Productor de Raya Martin y Tsai Ming-liang, entre otros directores de primera línea del cine indie internacional, Segovia viene a la Argentina a dictar un seminario sobre su especialidad. “Tenemos que permitirnos buscar formas nuevas”, dice.
Por Ezequiel Boetti
Poco queda del productor entendido a la usanza clásica. Su nombre a la cabeza de la marquesina implicaba un rasgo temático-narrativo distintivo similar al de los actuales directores/auteurs, aquellos que firman mientras filman. La concepción actual roza más lo comercial, oscila entre prestamista y empresario. En el cine independiente, en cambio, el productor devino en constructor. Es él quien pergeña la ingeniería financiera sobre la que un director edifica un film. Resulta paradójico que Antoine Segovia, cofundador de Atopic Films, compañía detrás de la obra de Raya Martin y Tsai Ming-liang, entre otros directores de primera línea, estudiara arquitectura: sabe de qué se trata el largo traspaso de una idea a una obra, a un objeto palpable. El francés llegará a Argentina la próxima semana con una agenda sin blancos. Al seminario de producción que dictará en la Alianza Francesa (ver recuadro), se le suma la celebración de los diez años del Doc Buenos Aires y el estreno en la sala Leopoldo Lugones de Independencia, opus último del filipino. “Es una película en blanco y negro, muy bella y extraña”, asegura Segovia del otro lado del Atlántico y de la línea telefónica, en un español pausado pero seguro y fluido. “El cine independiente se está moviendo”, sentencia. Y tiene motivos para justificarlo.
–El programa del seminario que dictará menciona la mutación de las lógicas económicas en el cine independiente. ¿Cuáles son esas cambios?–En este momento el cine independiente está pensando una lógica económica propia. Los museos, las galerías y las inversiones privadas permitieron darle más posibilidades a este tipo de cine. La cuestión radica en cómo moverse de un sitio a otro en busca de una dinámica que le dé más fuerzas. Creo que hay que buscarlas en el nuevo sistema globalizado. Los nuevos directores de entre 20 y 30 años viajan mucho, viven en Europa, en Asia, en todos lados. En la cabeza de está generación ya rige la globalización, es un principio de base. Debemos seguir el movimiento, conectar la idea de financiación privada con la posibilidad de que cada país invierta dinero en el cine. Hay un público que ve estas películas pero en festivales. El problema de audiencia tenemos que pensarlo antes de la realización de la película, en el momento de escribir el guión.
–Usted mencionaba la búsqueda de nuevas dinámicas. ¿Cómo influye la tecnología digital en eso?
–Fue un cambio tremendo que se dio hace diez años. La correlación entre el tiempo y la economía cambió mucho con las pequeñas cámaras. Ahora una persona puede rodar y editar por su cuenta y darte una película después de dos o tres años de trabajo, pero ya lista.
–¿Pero no se produce una sobreoferta de películas para un público acotado?
–Creo que el cine independiente puede permitirse buscar formas nuevas. Y una vez que se encuentran hay que encuadrarlas en un marco económico acorde. Ese es el punto. Con el cine independiente existe la posibilidad de ser radicales y libres, podemos probar muchas cosas a nivel narrativo. Hay muchos festivales que ya conectaron con esta idea. Por ejemplo Cannes el año pasado con Independencia. Y antes Pedro Costa y Albert Serra. Este cine ya está en la mente de los programadores, pero falta el público.
–¿Y cómo se hace para conseguirlo?
–Es una pregunta esencial para la que no tengo respuesta. El público también está cambiando, no es un objeto fijo. El público es un cuerpo viviente, nos obliga a cambiar el paradigma de que el cine debe buscar su público para empezar a detectar la pulsión de ese cuerpo viviente.
–No darle lo que quiere ver sino movilizarlo a través de las películas...
–Exacto. Además hay otra idea que es la de educación. Necesitamos festivales y acciones regionales para eso. Hay una pedagogía también. Por eso hablo de un cuerpo vivo, porque no se puede dar sólo una respuesta económica y artística. Es un camino que se hace muy lentamente.
–¿Qué papel juegan los festivales de cine independiente que proliferaron en los últimos años?
–No tengo un plan fijo para la producción. Cada proceso necesita su propia lógica. No hago películas para los festivales, sino porque hay un poder en ellas, y ése es el cine que me gusta. Trazo una estrategia con el director y después de terminarla vemos lo que es mejor para la vida de la película. Es caso por caso, no es dogmático ni esquemático. La forma en la que trabajo es la que creo acorde para esa película, y es única. La financiación es única, la relación con el director es única, todo es único. Considero a cada trabajo como cuerpo viviente individual. No hago duplicaciones ni procesos sistemáticos apuntando a un festival.
–En esa concepción de película como cuerpo viviente, ¿dónde juega la rentabilidad?
–Eso es un problema. Hay poco dinero para producir este tipo de cine y los gastos son muchos. Estamos en un momento clave, porque hasta ahora nos limitábamos sólo a la producción. Ahora nos damos cuenta de que si no hacemos la distribución, perdemos mucho dinero. Si procurás todo el presupuesto para la producción antes de comenzar, tenés el riesgo de perder un 20 o 25 por ciento. Es muy difícil para nosotros producir y los beneficios se hacen recién en la venta o distribución. Si no cuidamos la venta internacional los productores perdemos un montón de dinero.
–¿Una salida puede ser subir las películas a Internet, como hicieron Jean-Luc Godard o Michael Moore? ¿Cree que Internet puede ayudar para masificar el cine independiente?
–Sí, hay muchos ejemplos de salidas como éstas, pero pocas funcionan. Internet es muy amplio. Los catálogos son tan enormes que es difícil encontrar una película precisa. La mayoría son sitios administrados por el mismo director, ya que la informática requiere tiempo y dinero. Es otro costo. Además hay un problema técnico con la velocidad de carga. Es insuficiente. Quizá dentro de diez o quince años esos problemas no existan.
–El premio máximo del último Festival de Cannes fue para una película independiente como Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, del tailandés Apichatpong Weerasethakul. ¿Qué significa eso para el cine independiente?
–Es la pregunta del momento. Se genera una nueva perspectiva, aunque conservo muchas dudas. Estuvimos esperando por años la llegada de este premio, pero anuncia muchas complicaciones.
–¿En qué sentido?
–Fue un gran problema conseguir un distribuidor en Francia. Veremos qué ocurre cuando se estrene en octubre, pero dudo mucho de que el público acuda masivamente. Estamos en una nueva etapa del cine independiente, con una veta si se quiere más comercial, apuntando a un público más grande. Las selecciones de los festivales se mueven hacia otro nivel. Eso pasa ahora y es parte del cuerpo vivo también.
–Si el criterio de los festivales cambia porque está cambiando el cine, que es un cuerpo vivo, ¿se imagina hacia dónde va?
–No, es difícil. Me parece que van a ser una serie de aventuras propias para cada productor. Hay un sentimiento de un cine independiente que es muy precioso, pero no sé cómo va a desarrollarse. Estamos trabajando en esta idea. Mi compañía se va a mover hasta el nivel de la distribución y las ventas. Si me quedo únicamente como productor, dentro de dos o tres años tengo que cerrar. Debo imaginar la velocidad del mercado y cómo se puede dar más perspectiva al cine.
–Es decir que hay que esperar...
–Se hicieron muchas cosas nuevas en los últimos cinco años. El premio en Cannes es un punto de consagración, pero también un desafío.
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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/5-18336-2010-06-18.html
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