficial Una Cierta Mirada, que cuenta a su vez con la actriz Isabella Rossellini como presidenta del jurado. Y es el bellísimo rostro de su madre, Ingrid Bergman, el que ilustra el poster oficial del festival, que ya tapiza toda la ciudad, desde el puerto con sus yates de lujo hasta la Plage des Palmes, donde por las noches hay proyecciones gratuitas al aire libre, en unas reposeras provistas de frazadas, porque el clima primaveral no está todavía para pasar toda una velada a la intemperie.
Pero hay más gestos –a la manera de Bergoglio– de la organización del festival en dirección a la igualdad de sexos en el mundo del cine (después de una serie de acusaciones de discriminación e incluso de misoginia que tuvieron en jaque a Frémaux un par de años atrás). Sabine Azéma, la actriz favorita y compañera de vida de los últimos años de Alain Resnais, preside el jurado de la Cámara de Oro, el influyente premio que Cannes otorga a la mejor ópera prima, en cualquiera de las secciones del festival, ya sean oficiales o paralelas. Y la llamada “abuela de la nouvelle vague”, Agnès Vardá, la extraordinaria directora de Sin techo ni ley, Les Glaneurs et la Glaneuse y Las playas de Agnès, será la primera mujer en recibir, en la ceremonia de clausura, la Palma de Honor, un premio a la trayectoria que Cannes se permite dar muy de vez en cuando y que hasta ahora sólo habían recibido antes Clint Eastwood, Bernardo Bertolucci y Woody Allen.
Ya que estamos con Mr. Allen. Este año vuelve al festival, en una función especial fuera de concurso, con Irrational Man, una comedia que alterará a los paparazzi el primer fin de semana, cuando Woody y su troupe –Joaquim Phoenix, Emma Stone, Jamie Blackley– trajinen la famosa alfombra roja para ingresar al Grand Théâtre Lumière. ¡Ah, una advertencia! La organización del festival dispuso que para evitar la pérdida de glamour y elegancia, a partir de este año las selfies estarán estrictamente prohibidas en el ritual del tapis rouge. En declaraciones al sitio web Allò Cine, Frémaux dijo que son “horribles” y que provocan “una desorganización formidable”, además de afectar el normal desempeño de los fotógrafos profesionales.
Es significativo percibir hasta qué punto la tradicional competencia oficial del festival, que culmina cada año con la entrega de la Palma de Oro, ha ido permeando su programación para incluir en esa ceremonia, que se repite un par de veces por día durante casi dos semanas a aquellos títulos que tienen a priori no sólo mayores aspiraciones de mercado sino también más star power. No se trata solamente de películas fuera de concurso, como la de Woo-dy Allen o la nueva versión de Mad Max, con Tom Hardy y Charlize Theron, que se verá mañana aquí en Cannes, en simultáneo con su estreno mundial, incluida la Argentina. Es el caso también de varias de las realizaciones que pelean por un lugar en el palmarés oficial, como Valley of Love, del francés Guillaume Nicloux con Isabelle Huppert y Gérard Depardieu como un matrimonio que busca a su hijo, desaparecido en el Valle de la Muerte de California. O de Carol, de Todd Haynes, basado en la novela homónima de Patricia Highsmith, con Cate Blanchett y Rooney Mara dando vida a una historia de amor prohibido en los Estados Unidos de los años ’50. O el Macbeth del australiano Justin Kurzel, con Michael Fassbender y la franco-internacional Marion Cotillard.
El cine francés, de hecho, tiene en esta edición una presencia abrumadora en la competencia oficial, con no menos de cinco títulos locales (ver aparte), sin contar las coproducciones, como Chronic, del mexicano Michel Franco, con Tim Roth como protagonista y rodada con capitales mayoritariamente franceses. El gran cine de autor en concurso queda este año en manos de tres de los mejores cineastas asiáticos de las últimas décadas, como el japonés Hirokazu Kore-eda, el chino Jia Zhang-ke y el taiwanés Hou Hsiao-hsien; en una representación italiana que reúne a su delantera más poderosa en años (Nanni Moretti, Paolo Sorrentino y Mateo Garrone) y en un número puesto siempre en Cannes, como es el estadounidense Gus Van Sant, que reaparece ahora en la Croisette con The Sea of Trees, protagonizada por Matthew McConaughey y Naomi Watts.
Para Una Cierta Mirada, Frémaux logró reunir una serie de títulos y autores que la convierten en una sección competitiva por derecho propio, quizá con elencos menos rutilantes para los flashes pero con un rosario de nombres propios que serían la envidia de cualquier festival. Empezando por el tailandés Apichatpong Weerasethakul (ganador de la Palma de Oro 2010 por Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas), el filipino Brillante Mendoza, el japonés Kiyoshi Kurosawa y los rumanos Radu Muntean y Corneliu Porumboiu. Un Certain Regard es también mucho menos eurocéntrica y más culturalmente diversa, con films de cinematografías casi desconocidas, como las de Islandia, Croacia y Etiopía.
Al margen de la sección oficial, la Quincena de los Realizadores consiguió reunir este año –como hace mucho no lo hacía– algunos directores imprescindibles del panorama contemporáneo. Es el caso de los franceses Philipe Garrel (L’ombre des femmes) y Arnaud Desplechin (Trois souvenirs de ma jeunesse), del lituano Sharunas Bartas (Peace to Us in Our Dreams), del austríaco Peter Tscherkassky (con el corto The Exquisite Corpus) y el portugués Miguel Gomes, que trajo su monumental trilogía As mil e uma noites, de dos horas por cada segmento. Todo un desafío para Cannes, con tantas películas, conferencias de prensa y masterclasses, y donde cada minuto vale oro.
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